17

1.7K 205 15
                                    


 
A la mañana siguiente, todos saben lo ocurrido. Todos menos los padres de Betor; ya se encarga Juan de que Hye no abra la boca.
Mi hermana está enfadada y, por lo que veo, con su marido también.
Pobre, ¡la que le ha caído!
Mel y Lluvia intentan hablar con ella, pero la cabezota de Hye se ha cerrado en banda, sólo ve en nosotros a unos degenerados y, cuando pasa por nuestro lado, en especial por el mío, me lo dice a pesar de los gruñidos de Juan.
—Joder con tu hermana —protesta Mel. Luego me lleva hasta la terraza, donde nos sentamos a tomar el sol, y añade para quitarle hierro—:
Bueno, la verdad es que si mi hermana Scarlett se enterara de cómo es mi vida sexual, seguro que reaccionaría como ella.
Lluvia se nos acerca con unas copas y se sienta con nosotros.
—Deben comprenderlas —dice—. No todo el mundo entiende este tipo de prácticas sexuales.
—Lo sé —afirmo viendo a Kook sonreír a la pequeña Emily—, e intento ponerme en su lugar, porque ella es muy tradicional.
—Bueno..., bueno... —dice Mel riendo—. No te fíes de las tradicionales, que ésas luego son las peores y las más viciosillas.
Los tres reímos, y luego yo añado:
—No, en serio, Hye siempre ha sido muy tradicional en temas de sexo. Con su anterior alfa, sé que hizo el misionero y poco más, pero con Juan estoy seguro de que se ha espabilado, y más que se espabilará tras enterarse que él también participó en orgías en otra época.
De nuevo reímos. Qué brujas somos los omegas cuando nos juntamos.
—min —dice Lluvia entonces—. Ya sé que no te va el sado, pero ¿no te gustó cómo anoche te ató Kook las manos a la espalda y...?
—No me disgustó, pero prefiero tener las manos sueltas — respondo.
—Pero ¿no te excitó? —insiste.
Si lo pienso, claro que me excitó.
—En ocasiones —digo bajando la voz al ver a Sami correr por nuestro lado—, Kook y yo nos atamos a nuestra cama y...
—Pero no es lo mismo, min —vuelve a la carga Lluvia—. Ayer te ató en un juego de varios y pude ver en su cara que disfrutaba con ello. Eso me sorprende. Sin lugar a dudas, le vio la cara cuando estaba detrás de mí.
—Que no —repito—. Que el sado no me va.
Que no me gusta sufrir.
—Yo no sufro..., al revés, disfruto —dice Lluvia riendo.
Mel da un trago a su bebida y, después de que Pipa nos indica que se lleva a los niños a la sala de juegos, murmura:
—A mí tampoco me va.
—Pero ¿lo has probado? —pregunta Lluvia.
Mel asiente y, bajando la voz, cuchichea:
—Lo probé hace años con un tipo. Pero un día, tras pasarme un buen rato atada y suspendida en el aire, decidí que no era lo mío. Aunque, bueno, reconozco que cuando he estado en la cruz sujeta sí me ha excitado y lo he pasado bien.
—¿Te excita la cruz? —pregunto.
—Sí, y a Tae también —dice sonriendo con picardía—. Creo que deberías probarlo. Estoy segura de que te gustaría.
—¡Ni loco! —resoplo—. Si accedo a eso, sin duda accederé a más cosas, y repito: ¡paso del sado! Mel y Lluvia sonríen. Ambas lo han probado. Esta última cuchichea:
—Pruébalo con Kook. Hace tiempo, Beto me contó que los tres estuvieron en alguna fiestecita BDSM. Y, por lo que sé, se lo pasaron muy bien.
Mel y yo nos miramos. Primera noticia.
—¿Y cuándo dices que han estado en esas fiestecitas? —pregunta Mel cambiando el tono de voz.
Al ver su reacción, Lluvia se apresura a responder:
—No..., no..., no es actual. Él me contó que fue hace años.
