CAPÍTULO XIII

86 17 6
                                    

LA LEALTAD DE BLAKE

¿Virus, invasión o castigo divino? ¿Qué tipo de problema enfrentaban? ¿Era el apocalipsis anunciado por los profetas bíblicos? ¿Podrían detenerlo? Hubo muchas preguntas que responder cuando la caída de los meteoritos desvistió múltiples facetas en el actuar humano, como la traición y el placer por la muerte. Situaciones que los llevó a pensar si todo el castigo por el pecado acumulado por generaciones.

Horas después del ataque a la zona segura, por fin concluyeron la limpieza y los soldados heridos fueron puestos de rodillas ante sus compañeros que tenían la orden de terminar con sus vidas. Posteriormente, envolvieron los cuerpos en mantas plásticas y echaron a una gran hoguera en la plaza principal. A la vista de sus parientes que veían amenazados de muerte por los soldados.

Aplicaron violencia sin importar edad o género y castigaron a cualquier opositor a la vista de los que permanecían en sus apartamentos. Usaron un megáfono y una patrulla para recorrer la ciudad, advirtiendo guardar un aislamiento total en los próximos días. Esto con el fin de evitar que los curiosos descubran el "Jardín de los sentidos"; zona donde se concentró la mayor fuerza militar para proteger al presidente y a la clase poderosa.

Sofía y Lizzy lograron esconderse en una de las farmacias de la zona. Allí pasaron la noche tratando de asimilar lo que vieron, pues la cantidad de muertos y sangre regada por las calles era inconcebible para la realidad. Sofía se tumbó en un rincón, abrazando sus piernas y deseando despertar de la "pesadilla", hasta que se quedó dormida en algún momento de la madrugada.

Por la mañana, las encontró un soldado y les ordenó dirigirse a un hotel de acogida, pero los interrumpió una mujer de bata blanca que venía acompañada de un Pastor Alemán.

   —Déjame pasar —pidió preocupada—. Algo les pasa a los animales del refugio. Necesito medicina de inmediato

El soldado levantó su arma y la invitó a retirarse.

   —¿Qué no oíste? —insistió la mujer—. Dije que los animales del refugio necesitan medicinas.

Los soldados a su alrededor se prepararon para disparar, y provocaron que el canino amigo los ladrara intentando proteger a su dueña.

   —Has que se guarde silencio o lo mataré —advirtió un soldado apuntando al animal.

   —Soy la representante de la fundación de ayuda animal en esta ciudad —levantó su identificación que traía colgando del cuello—. Soy Maricielo, médico veterinario del gobierno.

Al escuchar su cargo, certificaron que no estuviera infectada y algunos soldados la acompañaron llevando lo solicitado. Cuando llegaron al refugio, su perro se negó a avanzar hasta la puerta. Arrastró sus patas traseras, escondió la cabeza y lloró preocupando a la doctora.

   —¿Qué pasó, pequeño? ¿Qué te da miedo? —dijo acariciando su lomo.

Maricielo se retrasó por el instinto de su perro y solo ingresaron soldados y algunos médicos. Ya en el interior, se sorprendieron al encontrar un rastro de sangre que se dirigía al cuarto de alimentos. Una enfermera se acercó cautelosa y los demás fueron al patio de los animales, luego de escuchar algunos quejidos. Los soldados abrieron la puerta despacio y presenciaron una grotesca escena que inmovilizó sus piernas.

   —¿Q-Qué demonios haremos ahora, Pérez? —susurró un soldado con las manos nerviosas sobre su arma.

   —Quieto. Usaré la radio para solicitar refuerzos —intentó completar su acción, pero la radio se encendió con la voz capitán solicitando su reporte.

PROYECTO APOCALIPSIS ©Where stories live. Discover now