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El camino al hospital había sido largo, Alexei iba a mi lado mientras el chofer conducía, había llegado el día que ni en mis sueños más locos me imagine, hoy era mi ascensión o así lo había llamado mi padre

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El camino al hospital había sido largo, Alexei iba a mi lado mientras el chofer conducía, había llegado el día que ni en mis sueños más locos me imagine, hoy era mi ascensión o así lo había llamado mi padre.

Hoy sería el inicio de una nueva etapa en mi vida, pero ahora ya no me escondía de nadie y sabía quién era y lo que era.

Pero que fuera a dirigir una mafia no significaba que dejaría mi sueño de ayudar a otras personas a un lado.

Quería trabajar en un hospital, en específico donde había hecho mis pasantías, sabía que no lo necesitaba, pero quería hacerlo y esa fue una de las razones por las que Alexei no se opuso, aunque la idea de trabajar junto a Joshua no le agradaba.

—Alexei. —nuestra relación había avanzado considerablemente y sabía que nos faltaba muchísimo por recorrer, pero si algo teníamos claro era que nos amábamos y queríamos una vida juntos—. Creo que la idea de recorrer este trayecto todos los días me agota de solo pensarlo, en ocasiones tendré turnos dobles y conducir tras dos días sin dormir no me agrada.

—Cariño, tienes un chofer y escoltas, no necesitas conducir.

—Pero...

—Podemos mudarnos si quieres. —añadió.

Eso no lo había pensado, era una buena solución, pero yo amaba esa casa, estaba ahí nuestro claro.

—No quiero mudarme, pero en tal caso, ¿A dónde iríamos?

—Ese es el menor de los problemas, ya viste la propiedad que tengo en la ciudad, podríamos vivir ahí.

—No quiero mudarme, me encanta esa casa.

—Entonces tienes que aceptar tener al chofer, no permitiré que conduzcas sola de noche y cansada.

—Pero ellos tienen que descansar. —protesto.

—Es su trabajo y como líder de la mafia tienes que estar protegida.

—Aún no lo soy.

—Solo faltan horas.

—Lo del chofer no es discutible, ¿verdad?

—Cuando se trata de tu bienestar nada es discutible.

El corazón se me acelera con esas simples, pero preciosas palabras, este hombre tenía una capacidad de hacerme sentir mariposas en el estómago de una manera maravillosa.

—Nunca imagine que se te diera bien esto.

—¿El qué? —sus ojos me penetraban y tenía la sensación de que podía ver dentro de mí.

—Cuando hablamos la primera vez, después de que te operara —aclaro—, no me pareciste más que un hombre arrogante y narcisista, cuando me pediste que querías que fuera tu médico personal solo me dieron ganas de atravesarte el corazón con un bisturí.

En manos de un mafioso © Libro 1 || [Disponible Físico y E-book en Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora