1

4.8K 276 17
                                    

Calor..., ¡madre mía, qué calor me está entrando Jeon Jungkook, mi amor, mi marido, mi deseo, mi todo, me mira juguetón. La gente nos rodea mientras tomamos una copa en la barra del atestado local. Estamos felices. La última revisión de los ojos de mi amor, tras regresar de pasar las Navidades

en Busan con mi familia, ha ido viento en popa. Su problema en la vista es una enfermedad degenerativa que se agravará con el paso de los años, pero de momento todo está controlado y bien.

—Por ti y por tus preciosos ojos, corazón —

digo levantando mi copa.

Mi alemán sonríe, choca su copa con la mía y murmura con voz ronca, el muy ladrón:

—Por ti y por tus maravillosos jadeos.

Sonrío..., sonríe.

¡Adoro a mi marido!

Llevamos cinco años juntos y la pasión que sentimos el uno por el otro es intensa, a pesar de que en los últimos meses mi gruñón favorito esté demasiado pendiente de Jeon, su empresa.

En este instante, Kook está ansioso de mí. Lo sé. Lo conozco. Y, mientras pasea la vista por mis piernas, veo el morbo en su mirada. Ese morbo que me pone a mil y me hace disfrutar.

Sé lo que quiere, lo que anhela, lo que desea, y yo, sin dudarlo, sentado en el taburete, se lo doy. No quiero esperar más. Con un gesto erótico, me subo la falda de mi sensual vestido negro ya que la ocasión lo amerita y no juzgan al ver a un Omega con vestido, abro las piernas para él. Para mi amor. Kook sonríe. ¡Me encanta su sonrisa pícara! Y, antes de que pregunte, susurro:

—No llevo.

Su sonrisa se amplía al saber que no llevo bragas. ¡Qué bribón! Entonces, tras acercarse a mí, pasea su boca por la mía y murmura poniéndome a cien: —Me encanta que no las lleves.

Segundos después, sus manos recorren mis muslos posesivamente y con seguridad. Tiemblo. Mi respiración se acelera, mi cuerpo se enciende y, cuando siento cómo esas manos que adoro se desplazan hacia la cara interna de mis

piernas, cierro los ojos y jadeo.

Kook sonríe..., yo sonrío y doy un pequeño saltito sobre el taburete cuando su dedo separa los labios de mi vagina y se introduce en mi interior.

¡Oh, Dios, cómo me gusta que lo haga!

Cierro los ojos extasiado por el momento y el juego. Ese morboso, caliente y apasionado juego que, ahora que somos padres, nos permitimos menos de lo que nos gustaría pero, cuando lo hacemos, lo disfrutamos con frenesí.

—Pequeño...

Pequeño... ¡Mmm! Me fascina que me llame así.

—Pequeño, abre los ojos y mírame —insiste con su voz ronca cuando saca el dedo de mi interior.

Su voz... Adoro su ronca y fascinante voz con ese acentazo alemán que tiene, y, sin vacilar, hago lo que me pide y lo miro.

Estamos en el Sensations, un local swinger de intercambio de parejas que frecuentamos siempre que podemos y donde dejamos volar nuestra

fantasía y alimentamos nuestros más lujuriosos deseos.

Hemos quedado con Tae y Mel, nuestros grandes amigos. Unos amigos con los que compartimos, además del día a día, una parte de nuestra morbosa y caliente sexualidad, aunque entre Mel y yo nunca ha habido nada, ni lo habrá.

Kook se mira el reloj y yo lo miro también. Las diez y veinte.

Veinte minutos de retraso y, sin dudarlo, mi amor saca su móvil con su única mano libre, pues la otra la tiene entre mis piernas, hace una corta y rápida llamada y, cuando cuelga, dice metiéndose  el teléfono en el bolsillo del pantalón oscuro:

juegos de seduccion IVWhere stories live. Discover now