Capítulo 1

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Hazal



—Odio a los niños. Y lo sabes, ¿ por qué habría de hacer aquello?

—Oh, lo siento tanto Miss. Amargura, pero, según tengo entendido, eres tú quien me dijo que quiere ser niñera, no yo.

—Porque no hay trabajo en nada. Además, sé por dónde vas y déjame decirte que no es lo mismo.

—Cierto, una cosa es ficción, y otra realidad. Bienvenida al planeta tierra, al mundo real, los bebés no hablan hasta cierta edad, así que todo con ellos es cuestión de adivinanzas y consultas medicas.

—Lo que es igual a presupuestos.

—Te informo, que los animales no hablan jamás, y mueres por tener muchos.

—Si de mí dependiera, tendría hasta un jaguar.

—De eso no me cabe la menor duda. Pero hazlo ya, ¿qué vas a perder?

—No tengo paciencia, un niño llega a hacerme un capricho y lo tiro por el precipicio.

—¡Hazal!—me codea.

—¡Uf! hablando de Roma—bufo al escuchar a su hijo llorar.

—Agradezco jamás dejártelo a cargo.

—Le haces un bien al niño—se aleja saliendo de la habitación—¡ Y a mí!

Solo asoma su dedo corazón para mostrármelo.

Indignada, me pongo de pie yendo detrás de ella.

—¿Qué fue eso?—me cruzo de brazos bajo el umbral de la puerta en lo que ella toma a su hijo en brazos y le habla como si fuera un puto perro—¡No le hables así, es una persona!

—Cierra el pico, insensible.

—Realista. Das vergüenza.

—Pues hagamos un trato—se sienta para alimentarlo y yo desvío la mirada—. Un compañero de trabajo está solo, y he oído.

—Por chusma y detrás de la puerta.

—Pero escuché al fin y al cabo, que busca alguien que pueda ayudarlo con sus hijos. No da a basto.

—Pues hay millones que morirían por cuidar a sus hijos, soy la menos indicada.

—Eso, o te vas de mi casa.

—No puedes echarme—la miro en seco.

—Ponme a prueba—amenaza—. Necesitamos más ingresos, así que, hasta que no consigas algo mejor, le hablarás para ofrecerte a trabajar, tendrás una entrevista. Si te acepta genial, y sino también. Eso sí—separa a su hijo para golpear de manera suave su espalda y así haga lo que todo bebe dependiente y asqueroso, hace—, no caigas, es decir, es hermoso.

—Ya...

—No lo digas así-masculla—. Solo no te hagas pis encima, o controla la caída de tu baba y todo tornara de maravilla. No es una sugerencia, Hazal. Lo harás, o te vas de patitas a la calle.

—¿Me estás amenazando? ¿A mí?

—Raro, ¿verdad?

—Creo que la maternidad te afectó el cerebro—refunfuño dándome la vuelta hasta mi recámara.

—Hazal...—aparece con su hijo.

—¿Qué?—giro sobre mi propio eje.

—Tal vez, debas dejar tu odio y asqueo hacia los niños por una vez, y darte la oportunidad. Quizá haya alguno que simpatice contigo. Si no hay conexión con estos chicos, pues lo dejas y ya está, pero si sí hay, acepta esta oportunidad. Tu meta es salir del país, pues entones busca medios, porque el dinero no te llegará estando aquí sentada frente a tu ordenador. Aún no llegas a que una editorial dé contigo. Si la montaña no viene a ti, tú—me señala—debes ir tras ella.

Suspiro ante sus palabras. Algo que sé, pero no es lo mismo cuando es otro quien las dice.

—Bien—digo al fin—. Pero me sacas de prisión si llego a matarlos.

—Como prueba, te lo dejo a él—señala a su bebé en brazos-. Un día completo.

—¡En tu baby shower dijiste que no me lo confiarías! ¡Y hace cinco minutos lo volviste a hacer!

—Pues cambié de parecer—se encoge de hombros acercándose a mí.

—No, no—retrocedo—. Aleja a esa cosa de mí—ella solo ríe en lo que se adelanta y yo sigo retrocediendo—¡Pia!—caigo al sofá y me extiende a su hijo, al cual por inercia debo coger, o caería directo al suelo—. Voy a matarlo-la miro.

—Por tu propio bien espero que no. Decreto que todos los jueves de cada mes, será mi día, y tú deberás cuidarlo.

—¡No sé cambiar un puto pañal!

<<¿Por que lloras?>>

No me gustan los niños.

—Aprendes—sale y yo tras ella.

—¿Y si me vomita?

—Te limpias—se encoge de hombros bajando la escalera.

—¿Y si tiene hambre?

—Dejé varios biberones preparados en la nevera, pues le das uno y ya está—se acerca a la puerta.

—¿Y si llora?

—¡Hazal!—se da vuelta y apoya sus manos en mis hombros—Lo harás genial—se acerca a la mejilla de su hijo—. Tía Hazal te cuidará, ¿va? Sé un niño bien.

—¡Carajo, tiene dos meses de nacido, no te entiende!—ella sube sus ojos asesinándome y vuelve a su hijo dándole un beso en la frente.

—Por tu bien—se recompone hasta que quedamos frente a frente—, deja tu asqueo de lado. Anda, debes practicar.

—¡Te odio!—chillo cuando abre la puerta de ingreso.

—No provoques un homicidio, y deja de quejarte.

—O sea que das por sentado la probabilidad que lo mate.

—No, no, no—niega del otro lado—. Tu serás la muerta—y cierra dejándome sola con Ángel.

Hazal ✅ (# 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora