Capítulo 7

2.1K 135 5
                                    

Año actual

Hazal

—¿Los años te quitaron la audición?—me cruzo de brazos indignada —. Te pregunté algo.

—Me da gusto verte —da un paso hacia adelante y yo retrocedo uno.

—Te quiero lejos—mascullo.

—Hija, ¿no te parece que ya es tiempo que dejemos este enojo absurdo? El rencor no es bueno, menos para la salud.

—Sí, bueno, los golpes tampoco, y aquí estamos.

—Ya está, te hemos perdonado.

—¿Qué ustedes qué?

No puedo creerlo. Tuve que escuchar mal.

—Todos los errores que cometiste. El huir de casa de aquella absurda manera y por un capricho—sonríe—. Te perdonamos. Queremos que dejes tus estupideces de lado y vuelvas con nosotros a tu casa.

—Esta es su casa —interviene mi mejor amiga ante mi silencio —. Ella vive aquí y está bien con eso.

Mi madre la ignora sin quitar sus ojos de mí. Sin borrar esa estúpida sonrisa.

—¿Viajaste tanto solo para decirme esto?

—Bueno, no es como si respondieras mis llamadas o mensajes.

—Porque nosotras no tenemos nada de que hablar. Y vete de mi casa, por favor.

Sin embargo, soy yo quien sale de la sala, y recién ahí, cuando mía pies tocan el pasillo, ella vuelve a hablar:

—Detuvieron  a Santiago. Está imputado por abuso físico y psicologíco. Supuestamente manipuló a una chica para que se acostaran, y al hacerlo, el puso una serie de reglas que ella aceptó.

Trago grueso y veo por el rabillo del ojo, como Pia no quita su mirada de mí.

—Solo que luego se pasó de la raya y malpensó todo. Dijo que abusó de ella, pero no hay signo de dicha acusación.

Me doy vuelta reteniendo las ganas de llorar.

—¿Y tú le creíste? ¿A él?

—No, ya no. Hija—se acerca rápidamente y apoya sus manos en mis brazos —. Quiero hacer las cosas bien, que hagamos las pases. Mira —va hacia la cocina con una sonrisa y nosotras nos miramos un tanto perdidas ante sus reacciones—Traje muffins—me extiende uno y no lo acepto—. Anda, son tus favoritos—insiste.

—No—aprieto mi mandíbula —. Iré a cambiarme, tienes cinco minutos o menos, para salir de esta casa, de esta ciudad, y no volver nunca más en tu vida.

No espero réplica alguna y voy a mi recámara. Cierro con pestillo y camino de un lugar a otro controlando las lágrimas.

Me visto rápidamente poniendo la ropa que ella había tocado anteriormente.

Una vez duchada y arreglada, bajo.

Me dirigo a la cocina y contengo una risa ante la imagen brindada.

—No me jodas—Pia se da vuelta con la boca llena—. Son los mejores muffins que he probado en mi vida—traga cubriéndose la boca—. Apartó esos para ti. Están que te mueres, pruébalos.

Dibutativa lo termino haciendo. Le doy apenas un mordisco y ante la delicia, otro, y otro, y otro. Y en menos de lo que me di cuenta, me había deborado los cuatro.

—Podemos odiarla por todo lo que te hizo, pero no me negarás que están buenísimos.

—Lo admito. Pero eso no quita el hecho de que la quiera lejos.

—Creéme, con las palabras que le dije y la manera poco sutil en la que la eché, no querrá volver jamás.

Reímos y yo me imagino sus típicas palabras y actitudes de mamá oso. Siempre fue la más fuerte de nosotras dos. Incluso a la distancia, cuando se mudó, hablamos y seguía manteniendo la firmeza en su voz. Yo intenté ser igual, y acabé internada por días y dando puras explicaciones a mi amiga del porqué jamás acudí a ella.

••••••¢••••••

Me levanto y veo la hora en mi mesa de noche. Las dos de la madrugada. Voy rápidamente al servicio, levanto la tapa del inodoro y lo expulso todo. Es la tercera vez en lo que va de la noche, que vomito. Apoyo mis manos en la taza del escusado y percibo gotas de sudor en mi cuerpo. Mi corazón arde y la cabeza se me parte en millones de pedazos.

Otra arcada.

¿Pero qué demonios?

Las lágrimas salen de mis ojos por la fuerza empleada y mi cuerpo pierde firmeza. Me sostengo con más precisión a medida que dejo que lo que sea que haya comido, me vacíe el estómago.

No sé cuánto ha pasado, pero entra mi amiga sin saber que hacer. Solo sostiene mi cabello en un puño dejándome via libre.

—¿Cuánto llevas así?—susurra atenta a mis reacciones.

—Yo...—contesto cuando dejo de vomitar —no lo sé. Pero me duele mucho aquí —señalo mi vientre con lágrimas en mis ojos.

—Hazal, no....—pero se calla al tiempo que me ve girando nuevamente al inodoro para seguir vomitando—. Llamaré a una ambulancia.

Y no me niego en lo absoluto.

Quince minutos después, estoy arriba de una ambulancia rumbo al hospital.

Lo primero que hacen al ingresarme es llevarme por urgencias. Pierdo a mi amiga de vista, y los recuerdos, para nada buenos, de este lugar, invaden mi mente.

Siento que voy a morir. Pero sé que no es así.

Me hacen un lavado de estómago y no sé qué más. Me dejan en una habitación y yo caigo dormida.

No sé porque, un pensamiento me inquieta antes de descansar.

No, mi madre no pudo envenenarme.

<<¿Por qué no? ¿Qué tal si fingió todo?>>

No, su odio y desprecio no puede llegar a tanto.







Hazal ✅ (# 1)Where stories live. Discover now