En ese momento aparece Betor y, posicionándose junto a su mujer, pregunta:
—¿De qué hablan tres preciosos omegas bajo el sol?
—De sado —responde Lluvia. Beto sonríe.
—Mi vida linda, viciosa y hermosa — murmura—. Son las doce de la mañana, la casa está llena de gente y mis viejos están en el salón con nuestros bebitos. Pero, si no estuvieran, ahorita mismo te desnudaría, te ataría sobre la banqueta y jugaría un buen ratito contigo como nos gusta.
Lluvia sonríe, se acerca a la silla de ruedas de su marido y lo besa.
—Ni los tacos están tan sabrosos como mi dueña —murmura Beto.
Mel y yo nos miramos y sonreímos. Los recién estrenados papis están como atontados. Cuando el beso acaba, Beto me mira y señala:
—Tu hermana está totalmente norteada. Si seguimos su plan, vamos a entrar en broncas. Ni te cuento, lo ha soltado todo por su boquita cuando me ha visto esta mañanita.
Asiento. Me imagino a mi hermana, mientras pienso qué puedo decirle o hacer para que respete lo que yo hago. Al fin y al cabo, se trata de respetar. Yo respeto lo que a ella le gusta, y ella debería respetar lo que a mí me gusta pero, claro,
¡hazle entender eso a mi dramática hermana!
En ese instante salen a la terraza Tae y Kook muy serios.
—¿Qué ocurre? —pregunto.
—Creo que hay un coreano alemán que se la está jugando — dice Tae.
Al oír eso, rápidamente miro a Kook.
—¿Qué ha hecho?
Kook se sienta a mi lado y suspira:
—Mi madre no me lo ha dicho. Pero, cuando regresemos, me temo que tendremos que hablar con cierto adolescente conflictivo.
Resoplo. No quiero ni pensar qué habrá hecho ahora e, intentando relajar a mi amor, apoyo la cabeza sobre su hombro y murmuro para hacerlo reír:
—Tú y yo solos en una isla desierta seríamos tremendamente felices, ¿verdad?
Mi amor sonríe y, acercando la boca a la mía, murmura:
—Contigo, en cualquier lugar.
Esa noche, en la intimidad de nuestra habitación, Kook me sorprende cuando me pide que me ponga el collar de cuero. Lo hago gustoso y, tras decirme que confíe en él, me ata a la cabecera de la cama y comienza a darme órdenes que yo
acepto encantado mientras me hace el amor con exigencia.
Una vez acabamos nos reímos y, cuando me desata, pregunto mientras estamos tumbados sobre la cama:
—¿A ti te gustaría jugar conmigo atado a una cruz? Mi amor me mira y sonríe.
—Nunca haré nada que a ti te desagrade.
Vale. Su respuesta me gusta, pero insisto.
—Pero ¿te gustaría?
De nuevo su mirada me traspasa.
¡Dios, cómo me pone esa mirada!
Sé que duda su respuesta. Sabe lo que pienso de esas cosas, pero finalmente susurra:
—Claro que me gustaría.
De pronto se levanta y, tendiéndome la mano, dice:—
Ven.
Me levanto. Me pasa una bata que me anudo a la cintura y, tras ponerse él otra, me coge de la mano y salimos de la habitación. Veo que me lleva a la habitación del placer. Kook pone la luz roja y cierra la puerta.
Con curiosidad, observo los artilugios que Beto tiene allí. Sin duda, a él y a Lluvia les gustan cosas que ni a mí ni a Kook nos van.
—¿Te fías de mí? —pregunta mi amor mirándome a los ojos.
Me entra la risa. Claro que me fío de él. Entonces, me besa, desata el lazo de mi bata, ésta cae al suelo y yo quedo totalmente desnudo.
Excitado, me agarro a Kook y disfruto de un increíble beso, hasta que él me separa, me coge la mano y me lleva ante la cruz acolchada.
