CAPÍTULO XXVI

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LA TRAMPA

Escuchó el llanto de su hermana y vio las muertes en vagas imágenes distorsionadas. Su vida se apagó esa madrugada, pero despertó violentamente para descubrir que solo fue un mal sueño. Su corazón latió veloz producto de la pesadilla y su respiración acelerada fue calmándose poco a poco mientras observaba sus manos sin ninguna mordida. Se encontró en una habitación silenciosa, donde la luz del amanecer empezó a ingresar por la ventana. Se confundió al despertar compartiendo la cama con una mujer de cabello corto y piel clara, a la cual no logró ver el rostro, porque estaba de espalda. Sin embargo, su piel descubierta en los hombros se observó tan suave que quiso tocarla.

Eso planeó, pero se detuvo y se levantó en dirección al baño cuando la escuchó pronunciar su nombre mientras dormía; solo fue un susurro, pero hizo que se detuviera sin reconocerla. Creyó estar atrapado en un efecto secundario de la pesadilla e ignoró sus confusiones. De repente, un bebé sonrió dentro de una cuna ubicada a un lado de la habitación y sintió curiosidad. Caminó despacio observando las sonajas colgadas en movimiento y dentro, un bebé de algunos meses, que al primer contacto le sonrió tiernamente. Regresó su mirada sobre la mujer y prefirió darse una ducha para despejar su mente.

Ingresó a la regadera y cerró los ojos para que el agua tibia lo empapara completamente, sin embargo, las imágenes del sueño regresaron para perturbarlo. Lo invadió el miedo, porque los lamentos de aquellos que murieron esa noche le susurraron al oído. De inmediato, abrió los ojos y vio a los zombis mordiendo su cuerpo en medio de una ducha de sangre que logró espantarlo. Lo que no imaginó fue que toda la habitación estaba en las mismas condiciones, con las paredes también decoradas con sangre. Recogió su toalla para limpiar su rostro frente al espejo, pero al exponerse nuevamente, todo volvió a la normalidad. Solo se halló una frondosa barba que no recordó haber dejado crecer.

Detrás ingresó la mujer con la que despertó, pero al cruzar frente al espejo no halló su reflejo. En pánico, giró para confirmar su presencia y la vio probando la temperatura del agua en la regadera, por lo que regresó al espejo y por fin pudo verla acercándose para tomarlo desde la espalda y abrazarlo. Solo así pudo distinguir la mitad de su rostro con unos grandes ojos marrones que penetraron su interior.

   —¿Estás bien? —preguntó—. ¿Otra vez regresaron tus pesadillas?

   —¿Qué día es hoy?

   —Es día de escuela para Zoe. Apresúrate, dejé tu café enfriando sobre la mesa.

Dejó caer su toalla exponiendo su espalda y glúteos desnudos.

   —¿También podrías encargarte del biberón del bebé?

   —Zoe... —repitió suavemente.

   —¿Qué pasa? ¿Olvidaste que tienes una hija con ese nombre? —cerró la cortina—. Actúas extraño. Es la primera vez que no me despiertas para ducharnos juntos.

Se dirigió al comedor después de vestirse y se encontró a una niña con uniforme comiendo sus cereales. Intentó recordarlos, pero no pudo, ni a ella ni al bebé que le sonreía desde su cochecito. Se pasó de largo para observar el exterior a través de la ventana y cuando lo hizo no encontró a nadie más, era una ciudad envuelta en el silencio, solo algunos ladridos acompañando de fondo. De pronto, la niña dejó sus cereales y corrió hacia él para enseñarle algunas poses de artes marciales.

   —Punch —dijo tirando su puño hacia el frente—. Este año no volverán a quitarme la lonchera, gracias a que papá me entrenó para ser más fuerte.

Dio más golpes de sombra manteniendo su postura y repitiendo «punch». Su ternura logró hacerlo sonreír y olvidando sus malos pensamientos sujetó su taza de café para beberla disfrutando la actuación. A continuación, escuchó acercarse la voz de la madre de los niños e inevitablemente quedó embobado por su fineza. Cada vez le fue más difícil responder sus preguntas internas, pero afirmó sentimientos de paz y calidez que desprendía su hogar.

PROYECTO APOCALIPSIS ©Where stories live. Discover now