EXTRA 3

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Hazal



—No pasa nada —le sonrío, aunque por dentro me duele muchísimo.

Me había golpeado la mano con la mesa.

—No tienes que fingir conmigo.

—Iré a bañarme —dejo un beso en su mejilla y me adentro al servicio.

Prendo la ducha y me siento en el suelo. Abrazo mis piernas mirando un punto fijo al frente.

¿Puedo poner los platos aquí dentro?—señalo una parte del fregadero.

—Te hago una pregunta, ¿Se puede saber cuándo vas a poder lavar?

Mi sonrisa y simpatía se desvanece.

—Te lo digo bien, ¿Eh?

Pero la conozco lo suficiente para saber que las intenciones de aquella pregunta, están lejos de ser inocentes.

—No lo dices bien, mamá.

—A ver, estás hace dos meses así, sin hacer nada.

Y aquí vamos otra vez.

—¿Sin hacer nada? ¿Hablas en serio? Cocino, lavo, seco y guardo.

—No haces cuánto deberías.

—Para ti nunca es suficiente. Pues bien.

Que gane.

—Ya mismo te lavo.

—No, con esas ganas no. No necesito nada de ti, puedo hacerlo sola.

—Bien, pero no me dijiste eso porque querías saber, tenías otra intensión. Que si hago, no hago. Que si no hago, porque no hago.

—¡Nunca te puedo pedir nada!

Perfecto.

—¡Es que siempre soy yo! ¡A mí me retas, para mí siempre va la mierda! ¡Siempre es mi culpa!

—No te confundas, ¿De verdad piensas que a tus hermanos no los castigo?

Hasta aquí.

Tomo mi móvil. Llorar frente a ella es algo que me prometí no hacer hace mucho.

—Cuando te vayas, bajo a lavar.

Me abrazo aún más.

Subo las escaleras de dos en dos y me encierro en mi cuarto.

Me siento en el suelo y pienso.

Bajo nuevamente, tengo más que decir.

—Ayer te lavé todo, sequé y guardé. Y volví a hacerlo. Pero para ti nunca es suficiente¡Jamás!

—Dos platos locos. Nada más, después de comer es lo mínimo que podrías hacer.

—Hoy hice todo. Incluso cuando la mano me dolía.

—Uy, sí, porque hacer un arroz es todo un problema.

Y calentar las verduras. El agua, y sostener una olla que pesa y me hace doler la mano, ¿pero a quien le importa?

Vuelvo a mi habitación sin más que decir.

Y por primera vez en toda mi vida, le daré motivos para que diga que no le ayudé. PERO SOLO EN ESO.

Tal vez me curaría más rápido la mano si no la utilizara e hiciera el reposo que me había dicho el médico. Pero aquello nunca lo hice dado que siempre ella me pedía algo, y no podía negarme porque no quería ser mala hija, porque tenía que ayudarle, y porque si no, se enojaba. Y pese a mi dolor de mano, le daba motivos para que no se enoje y motivos para que no me diga que nunca hago nada, hasta tendía su cama y la mano me dolía, y aún así me callaba la boca. Pero yo era la exagerada, el pastorcito mentiroso,  la que estaba abusando de las demás personas para nunca hacer nada.

—Lo que siempre fui, es una idiota.

Cuando soy consciente del presente, el baño está lleno de vapor y súper sofocante.

Me adentro a la ducha y abro un poco el agua fría, y así esté a temperatura ambiente.

Si hasta hace unos segundos sonreía, ahora estoy muy lejos de aquello.

¿Cómo puede un recuerdo cagarme tanto el día?

Cierro mis ojos colocándome bajo la ducha, y así dejar que el agua me caiga.

Rodeo mi mano, lo que ahora era cuidado, años atrás eran quejas.

Ahora a alguien le importaba.

Antes solo eran protestas y menosprecio.

Yo nunca fui santa. Pero sí lo suficientemente estúpida para que aquellos comentarios me afectasen.  O tal vez no eran los comentarios en sí, tal vez era que mi propia madre los decía.

Y mientras solo tenía ganas de que todo termine. Mientras solo tenía miedo a morir pero querer que todo acabe.

Mientras no me veía logrando nada, siendo un rotundo fracaso. Sin nadie que pudiera siquiera intentar quererme. Mientras me veía sin salida.

Ahora tengo ganas de seguir viviendo.

Ahora soy feliz, porque estoy rodeada de gente que me ayuda a progresar.

Ahora tengo al hombre que amo, y del cual estoy completamente enamorada, entrando a la ducha conmigo, y una sonrisa pícara en sus labios.




Hazal ✅ (# 1)Where stories live. Discover now