Capítulo 39

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Hazal




Daxen empezó con un terapeuta dos días después de navidad. Pese que aún hay mucho que trabajar, lo veo mejor. Mucho mejor. Y así mismo, puedo hablar de Serkan, visita con frecuencia a su hija, y lleva una sonrisa, que bien puede fingir, pero yo sé que no lo hace.

Hace dos semanas mi vida cambió por completo, y para mal, fue una pesadilla que, hasta ahora sigue consumiéndome. Pero me mantengo cuerda por ellos.

No creí acabar así.

Hoy tomé otro calmante ante el dolor en la parte baja de mi abdomen, más que nada en el lado izquierdo.

Luego del sangrado que tuve la otra vez, no volvió a pasar, por lo que no fue mi periodo, así que desconozco el origen de aquello, y tampoco me da la gana buscar el motivo. Dicen que internet te asusta.

—¿Sigues mal?—se interesa Chanel.

Estoy recostada en la cama porque, si bien es leve, un mínimo movimiento que haga, y se va todo al carajo.

—Ya pasará, de seguro está por venirme—esbozo una sonrisa.

—¿Segura?

—Que sí, descuida.

—Vale. Escucha, debía ir a buscar a Daxen a la fiesta de uno de sus compañeros, pero me surgió un inconveniente y no puedo ir. Si lo buscas por mí, te lo agradecería un montón.

—Claro.

—¡Gracias! Ya te paso la dirección.

Elvira estaba cuidando a su nieto. Serkan recopilaba todas las pruebas para ganar el juicio. Nada de Santiago, y nada de la loca. Fue como....si hubiera desaparecido de la tierra.

Chanel me dice el lugar al que debo ir, y se va, aunque insistió en llevarme, preferí caminar.

Busco mi bolso de mano. Hoy hace calor ¡Diciembre! Y hace calor.

Si no nos mata otra enfermedad, nos mata el cambio climático.

Cierro con llave y comienzo a caminar hacia la casa escrita.

Sin embargo, todo, absolutamente todo de va a la mierda cuando un auto toca bocina y estaciona a mi lado, hubiera hechado a correr si no estuviera Daxen el el asiento trasero hablando con un compañero de él.

Miro al conductor.

Palidezco.

El estómago se me cierra y el dolor aumenta.

<<Estrés>

—¡Hazal!—exclama el niño, pero no puedo desviar los ojos del imbécil que conduce.

—Sube—ordena él con falsa simpatía, y por si me fuera a negar, muestra el arma que tiene entre medio de las piernas.

Abro la puerta de copiloto y me siento.

—¿Qué quieres?—riño mirándolo en lo que Daxen y el otro están jugando con el móvil.

—Ey, no hay necesidad de tratarme así, soy tu novio.

—Ex novio—corrigo.

—Íbamos a casarnos, pero no tuviste mejor idea que huir cómo cobarde.

—Vete a la mierda, Santiago—hago el intento de darme la vuelta para decirle a Daxen que nos vamos, cuando el estúpido me detiene.

Quita su cinturón y pasa al asiento del copiloto sentandose arriba mío. Mi corazón se acelera y no en el buen sentido.

—¿Qué haces?—inquiere Daxen.

Hazal ✅ (# 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora