CAPÍTULO XII

89 18 2
                                    

UNA NUEVA AMENAZA

¿Los humanos existen por alguna razón? Seguramente hay innumerables respuestas, aun así, ninguna puede ser la correcta. Nacen, crecen, se reproducen y mueren, esa lógica está incrustada como un chip generando un ciclo que se repite constantemente. El bien y el mal, son los componentes más influyentes en esta especie y para prueba de ello tienen su historia.

El egoísmo es grande, mucho más en el apocalipsis, por lo que nos preguntamos, ¿cuántos arriesgarían su vida por salvar la de su prójimo? Los que vivieron en la inocencia, comprendieron que entre los mayores peligros no se encontraban los zombis, sino los mismos humanos. Ellos usaron viejas estrategias en grupos liderados por el más fuerte y doblegaron a los indefensos. Alimentaron su ego en supremacía y divinidad, intentando alcanzar su deseo más grande: convertirse en el Dios de la Tierra.

Muchos lugares fueron tomados con violencia, como Huarmey, ciudad donde terminaron Brisa y sus amigas. Ellas fueron escoltas por varones cuyos ojos evidenciaban sus deseos carnales en un lugar donde no había una sola mujer en sus calles. Lo resaltante era la gran cantidad de muertos que adornaban el horrendo paisaje. Degollados, empalados, y otros crucificados como zombis que gruñían, atados y sin mordidas ni rastros de infección. Solo un agujero de bala en la frente que dio a entender lo peligroso que era Jeremías.

Cuando los rayos del Sol empezaron a proyectarse, las despojaron de sus pertenencias y luego las trasladaron a una habitación de hotel. Allí se encontraron con Anel, Laurie y la otra niña que dormía sobre la cama.

   —¿Qué piensan hacer con nosotras? —preguntó Gema.

   —Es obvio, chama*. Quieren usar nuestros cuerpos para darse placer —respondió Mariángeles.

Junelly se acercó a la hermana de su amigo para preguntarle como estaba, ya que, en medio de la inspección, fueron manoseadas en partes privadas de sus cuerpos. Poco a poco, llegó la angustia y ansiedad por sus destinos, pero Katia se mantuvo con emociones neutras todo el tiempo y enojó a la mujer de la selva peruana.

   —¿Cuál es tu problema? —dijo empujándola contra la pared—. ¿No te asusta esta situación?

   —Espera. No hagas eso —detuvo Gema—. Actuó así desde que la encontramos, debe estar traumada por todo lo que está pasando.

   —No es excusa ¡Todas lo estamos! Estoy segura de que todo el mundo lo está —reclamó levantando su voz—. Solo piénsenlo, ¿creen que nuestra familia está bien con todo esto?

Desde que empezó el caos, intentaron no pensar en ello, pero con ese comentario fue inevitable.

   —¡Ya basta, Junelly! —dijo Brisa—. No creemos conflictos entre nosotras y busquemos la manera de salir de aquí.

Aunque estaban en la misma habitación que las otras chicas, las habían ignorado por completo, siendo Anel la que se acercó a informar las razones del secuestro. Explicó que dentro de poco se llevarían a alguien, ya que cuando llegaron había tres mujeres más esperando en la habitación, pero se las llevaron y nunca más volvieron a verlas.

   —¿Ven que si tenía razón? Seremos usadas para tener carajitos* de estos degenerados —opinó la modelo sentándose en la cama.

Por otro lado, en la oficina de Jeremías, todos los objetos extraídos de sus víctimas estaban almacenados, y en el caso de las recién llegadas, sus pertenecías estaban sobre una mesa. Los ordenó respectivamente a sus propietarios, los documentos de identidad, celulares y joyas. Se fijó en todas, pero le gustó una en especial, por lo que, la dejó fuera de la subasta. Acto seguido, decidió ir por ellas, pero fue retrasado por la visita de una mujer de piel morena, delgada y atractiva.

PROYECTO APOCALIPSIS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora