A la mañana siguiente, cuando me despierto, estoy solo en la cama. Miro el reloj: las diez y veinte.
Rápidamente me levanto.
¿Por qué Kook no me ha despertado antes?
Como un loco, me visto. Me pongo unos vaqueros, una camiseta y unas zapatillas de
deporte y vuelo escaleras abajo.
Cuando llego a la cocina, Jeen, Pipa y Kook están con los niños, mientras que Mike está
tecleando en su móvil. Como una exhalación, entro y le pregunto a mi amor:
—¿Por qué no me has despertado?
Él se acerca a mí con una preciosa sonrisa y, tras besarme en los labios, responde:
—Porque necesitabas dormir. Buenos días, pequeño.
Que esté de humor me hace sonreír y, sin querer pensar en lo que hablamos la noche
anterior, miro a mi alrededor y pregunto:
—¿Dónde está Sami?
Kook, que está haciéndole una pedorreta a Emily, no responde. Mike me mira entonces con
cara de apuro y dice:
—Tae ha venido esta mañana y se la ha llevado.
De pronto, el teléfono móvil de Kook suena.
Echa un vistazo a la pantalla y, mientras le entrega la niña a Pipa, dice:
—Es Weber, para unos temas de la oficina. Iré al despacho a hablar con él.
—¿Otra vez trabajo?
Kook resopla y sale de la cocina sin contestar.
Cuando ya se ha ido, me acerco a Mike.
—¿Qué te ocurre, cariño? —le pregunto.
Ahora que Kook no está, él me mira directamente a los ojos.
¡Uy..., uy..., esa miradita de cordero degollado...!
¿Qué habrá hecho, Dios mío? ¿Qué habrá hecho?
Acostumbrado a su especial mirada mexicana alemana, levanto las cejas y finalmente él dice:
—¿Podemos ir a mi habitación?
¡Lo sabía!
¡Sabía que ocurría algo!
Convencido de que tiene algo que contarme, asiento y los dos salimos de la cocina. Al salir,
veo que Mike mira en dirección al despacho de Kook y, cuando se asegura de que está la puerta cerrada y no nos ve, me coge de la mano y, tirando de mí a toda prisa, dice:
—Vamos.
Subimos la escalera de dos en dos y en silencio. Al llegar a su cuarto, entramos, él cierra
la puerta y me mira. —Mamá —dice—, tengo que contarte algo. Asiento. Sin duda, la cosa va a traer miga. Me siento en su cama tras quitar un par de camisetas que como siempre ha dejado tiradas y pregunto con un suspiro:
—Lo sé. Conozco tu mirada, así que ¡dispara!
Mi hijo se rasca el cuello. Bueno..., bueno..., que a éste le van a salir ronchones también.
Después se rasca la coronilla y finalmente va hasta su mesilla, rebusca en el cajón y,
tendiéndome un sobre, dice:
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juegos de seduccion IV
Fanfictionacompañame a leer la cuarta temporada de esta hermosa y erótica historia