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Alexei no se había alejado de mí desde el momento en el que me dieron el visto bueno para levantarme de la cama

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Alexei no se había alejado de mí desde el momento en el que me dieron el visto bueno para levantarme de la cama. Sabía que la razón de esto y de que cuidara cada uno de mis movimientos, le preocupaba que en cualquier momento me viniera abajo. Mi padre me había estado evitando a toda costa desde que me dieron de alta, no negaría que me dolía, después de todo el tiempo que habíamos estado separados lo que más necesitaba ahora mismo era a mi padre.

Recuerdo que durante los años que vivimos en Nueva York la mayor parte del tiempo me la pasaba a su lado, me llevaba y recogía del colegio al igual que en la preparatoria. Cuando me gradué ya tenía plaza en la Escuela de Medicina de Harvard, pero después ocurrió el accidente, lo cual me dio de lleno en mis ganas de estudiar medicina.

Luego del funeral no sabía qué quería hacer, no quería quedarme en Nueva York, había muchos recuerdos y era muy doloroso, pero como si fuera una señal divina me llego una carta de la Universidad Estatal Lomosonov de Moscú, en su momento había pensado que mi padre había enviado una solicitud a mis espaldas para dármelo como regalo de graduación, pero ahora que sabía mucho más de mi vida sospechaba que fue su manera de empujarme a la seguridad de Rusia.

Me preguntaba si Dimitri sabía en qué hospital trabajaba y que no fue solo una coincidencia que llevara a Alexei conmigo.

Hoy nos iríamos de la mansión, por lo que me había dicho Alexei ya no era seguro quedarnos en ella y por eso iríamos a una que se encontraba en un lugar llamado las Siete Colinas.

Había seguido a mi padre hasta el laberinto, estaba sentado en el borde de la fuente y por más ganas que tenía de hablar con él, me sentía insegura, ya no era esa niña que le pedía un helado de chocolate después de salir del colegio, ahora era mucho más que eso, era la futura reina de la mafia y no sabía como sentirme al respecto.

—Puedes salir, Alina. —dice mi padre, sin siquiera dirigirle una mirada a mi escondite.

—Hola, padre. —me acerco un poco a él, pero no lo suficiente por si la conversación se ponía incómoda y tenía que huir del lugar.

—Sentí tus pasos desde que salimos de la casa, debes mejorar, porque de ser una situación de vida o muerte, ya estarías muerta.

—Si claro, lo tomaré en cuenta para la próxima vez que ponga en práctica mis habilidades de espionaje. —digo con sarcasmo.

—¿De qué quieres hablar Alina? —dice, evitándome la mirada.

—¿Por qué has estado evitándome?

—No es nada, ¿era todo? —dice, poniéndose de pie.

—¡No! Dime que pasa, papá, ni siquiera puedes mirarme a la cara. —al ver que no me dice nada, me exaspero—. ¡Dime! ¡¿Eres tan cobarde que no puedes decirme?!

Entonces explota.

—¡Sí, Alina! ¡Si tener miedo por perderte me hace un cobarde, entonces lo soy! — veo sus ojos brillosos cuando me mira—. Eres mi niña, mi única hija, lo único que me queda de tu madre. —se desploma sobre el bordillo de la fuente mientras se le escapa un sollozo—. Casi te pierdo, Alina, oír a los doctores decir que no sabían si despertarías me destrozo, eres lo único por lo que sigo luchando, me arrebataron al amor de mi vida y me pesa saber que no la pude proteger de ellos.

—Papá, ella está bien. —susurro, tomando sus manos.

—¿Qué? —me limpio la humedad en mis mejillas y lo miro con la vista borrosa.

—Yo la vi, papá, está bien. Y estaba hermosa, brillaba como una estrella. —En sus ojos veía como luchaba por mantener las lágrimas a raya—. Ella me dijo que te perdonaba, que era feliz.

Cuando menos me lo espero, me abraza, tardo unos segundos en reaccionar, pero cuando lo hago lo abrazo con las mismas ganas que él. No sabía cuánto lo había extrañado hasta que lo abrace, pase ocho años deseando que la vida me diera aunque sea unos minutos con mis padres para poder despedirme, pero ahora tenía un futuro al lado de mi padre, había visto a mi madre y sabía que en un futuro estaríamos todos juntos como familia.

—La extraño demasiado, Alina.

—Yo también, papá, pero tenemos que vivir por ella. —y por mi hermano, digo para mis adentros.

Decido no contárselo, porque si le decía que estaba embarazada cuando murió sería capaz de agarrar un arma e intentar matar a Lucas con sus propias manos. Ya tenía suficiente con la muerte de mamá.

—Tienes razón, Alina, tenemos que ser fuertes y eso tú lo sacaste de ella.

—Estaremos bien. —nos ponemos de pie y nos dirigimos a la salida.

—Estaremos bien.

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Dormí gran parte del viaje a las Siete Colinas, nos fuimos de la mansión después de la conversación que tuve con mi padre. Luna se encontraba inquieta después de llevar tantas horas en el auto y no era la única, estaba agradecida de que no le hubiera pasado nada durante el ataque. A nuestro alrededor no había más que bosque, sin duda la casa se encontraba en algún lugar de difícil acceso. Tras insistirle a mi padre, dejo que Alexei fuera con nosotros en la camioneta, al pensarlo creí que había sido buena idea, pero al notar la tensión que había en el aire me di cuenta de que había sido una pésima en realidad.

Alexei estaba en el extremo opuesto a donde me encontraba y Luna, como la traicionera que era, se encontraba echada encima de sus piernas, al parecer yo no era la única que tenía debilidad por cierto hombre ruso.

Tras media hora más de viaje, veo a lo lejos una mansión tres veces más grande que la de mi padre, bueno, no era exactamente una mansión, era un fuerte el cual parecía impenetrable. En este lado de Rusia ya había nevado, por lo poco que me habían dicho, nos encontrábamos en la más alta de las Siete Colinas y que el frío aquí era mil veces peor, salir de noche sin la ropa adecuada sería un completo suicidio.

La reja que dividía la carretera de la casa era de acero puro, tenía que ser abierta por ocho hombres, cuatro sostenían un ala y los otros cuatro la otra. Había soldados —como le decía Dimitri—, en cada ventana, puerta y esquina, a donde fuera que mirara había uno.

Observo el exterior impresionada, tenía unas decoraciones muy delicadas y sencillas, parecía un castillo, el castillo del diablo. Pero lo que llama aún más mi atención, es un bosque con un pequeño sendero que se ve a lo lejos y como si fuera un imán, me dirijo a él sin pensarlo.

A los lados del sendero había unas pequeñas flores que le daban un toque mágico, cuando llego al pequeño claro resisto la tentación de voltearme, sin saber como o si era un presentimiento, sabía que él estaba ahí.

—¿Me sigues y ahora me espías Alexei? —siento como se acerca y se detiene detrás de mí.

—No te espiaba, este es mi lugar secreto. —me susurra al oído, así que me volteo para mirarlo.

—No. Es nuestro. —digo sin pensarlo.

Había estado aquí antes, muy dentro de mí lo sabía, solo tenía que recordar.

Había estado aquí antes, muy dentro de mí lo sabía, solo tenía que recordar

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Otro capítulo estrellitas
Con amor
Rosi💙

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