Yo la miro. Kook me mira a mí y dice:
—En la cruz se pueden jugar a muchas cosas. No sólo a lo que tú crees.
Acto seguido, me da la vuelta, me pone de espaldas a él, sube mis manos hacia arriba y, con unas cintas que cuelgan de la cruz, comienza a atármelas.
—Kook...
Mi amor me apacigua paseando la boca por mi cuello, lo chupa y murmura:
—Tranquilo, pequeño..., tranquilo.
Cuando termina de atarme las manos, se agacha y me hace separar las piernas. Con una cinta, sujeta uno de mis tobillos y luego el otro.
Una vez me tiene totalmente inmovilizado en la cruz, miro hacia atrás. Con Kook nunca tengo miedo de nada. Entonces observo cómo se desabrocha la bata y ésta cae al suelo y él queda tan desnudo como yo.
La luz roja, yo atado y verlo detrás de mí con lo grande que es me intimida. Me pone la carne de gallina, pero no digo nada. Kook nunca me haría daño. Acto seguido, lo oigo moverse y, de pronto, una música estridente que no identifico comienza a sonar. Entonces, veo que Kook coge un azotador con flecos rojos y, pasándolo por mi cuerpo, murmura:
—Cierra los ojos, pequeño.
—Kook...
Intento moverme. La sensación de estar inmovilizado me agobia, pero él insiste.
—Ciérralos y confía en mí.
Hago lo que me pide. Confío en él.
De pronto siento cómo comienza a pasear el azotador por todo mi cuerpo. Es suave, increíblemente suave y, cuando me estoy acostumbrando a su suavidad, un picor en las nalgas me hace abrir los ojos y oigo que Kook pregunta:
—¿Duele?
—No.
Mi amor sonríe y ahora siento el picor en la otra nalga.
Durante un rato, Kook me azota con cuidado las nalgas, los muslos, las pantorrillas y las costillas. El picor es gustoso y, cuando noto que el cuerpo
entero me arde, él suelta el látigo, posa su duro pene en la entrada de mi vagina y me penetra.
Grito.
No puedo moverme. Atado como estoy de pies y manos, me tiene totalmente dominado. Kook, mi grandullón, aprieta el pene en mi interior y murmura:
—La cruz te inmoviliza, y te tengo totalmente a mi merced. ¿Lo notas?
Asiento..., no puedo hablar.
Apoya las manos en mi cintura y la masajea mientras me empala con lentitud. Después, sus manos van hasta mi vientre, bajan..., bajan y bajan y, cuando su dedo se coloca sobre mi clítoris y lo acaricia, Kook susurra en mi oído:
—No me va el sado y lo sabes, pero ahora mismo me encantaría que delante de ti hubiera alguien chupando lo que toco mientras te follo.
Imagínalo. Imagínalo, pequeño, y disfruta.
Extasiado por lo que la unión de todo eso me está haciendo sentir, jadeo en el momento en que él comienza a bombear en mi interior como un animal. Gimo. Me entrego a él. Mi cuerpo rebota contra la cruz acolchada y noto que la sensación
me gusta. Me gusta estar sometido mientras el duro y exigente pene de Kook entra y sale de mí.
Nuestros gritos de placer nacen y mueren en la habitación, hasta que el goce nos puede y, tras una última estocada, los dos llegamos a un caliente clímax.
Acabado el loco momento, ambos permanecemos apoyados en la cruz unos instantes;
yo sobre ella, y Kook sobre mí. Necesitamos que nuestro resuello se tranquilice, mientras la música cañera suena a nuestro alrededor. Minutos después, Kook sale de mí, siento cómo se agacha y, tras darme un mordisquito en la nalga derecha, me desata los tobillos para levantarse finalmente y desligarme las manos.
Una vez liberado, me doy la vuelta, justo en el momento en que Kook apaga la música. El silencio nos llena, nos miramos, sonrío y él sonríe y, tras darnos un fugaz beso, mi amor me agarra por la cintura y dice mimoso:
—Esto es lo máximo que yo quiero hacer contigo en la cruz. Nunca haría nada que te pudiera incomodar ni desagradar, ¿entendido?
