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Alexei había cerrado la puerta de la sala de tiros, estábamos solos y la tención que había entre nosotros podría sentirse a kilómetros

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Alexei había cerrado la puerta de la sala de tiros, estábamos solos y la tención que había entre nosotros podría sentirse a kilómetros.

La sala de tiros tenía unos muebles que parecían supercómodos y estaba segura de que fuera lo que quisiera hacerme sucedería ahí. Estaba dispuesta a todo menos al sexo.

Y como si pudiera leerme la mente, toma asiento en uno de los muebles.

—Quiero que vengas aquí y te sientes en mis piernas. —su voz era demandante y no dejaba lugar a discusión.

Me siento en una sola, ya que las mantenía abiertas, su erección se había hecho mucho más grande y me preocupaba que dejara de sentirla en cualquier momento, el miembro masculino solo resistía cierto tiempo erecto, si no se liberaba podría ser peligroso.

—¿Ahora qué? — la impaciencia crecía rápidamente en mi interior ¿Qué demonios estaba planeando?

Sus manos acarician mis piernas enviando una corriente al interior de estas, Alexei tenía un poder sobre mi cuerpo que me asustaba y gustaba en partes iguales.

—Primero voy a castigarte y después ambos nos complaceremos. —sus pupilas se encontraban dilatadas al mirarme, ambos estábamos muy excitados.

—No pienso acostarme contigo. —al menos aún no.

—No, cariño, cuando llegue ese momento será especial.

—¿Qué te hace creer que ese momento llegará? —mis manos se encontraban jugando con su pelo, mientras las suyas curioseaban cada centímetro de mi piel expuesta.

—Porque te provocaré tanto placer que suplicaras tenerme entre tus cálidas y estrechas paredes.

—Yo no seré quien suplique. —susurro antes de besarlo.

No es un beso, ni dulce, ni lento, su boca se movía con avidez contra la mía, quería devorar todo de él, introduce su lengua en mi boca sin pedir permiso y únicamente lo dejo pasar porque está era exquisita, un seductor baile inicia en entre ella y la mía, provocando gemidos que se llevaban sus labios.

Cuando nos separaremos ambos tenemos la respiración hecha un desastre, sus labios estaban hinchados y su pelo hecho un desastre por haber tirado tanto de él.

—Pon tu pecho sobre mis rodillas, así tendrás el culo expuesto y disponible para mí.

—¿Me vas a azotar? — digo estupefacta, nunca me habían pegado y mucho menos por placer.

—Hasta que tus fluidos corran a chorros por tus piernas.

Una punzada de placer azota mi sexo, hago lo que me dice, la posición me dejaba completamente indefensa, con una mano sostenía las mías en mi espalda y con la otra acariciaba el borde de mis bragas.

—Vas a contar en voz alta cada uno de los azotes y así veremos cuantos necesitas para humedecerte, ¿entendido?

—Sí. —digo, con la anticipación haciendo estragos en mi interior.

En manos de un mafioso © Libro 1 || [Disponible Físico y E-book en Amazon]Where stories live. Discover now