Capítulo 46

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Hazal

Después de cinco días ( dos, restando cuando estuve inconsciente en el hospital) volvería al trabajo.

—¿Te veo a la hora de la cena?

—Sí, papá —me burlo y Jayden me tira el paño de cocina sacándome la lengua.

—Despavila, anda. Shu.

Rio alejándome.

—Chau, mi amor —me despido de Pumba llenándolo de besos—. Te amo—y me da un lengüetazo.

—Adiós—vocalizo a Paulina que estaba en una reunión a través de su laptop.

Cierro la puerta, me coloco mis audífonos y le doy play.

Me lleva siete canciones hasta llegar a mi lugar de trabajo.

—Pero bueno, si desapareces y vuelves con estos ánimos, por el amor de Dios hazlo más seguido.

—¿Faltar?—sonrío dándole un beso en la mejilla.

—No, el buen humor.

—Hola, Harry.

—Hola.

—Oye, ¿Ha estado de buenas?—miro a la oficina de mi jefe.

—Como siempre.

—Entonces está de buenas —ironizo.

—Tú sí me entiendes.

—¡Ustedes dos! ¡A trabajar!

—¡A la orden, mi capitán!—replicamos a la vez.

—Te extrañé, novata—se limita a decir más suave antes de volver a su oficina.

Es un hombre de bien. Amargado cuando quiere, pero simpático.

—Bueno—suspira exageradamente—. Supongo que ser nuevo por dos meses no valió de nada. Llegas tú y te ganas su cariño en dos semanas.

—Un don que tengo—me encogo de hombros con una sonrisa inocente.

—Vete ya, agrandada.

Prendo la televisión en lo que limpio las mesas antes de que entre nuestro primer cliente.

Es un hombre de ochenta años, y desde que tiene uso de razón viene aquí. Este hogareño lugar viene de tres generaciones y, aunque el dueño ya es grande, viudo y sin hijos, no cree que hay mejor persona para quedarse a cargo que Harry. Porque, ahora nos podremos llevar bien, pero el primer día ¡Jesús! Me miró con una cara ...como si viniera a robarle su puesto. Me contó que, salió de su país huyendo del estúpido de su padre rasista y nazi.

Creo, no, estoy segura, que fue la mejor decisión que pudo haber tomado.

Viejo estúpido.

En fin, llegó aquí sin saber que mierda hacer de su vida, quería tener su propia cafetería. Y aquí la cosa, uno por lo general aspira a cosas como un bufet de abogados, una empresa, un restaurante, estudio de tatuajes, pero ¿Tener una cafetería? Ni en un millón de años lo había escuchado.

Por lo que, detrás de ese papel de jefe amargado, se esconde un hombre con buenos sentimientos.

¿Cómo me enteré que lo eligió a él? El hombre mismo me lo confesó.

Me alegro que él pueda cumplir ese sueño.

¿Cuál es el mío? Volver con Serkan y sus hijos, perdón....mis hijos. Convertirme en escritora, y vivir de eso por lo que me queda de vida.

La campana suena, indicio de que empezamos.

—Hola, señor, ¿Un café y una dona con un zumo de naranja?

—Tú sí sabes niña—me señala con el dedo índice.

—Ya se lo traigo—sonrío dándome la vuelta.

Camino hacia el otro lado del mostrador para comenzar a preparar la orden, dado que solo somos dos los que trabajamos en el lugar. Por suerte se un poco de cocina, pero en su mayoría Harry es el experto.

—¡Dios!—protesta mi compañero cubriendo su cara con el paño de cocina.

—¿Y a ti que te pasa?—rio.

—Es la quinta vez, porque las cuento, que viene aquella mujer aquí—señala con su cabeza a una que nos da la espalda—. Viene, pregunta por ti, y se va al no verte.

—Bueno pues.....—tomo mi libreta—. Yo me encargo, ya estoy aquí—le giño un ojo y voy hacia la mesa junto a la puerta.

La mujer tiene el diario frente a su cara, por lo que se me dificulta mirarla a los ojos, así que carraspeo haciendo notar mi presencia.

Antes de que pudiera presentarme, la mujer coloca el periódico en la mesa y saca sus gafas de sol.

Mi mundo se detiene. Tenerla así, frente a mí, después de todo....

¿Qué demonios hacia aquí? En Italia, en la cafetería. ¿Por qué querría verme? ¿Por qué preguntaría por mí?

Miro a mi compañero, dejaba el desayuno a nuestro mejor cliente. Luego vuelvo a ella. No puedo moverme del lugar, intento articular palabra, pero no puedo. Verla significa recuerdos, pero recuerdos de mierda.

—Dado que no vas a hablar. Lo haré yo.

Trago grueso, por más que quiero irme, mis piernas dicen lo opuesto, se quedan plantadas en el mismo lugar, frente a ella.

—Primero me presento. Un placer, soy....

—Ya sé quién eres.

—No sabes mi nombre—sonríe.

—Tampoco tengo la intención de saberlo —riño apretando mi libreta con la mano.

—¿Nunca te han hablado de mí? ¿Cómo me llamabas entonces?—apoya su espalda en el respaldar del sillón.

Fácil.

La loca.

Hazal ✅ (# 1)Where stories live. Discover now