Asiento y sonrío. Sin duda, mi amor sabe lo que a ambos nos agrada, y eso me ha gustado.
Pasan dos días en los que por las noches, cuando los niños duermen, Kook y yo, solos o en compañía, jugamos a todo lo que se nos antoja. A todo...
Hye sigue sin hablarme, no se acerca a mí, pero comienza a comunicarse un poco más con los demás. Sin duda, continúa enfadada conmigo, yo soy su guarro hermano y, conociéndola, me va a martirizar el resto de mi vida.
Llega la fecha del bautizo y amanece un precioso día. Todos nos ponemos nuestras mejores galas y salimos en distintos coches hacia la iglesia.
Durante la homilía, Kook tiene que salir a la calle con Emily. Como siempre, el monstruito la está montando. Yo me quedo con el pequeño Kook, que juega con Sami sobre el banco de la iglesia con un cochecito.
Con disimulo, observo a Hye y veo que mira al frente muy digna mientras escucha lo que dice el sacerdote. El cura habla de saber perdonar y entender, e inconscientemente sonrío. ¡Vamos, que parece que sabe lo que ha pasado!
Una vez bautizados los mellizos, todos los invitados, que somos más de cien, nos trasladamos al Club de Golf México, un lugar precioso y colorido. Nada más llegar, unos atentos camareros nos hacen pasar a uno de sus bonitos salones para
el banquete, y, todo sea dicho, me pongo morada a canapés.
¡Qué rico está todo! Y qué poco me importan ahora los cinco kilos engordados...
Pipa y las cuidadoras se llevan a los niños para darles de comer. Los pasan a un salón más chiquitito con otros niños y allí comen, juegan y duermen la siesta mientras los mayores nos sentamos tranquilamente.
Cuando acaba la comida, y los niños siguen durmiendo, nos quedamos sentados a la mesa charlando, y entonces observo que mi hermana discute al fondo del salón con Juan. Desde que ha visto lo que ha visto y él ha confesado algo
de su pasado, sin duda la cosa se ha complicado. No les quito el ojo de encima, hasta que veo que mi cuñado se da por vencido, se da la vuelta y se aleja de ella. Kook, que también se ha dado cuenta, murmura:
—Este viajecito no lo va a olvidar en la vida, el pobre.
Asiento. Desde que mi hermana no me habla, lo paga todo con él.
Por suerte para Hye, el mexicano es tranquilo, muy tranquilo, pero también estoy
convencido de que, como se cabree y lo lleve al límite, mi hermana lo va a pasar mal.
Veo entonces que Juan se dirige al bar y, tras guiñarle el ojo a Kook, voy a su encuentro.
Cuando llego, me siento en el taburete de al lado y, mirando al camarero, pido:
—Póngame lo mismo que él.
Mi cuñado me mira y sonríe.
—Adoro a tu hermana —dice—, la quiero más que a mi vida, pero cuando se pone tan cabezota me dan ganas de... de...
Asiento. Entiendo lo que quiere decir, y murmuro:
—Lamento mucho lo que ha pasado, y me siento responsable de sus discusiones.
El camarero deja ante nosotros dos botellitas de agua.
—Guauuuu... —exclamo divertido—, ¡veo que vas fuerte, cucuruchillo!
Juan sonríe y, mientras me sirve el agua en un bonito vaso, señala:
—El agua siempre aclara las ideas.
Eso me hace sonreír. Sin duda, mi hermana ha encontrado a un buen hombre. Cuando termina de llenar su vaso, dice:
—Yo intuía que aquella noche terminarian en la habitación del placer.
El agua se me va por otro sitio. Me ahogo.
Juan se ve obligado a darme un par de palmaditas en la espalda y, en cuanto me recupero, murmuro:
—¿Por qué lo intuías?
