Capítulo 20

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Ayker Evans

Todavía tengo en mente la risa de Diego nada más salir de casa de mis padres, tengo que admitir que fue divertido como vaciló a mi padre tras nuestro encuentro en mi habitación. Definitivamente traerlo conmigo había sido la mejor idea que se pudo pasar por mi cabeza en estos últimos días.

Un tío así era lo que le hacía falta a mi vida, menos mal que ya lo había encontrado, ahora sólo faltaba que no quisiera irse.

Aunque bueno, ya me conocía, ya había visto todo lo que había que ver. No se asustó ni se burló al decirle que era una persona no binaria, ni tampoco lo hizo al conocer a mi verdadera familia (y no la que describe la prensa), ni tras haberlo ignorado durante una semana... O era masoquista o le gustaba de verdad, no había más opciones.

—Descansa, Diego —susurré en cuanto se acomodó en la cama junto a mi, más no eran esas las palabras que se esperaba porque me miró al instante, aún con la luz apagada podía sentir sus ojos buscando los míos.

—¿Vamos a dormir?

—¿Tú que crees?

—Estamos en una cama a oscuras, podríamos hacer de todo menos dormir —indica en un tono sensualón que me hace reír.

—Podríamos —recalqué el verbo que acaba de usar—, pero en su lugar vamos a cerrar los ojitos y descansar, que ha sido un día bastante movido y hemos tenido suficiente.

—¿Hemos tendido suficiente? ¿Te refieres al polvo de hace rato? Ayker, nunca vamos a tener suficiente cuando se trata de sexo entré tú y yo.

Razón no le faltaba, pero no iba a abrirme de piernas siempre que a este niñato se le hinchara la polla. Sintiéndolo mucho, prefería que aprovechara sus horas de sueño y no que al día siguiente estuviera con ojeras, bostezando y quejándose por todo. Estaba mal acostumbrado.

—Duérmete —le besé la mejilla antes de darme la vuelta, lo escuché resoplar cerca de mi oído y después pasó uno de sus brazos por mi cintura, pegándome por completo a su cuerpo.

Tenía suerte y no hacía calor, de lo contrario le habría dado una patada que lo dejaría en el suelo toda la noche. Si había algo que odiaba más que sudar, era dormir con alguien cuando sudaba. Es simplemente asqueroso, los cuerpos se quedan pegados y al moverte es desagradable porque sientes como la piel es tirada por la de tu compañero. Maldición, me encantaba el cuerpo de Diego, pero no sé si podría soportar algo como eso.

Era un terco que decía que no quería dormir y se quedó dormido antes de que pasara media hora. Juro que no entiendo a los hombres, es una cosa loquísima.

Yo me limité a cerrar los ojos y pensar en escenarios imaginarios que en mi vida pasarían, pero era una manera de pasar el tiempo mientras no me dormía.

Al despertar estábamos en otra posición completamente diferente, una que no era ni capaz de describir porque era rara. Definitivamente la gente hacía cosas extrañas por la noche, que miedo.

Diego dormía con los labios entreabiertos y un pequeño hilo de saliva colgando de estes. Era jodidamente tierno que un chico como él se babeara al dormir, ahora ya podía decir que sabía hasta sus secretos más oscuros.

—Buenos días —le digo, dándole un beso en la mejilla sin pretender que se despierte. Me levanto para darme una ducha rápida y vestirme, tenía que ir al piso que tenía mi padre en la zona para dar con la madre de Austin. No podía permitir que esa señora estuviera en malas condiciones, si él no le pagaba su tratamiento lo haría yo.

Estaba atándome el pelo cuando un somnoliento Diego se levantó de la cama y me miró todavía adormilado.

—¿Tú sabes la hora que es?

—Hora de levantarse.

—Y una polla, la hora de levantarse no es a las ocho de la mañana —se quejó.

—¿Acaso pretendes levantarte a las once de la mañana?

—Por ejemplo, o a las doce —se encogió de hombros como si fuera lo más normal del mundo—. La cama está para aprovecharla.

—El día está para aprovecharlo —corregí—. Si no te levantas temprano ya tienes medio día fuera sin haber hecho nada productivo, son placeres que nosotros no podemos permitirnos.

—No podrás tú —se mofó.

Mira el niñato rico que solo por ser rico se cree en el derecho de poder dormir cuanto le dé la gana. Se va a llevar muchas hostias si se piensa que la vida es así, lo que pasa es que su papi le permite que así sea, se va a cagar cuando le toque dirigir la empresa y a las siete de la mañana ya tenga que estar allí junto a sus empleados, ahí será cuando yo me ría.

—Quédate durmiendo entonces, yo a diferencia de ti he venido para hacer cosas productivas.

—¿Y este ataque así de gratuito? —se ofende, poniendo una mano en su pecho—. No aguantas nada, Ayker.

—No tengo nada que aguantar.

Alza sus manos en señal de derrota y lo veo deshacerse de su ropa para cambiarse frente a mis ojos. Diego era de esos que preferían ducharse a cualquier hora del día menos por la mañana, decía que si lo hacía se espabilada de inmediato y que le gustaba sentirse dormido hasta al menos las doce y media. A cosas así me refería cuando decía que era un tipo raro.

Salimos de mi departamento en cuanto está listo y claro que tenemos que parar en un bar para tomar un café con churros porque el señorito no para de insistir en que tiene hambre.

Eso si, una vez que cumplimos con la misión del desayuno nos vamos al pisito de mi padre, que estaba en la otra punta de la ciudad solo porque yo no quería vivir cerca. En momentos así casi que me arrepentía un poco de haberlo hecho tan radical.

—¿cómo sabes que no te ha mentido?

—No lo ha hecho —aseguré—. Si Austin no lo hacía público lo haría yo, es obvio que lo suyo podría quedar muy pronto en el olvido y lo tomarían como un chaval que sólo quiere llamar la atención. Lo acallarían muy pronto. A mi ni Dios va a callarme, él mejor que nadie lo sabe.

—Lo has amenazado —suena fascinado.

—Algo así.

Justo así.

Aparco como puedo en aquel estúpido parking que tenía menos calidad que yo ganas de vivir, ambos nos bajamos a un mismo tiempo y subimos por las escaleras mientras rebusco entre mis llaves la copia que tenía de la puerta de su departamento.

—¿y si echamos la puerta abajo?

—Si echamos la puerta abajo la vas a pagar de tu propio bolsillo.

Claro que por él no había ni él más mínimo problema en eso, pero no le permití que lo hiciera, sería un escándalo de esos que aparecen en las noticias y no me gustaría verlo mañana en titulares ridículos.

A Diego sólo había que saber llevarlo... y creo que eso a mí se me daba relativamente bien.

Caricias NegociadasWhere stories live. Discover now