Capítulo 39

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Diego de Jesús

Felicidad.

¿Qué era la felicidad?

La felicidad es escuchar a mi hermana cantar las canciones de Bustamante aunque no me gusten las canciones ni tampoco como canta mi hermana.

Felicidad es ver cómo mis padres seguían enamorados como el primer día, quizá incluso más, después de haber pasado años juntos.

Felicidad era quedar con mis amigos a conversar aunque en realidad ya nos contásemos los chismes por WhatsApp.

Felicidad es que Ayker me mire de esa manera tan bonita y me diga que me ama. Que me acaricie el rostro o que enrede sus dedos en mi pelo.

Felicidad es tenerle, tener a todes elles en mi vida. Es sentirme privilegiado teniéndolo todo, pero sobre todo por tenerles a elles.

Me gustaba la vida más de lo que algún día pensé admitir. Porque vivir ocultando los sentimientos no es algo chido. Todo es mejor cundo te sientes libre, cuando no hay miedos de por medio, cuando quieres y cuando te quieren.

Ayker dormía plácidamente a mi lado, todavía con aquel precioso vestido puesto en el cuerpo, con las sábanas apenas cubriendo este. Yo, para mi propia sorpresa, ya llevaba despierto un buen rato y no había podido despegar los ojos de elle. Le acaricié el cabello, admirando sus relajadas facciones mientras descansaba, no había cosa más hermosa en el mundo, estaba seguro.

Su cabeza se movió al ritmo de mi caricia, casi como un felino aceptando el cariño.

—Dime que no llevas mucho despierto, no quiero que se haga costumbre que ahora tú madrugues y yo no —me soltó, todavía con los ojos cerrados.

—Dormí poco —admití.

Me sentía tan bien que apenas pegué ojo, a la gente normal le pasa al revés, cuando están bien duermen y cuando están mal no, así se machacan el pensamiento durante la madrugada solo con el fin de terminar peor.

Yo si estaba mal dormía para que las penas se ahogaran en sueños.

Y si estaba muy pero que muy feliz como fue el caso de anoche todo lo contrario, me quedaba despierto por la euforia, porque no podía dormir si tenía el corazón latiendo a mil por hora y una sonrisa de bobo dibujada en los labios.

Yo era más de quedarme acariciándole el pelo mientras pensaba en todos los momentos bonitos del día, recordándolos una y otra vez, escuchando como me decía que me amaba, viendo su sonrisa al decírselo yo, ¡incluso pensé en cuando las velas prendieron en mi camisa! Y en lugar de sentirme avergonzado me dieron ganas de reír.

—¿Quién eres y que has hecho con mi Diego? —cuestionó, burlándose.

—Soy una versión mejorada, descuida —le guiñé un ojo—. Mandé a comprar ropa, espero que no te moleste, hay piscina en el hotel y sorprendentemente ya hay personas en ella a estas horas, podríamos bajar un ratito.

—Tú siempre buscando excusas para verme con poca ropa —pinchó su dedo índice en mi estómago antes de inclinarse para dejar un beso en mis labios.

No me había lavado los dientes esa mañana, mi aliento debía de apestar, pero aún así no fue un simple roce de labios.

—No necesito una excusa para eso, ya lo sabes —le guiñé un ojo antes de levantarme.

Tom, uno de los chicos que trabajaba para mi padre en aquel hotel había venido a dejar un par de bolsas con ropa, justo como se lo había pedido. Lo de la piscina fue idea suya, me lo hizo saber cuando me informó de que se había encargado de los trajes de baño.

Ayker también se levantó y se quitó el vestidito que tanto me gustaba, caminamos juntos al baño y nos dimos una ducha juntos como ya se estaba haciendo costumbre. Después nos vestimos, lavamos nuestros dientes y a partir de ahí me permití darle todos los besos que quisiera, sabiendo que mi aliento olería bien.

El bikini que le eligió Tom le quedaba de maravilla, era blanco y diminuto, dejaba una buena visión de sus perfectas nalgas cada vez que daba un paso. Claro que no solo yo me di cuenta de eso, nada más llegar a la piscina noté como varios miraban sus largas piernas y se detenían en su culo.

—Recuerda que tú quisiste venir —se burló antes de entrar en el agua.

En vez de sentirme celoso debería de sentirme afortunado porque elle estaba allí conmigo, disfrutando de mi compañía, de mi cuerpo y de mi boca. Era nuestro primer día como pareja y no permitirá que un per de pendejos con la vista larga me lo arruinasen.

—Si ellos disfrutan, yo más —le hice saber, dando un salto a la piscina para entrar con elle.

Me sonrió al nadar hacia a mi, sus brazos se enredaron tras mi nuca y yo tuve que poner toda mi fuerza de voluntad para no empujar su cuerpo hasta el bordillo y empotrarle contra este.

—Te amo —me susurró, devolviéndome la calma y con esta la sensatez.

—Yo te amo a ti, Ayker —susurré de vuelta antes de buscar su boca con la mía. Fue increíble sentir su sonrisa pegada a mis labios antes de que su lengua me lamiese estos, pidiendo permiso para entrar en mi boca, se lo concedí de inmediato para dejarle charlar con mi lengua.

Quise pegar su cuerpo al mío pero fue entonces cuando empujó mis hombros para abajo, haciéndome tragar más cloro del agua de la piscina del que me gustaría.

No me lo esperaba.

Salí tosiendo, escupiendo agua e intentando respirar de cualquiera manera que fuera posible. El socorrista me lanzó una mirada de que se iba a lanzar a por mi, alcé mi dedo pulgar de manera automática para indicarle que todo estaba en orden y que no me iba a morir, no de esa vez.

—No tienes ni idea de lo que acabas de hacer —le lancé una mirada de advertencia antes de imitar lo que había hecho conmigo, aunque fue ágil para agarrarme de las piernas y tirar de nuevo por mi hasta el fondo.

Fue así como empezamos una inocente guerra en la piscina como si fuéramos adolescentes.

¿Felicidad?

Eso era felicidad, aunque tuviera el riesgo de morir ahogado cada vez que me entraba agua en la boca.

Caricias NegociadasWhere stories live. Discover now