Mi cuñado sonríe y suspira:
—Cuando me divorcié, tuve una temporada loca. Beto me invitó a su habitación del placer varias veces con unas mocitas muy guapas y, por supuesto, acepté. Conozco a César y a Martín y sé qué clase de sexo les gusta. Además, no soy tonto:
vi las miradas que intercambiaban con Kook y con Tae la otra noche e imaginé lo que iba a ocurrir.
Por eso animé a Hye para que nos fuéramos a la cama. —Ay, Dios...
—No te apures, precioso —dice sonriendo con complicidad—. Disfrutan del sexo a su manera, y es tan respetable como el disfrute que yo tengo con tu cabezona hermana. ¿Te imaginas si le propongo algo así a Hye?
—Te abre la cabeza —me mofo.
Ambos reímos por aquello y luego él añade:
—Pero tenías razón en lo que dijiste la otra noche. Nosotros jugamos en la intimidad como lo hacen ustedes, con la diferencia de que Kook y tú hacen lo que les gusta porque estan de acuerdo y, en mi caso, yo no lo propongo porque sé que
Hye me mataría. Por eso me conformo con jugar con aparatitos de silicona, imaginar y fantasear. Y,
una vez dicho esto, siempre negaré que lo he dicho, ¿entendido, cuñado?
Sonrío. Una vez más, Juan me hace sonreír.
—¡Qué grande eres, tío, qué grande! — exclamo.
Una hora después, Kook nos pide unos Manhattan a Mel, a Lluvia y a mí. Sabe que nos gustan mucho y, mientras bebo mi cóctel y escucho
cómo Tae le hace pedorretas a mi pequeña Emily, observo a Beto junto a mi hermana.
Están los dos solos tras las cristaleras de la zona de banquete hablando y veo que ambos gesticulan con las manos. Sin lugar a dudas, están discutiendo.
—Creo que deberías avisar a Juan —
le digo entonces a Kook. —¿Por qué?
—Porque Beto y mi hermana son una bomba de relojería juntos y la pueden liar muy muy muy gorda.
Kook asiente, pero sin levantarse murmura mientras juega con el pequeño Kook:
—Tranquilo, Juan ya está pendiente de ellos. Miro hacia el lugar donde me indica mi amor y veo a mi cuñado junto a los niños hablando con los padres de Beto, mientras con disimulo observa a Hye.
El tiempo pasa, y Beto y Hye siguen juntos. ¿De qué hablarán?
Me agobio. El mexicano tiene una lengua de doble filo que puede hacerle daño a mi hermana si quiere. Pero de pronto veo que se abrazan. ¡Toma ya!
Beto y mi hermana se abrazan y Kook murmura sonriendo:
—Como negociador, no tiene precio.
Tae sonríe y afirma viendo lo mismo que todos:—
Ya sabemos que es el mejor.
Boquiabierto, veo cómo Beto se aleja de Hye en su silla de ruedas, se acerca hasta nosotros, me mira y dice:
—Mi dios, cuando puedas, tu hermana quiere hablar contigo.
—¿Conmigo?
Beto sonríe, sienta a Lluvia sobre sus piernas y musita:
—Ve tranquilo, mi lindo, la fiera ya está aplacada.
Lo miro boquiabierto. ¿Qué le habrá dicho?
De nuevo, busco con la mirada a mi hermana y compruebo que no está donde estaba segundos antes. Rápidamente mis ojos la buscan por el salón y la encuentro junto a su marido. De la mano se lo lleva a un lado, hablan y finalmente veo que ambos sonríen y Hye lo besa.
De nuevo miro a Beto y pregunto:
—Pero ¿qué le has dicho?
El mexicano da un trago del Manhattan de su mujer y responde:
—La verdad y sólo la verdad.
Durante varios minutos observo cómo mi hermana y su marido se hacen mimitos hasta que ella de nuevo se va sola y se sienta tras las cristaleras. Se vuelve hacia mí y me sonríe.
Entonces Kook me acerca a él, me da un beso Y murmura:
—Ve con ella. Yo estaré pendiente de Emily hasta que Pipa regrese con Kook.
