Capítulo 6

163 16 2
                                    


Ayker Evans

Los malditos recuerdos de la follada con Diego no hacían más que repetirse una y otra vez en mi mente. Había entrado en bucle. Ojalá poder entrar en mis ajustes y desconfigurar todo. Por desgracia para mi eso no era posible y tenía que aguantar mis pensamientos aunque no quisiera.

Mi padre hablaba con fluidez sobre algo que me interesaba más bien poco, mamá tampoco le hacía caso. Desde que se habían separado las cosas estaban raras. Porque si, definitivamente ya no estaban juntos pero ante los medios aparentaban normalidad. Supongo que su imagen pública vale más que el significado de familia. Yo empezaba a hartarme de todo esto, no quería seguir sonriendo en las fotos familiares como si nada hubiera pasado, ¡como si realmente fuéramos una familia!

Mentiras las justas, por favor.

Ya empezábamos a abusar.

—Tenemos asuntos que tratar en Madrid, Ayker —me informó, juntando sus manos sobre la mesa—. ¿Sabes lo que eso significa?

—Que me toca a mi quedarme en Estados Unidos para cerrar tu negocio con el magnate de Jesús.

—Si, exactamente, veo que has sacado la inteligencia de tu padre —se halagó el mismo.

Dudaba que así fuera.

¿Cuál inteligencia? ¿La de ponerle los cuernos a mamá en nuestra propia casa? ¿O la de formar una segunda familia a nuestras espaldas?

Porque si, tenía una mujer y un hijo que mantenía en secreto. Total, el dinero compraba todo, incluso el silencio. Y a ellos no les interesaba atención cuando mi padre le dejaba miles de euros en sus cuentas cada mes.

Oh, espera, ¿o hablaba de la inteligencia de hacer negocios con aquel hombre poco de fiar?

Recuerdo que cuando tenía catorce años vino a buscarme a clases un señor que no conocía en lo más mínimo, pero que eran socios. Tenía una deuda con mi padre y yo fui su método de pago.

No quiero seguir pensando en los detalles porque me entran náuseas solo de mencionar el tema.

—Vas a dejarme mucha responsabilidad.

—Confío en que harás lo correcto —sonríe, mostrándome todos y cada uno de sus dientes.

Falsedad.

Eso es lo que inspiraba.

—Además, ya te tienes al hijo ganado, ¿no? —noté cierta burla en su tono de voz que me hizo estremecer. No soportaba las bromas de este estilo cuando iban con tan malas intenciones—. Que así siga, de este modo el padre no se echará para atrás.

—Estás mal si piensas que voy a hacerlo, a eso se le llama jugar sucio y yo no hago esas cosas —espeté, mi madre mi dio una mirada de advertencia. Que se callara ella, yo no iba a hacerlo. Yo no tenía motivos para permanecer callada, todo lo contrario.

—Claro que vas a hacerlo, que no se te olvide de quien es la empresa.

—Métete la empresa por el culo —escupí en su dirección para después levantarme e ir hacia la puerta, dispuesta a marcharme. Estaba actuando como cualquier adolescente promedio y yo supuestamente ya no era une, así que debería de comportarme con madurez.

—¡Ayker! A mi no me vas a hablar así, ¿a dónde crees que vas?

—A resolver un pequeño asunto de trabajo, nada que te interese.

En realidad sí que le interesaba porque estaba a punto de cometer una gran estupidez. No lo hacía para llamar la atención, solo para que se diera cuenta de las cosas y de que el mundo no era suyo.

Los hombres tenían eso tan asimilado. No solía pasar lo mismo con las mujeres, existían mujeres igual de poderosas que los hombres y por muy egocéntricas que fueran no tenían esa idea de que el mundo entero les pertenecía, y si la tenían, al menos no la mostraban.

No conduje demasiado rápido, el tiempo me sobraba, quizá cuando llegara iba a tener que esperar así que no me apetecía ir con prisas. La empresa no quedaba tan lejos, así que podría ir con calma. No había tráfico, cosa rara en Estados Unidos, así que facilitó mi llegada antes de lo previsto.

En la empresa tampoco había demasiada gente, parecía que el universo se había puesto de acuerdo para que conspirara en contra de mi querido padre.

Subí las escaleras sin siquiera esperar un saludo por parte de la secretaria, estuvo dispuesta a pararme los pies pero como ya me había visto antes por allí tampoco le dio demasiada importancia. Supuse también que no estaría en ninguna reunión importante porque de lo contrario no me habría dejado subir con tanta libertad.

Reunión no tenía, pero con alguien si que estaba cuando entré en su despacho sin siquiera tocar la puerta.

—¡Sea lo que sea que tengas con mi padre quiero que lo canceles ya! —exigí.

Tenía que hacer una escenita para que fuera más creíble.

Keshia fue la primera en levantarse, muy seguida de Zabdiel, ella me miró preocupada mientras que él lo hizo confuso.

—¿Qué ha pasado, Ayker? Siéntate y lo hablamos con calma, ¿si? —propuso, señalando las sillas frente a su escritorio, con toda la calma del mundo.

A eso le llamaba yo ser un profesional de los pies a la cabeza. Si, señor.

—No, no hay nada que hablar, no hay nada que puedas decirme que me haga cambiar de opinión. Olvídate de la idea de un acuerdo, necesitáis mi firma para cerrarlo y yo no voy a firmar por nada del mundo.

Mis palabras estaban siendo duras, yo misma lo notaba, pero sobre todo me di cuenta en la expresión que ponía Keshia con cada cosa que yo iba diciendo.

Ella, que era un ser de luz, estaba realmente preocupada por lo que decía. Me dolía que una mujer tan buena como ella se sintiera así por mi culpa.

—Ayker, sé sincera conmigo, por favor —pidió la mexicana, mirándome a los ojos—. ¿Diego ha tenido algo que ver en esta decisión?

Y entonces cometí el mayor error que pude haber cometido: mentir.

—Si.

Su expresión volvió a cambiar, Zabdiel fue rápido en ponerse a su lado y tomarle la mano, haciéndole saber que estaba ahí.

Sentía que sobraba, así que di media vuelta para irme, todo lo que tenía que decir ya lo había dicho y creo que la idea les había quedado clara. Pero entonces vi a Diego parado en la puerta, con los labios separados y las cejas ligeramente alzadas.

Mierda.

¿En dónde me acababa de meter?

Caricias NegociadasWhere stories live. Discover now