Me levanto con decisión, Mel me guiña un ojo y camino hacia donde está Hye. Una vez llego a su lado, ella me mira por primera vez en varios días y, con los ojos llorosos, murmura:
—trompu..., ¿te puedes sentar a mi lado?
Sin dudarlo lo hago. Yo, por ella, hago lo que sea.
Acto seguido, mi nerviosa hermana coge mi mano y dice:
—Sé que en ocasiones soy egoísta y más cerrá que el culo de un gorrión, pero también sé que te quiero y que no quiero seguir enfadada contigo.
—Yo tampoco contigo —respondo.
Hye asiente y, tras secarse los ojos, prosigue:
—Reconozco que, cuando vi lo que vi, me asusté. Sabes que esas cosas no van conmigo ni con mis ideas, pero... pero no debería haber dicho las burradas que dije la otra noche de Kook y de ti.
Y, antes de que digas nada, por supuesto que no te considero un guarro ni un descerebrado, y a Kook tampoco. Creo que eres un hermano fantástico, un hijo maravilloso y un tío de tus sobrinos increíble. Y, si a ti y a tu marido les gusta
ese tipo de sexo, ¡adelante! No hacen mal a nadie, no matan a nadie, no hieren a nadie, sólo disfrutan de su sexualidad a su modo, aunque a mí me siga pareciendo una locura.
Bueno..., bueno..., bueno..., ¡si me pinchan, no sangro!
¿Quién es ésa y dónde está mi cuchu-hermana?
Durante varios minutos, Hye habla y habla, hasta que, dejándome boquiabierto, me abraza y añade:
—Kook y tú se quieren. Son una pareja maravillosa a la que muchos envidian. Yo tengo el mejor hermano del universo y por nada del mundo voy a permitir que nuestra bonita relación se acabe porque yo no haga las cosas como tú.
La abrazo. Aisss, lo que quiero yo a mi Hyeita.
—Te quiero, tonta... —le digo—. Te quiero mucho y...
—trompu —me interrumpe balbuceando—.
Beto tiene razón. En ocasiones damos importancia a enfados tontos sin percatarnos de que esas tonterías nos restan felicidad hasta que pasa algo realmente importante y entonces ya no hay forma de recuperar el tiempo perdido. Yo no quiero perder el tiempo contigo porque te quiero
—la cara se le descuajeringa como a un chimpancé —, eres el mejor hermano del mundo.
Sonrío. Me emociono y, abrazando a la tonta de mi hermana, afirmo:
—Yo también te quiero, te lo he dicho y te lo diré todas las veces que quieras.
—¿Aunque te haya llamado guarrillo degenerado?
Suelto una risotada.
—Por supuesto.
Mi hermana se limpia con cuidado los ojos para que no se le corra el maquillaje y cuchichea:
—Que conste que sigo escandalizándome cuando pienso en lo que haces con tu marido, pero estoy avergonzada; ¡te llamé guarrilla! ¿Cómo pude hacerlo?
—Te lo perdono —digo y sonrío mirándola—, y te lo perdono porque sé que en la intimidad, con tu cucuruchillo, eres tan guarrilla y degenerada como yo.
Hye también sonríe y se pone roja.
—Ay, tonti, ¡no digas eso! Por cierto, tengo que decirte una cosa o reviento.
—Tú dirás —respondo dispuesto a escuchar lo que quiera.
Mi hermana me mira y, tras uno de sus suspiritos, dice:
—Como diría papá, quien juega con fuego se quema. Ten cuidado y no te quemes.
Vuelvo a reír, es imposible no hacerlo, cuando añade:
—¿Sabes? Tenías razón en algo.
—¿En qué?
Hye se acerca más y, bajando la voz, cuchichea roja como un tomate:
—En que cuando jugamos con Al Pacino o Kevin Costner, cierro los ojos y pienso en ellos.
¡Soy un zorrón!__

juegos de seduccion IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora