Kim JongIn Parte 2

317 38 1
                                    

Una hora después, Taemin se acurruca a mi lado y descansa su cabeza en mi pecho. Su lencería y mi ropa están esparcidas por el suelo de la habitación, junto con dos sobres vacíos de condones y el bote de lubricante que no hemos necesitado abrir.
Las caricias me ponen un poco nervioso, pero no puedo apartarlo y exigirle que se largue; no cuando claramente ha hecho un gran esfuerzo para este juego de seducción.
Pero eso también me preocupa.
Los chicos y chicas  no se adornan a saco con ropa interior cara para un polvo ¿verdad? Mi respuesta es «no» y las palabras de Taemin validan mis inquietantes pensamientos.
—Te he echado de menos, cariño.
Mi primer pensamiento es: mierda.
Mi segundo pensamiento es: ¿por qué?
Porque en todo el tiempo que Taemin y yo hemos estado acostándonos, Taemin no ha hecho un solo esfuerzo para llegar a conocerme. Si no estamos echando un polvo, solo habla sin parar sobre sí mismo. En serio, no creo que me haya hecho una pregunta personal desde que nos conocemos.
—Eh… —Lucho por dar con las palabras adecuadas, cualquier secuencia que no incluya «Yo. Te. He. Echado. De. Menos» ni
«También»—. He tenido lío. Ya sabes, los exámenes parciales.
—Obviamente. Vamos a la misma universidad. Yo también he estado estudiando. —Hay un punto de enfado en su tono de voz—. ¿Me has echado de menos?
Joder. ¿Qué se supone que debo decir a eso? No voy a mentir, porque eso solo le daría falsas esperanzas. Pero no puedo ser un cabrón y admitir que ni siquiera se me ha pasado por la cabeza desde la última vez que nos enrollamos.
Taemin se incorpora y entrecierra los ojos.
—Es una pregunta de sí o no, JongIn. ¿Me. Has. Echado. De. Menos?
Mi mirada va rápidamente a la ventana. Sí, estoy en el primer piso y planteándome en serio saltar por la ventana. Eso da una idea de lo mucho que quiero evitar esta conversación.
Pero mi silencio lo dice todo, y de repente Taemin sale volando de la cama, su pelo rubio moviéndose en todas direcciones mientras gatea recuperando su ropa.
—Ay, Dios. ¡Eres un capullo integral! No te importo para nada, ¿verdad, JongIn?
Me levanto y voy en línea recta hacia mis pantalones vaqueros.
—Sí que me importas —protesto—, pero…
Se pone las bragas con furia.
—Pero, ¿qué?
—Pero pensé que estábamos de acuerdo sobre lo que era esto. No quiero nada serio. —Lo miro fijamente—. Te lo dije desde el principio.
Su expresión se suaviza mientras se muerde el labio.
—Lo sé, pero… Solo pensé…
Sé exactamente lo que pensaba, que me enamoraría de el y que nuestros polvos informales se transformarían en el puto Diario de Noa.
Honestamente, no sé ni por qué me molesto en soltar las reglas. En mi experiencia, ningun chico o chica se mete en una aventura creyendo que la cosa va a quedarse como una aventura. Puede decir lo contrario; es posible que incluso se convenza a sí mismo de que a el le parece guay el sexo sin ataduras, pero en el fondo espera y reza para que se convierta en algo más profundo.
Y entonces yo, el villano en su comedia romántica personal, llega y rompe esa burbuja de esperanza, a pesar de que yo nunca mentí sobre mis intenciones ni lo engañé, ni siquiera por un segundo.
—El hockey es toda mi vida —le digo con brusquedad—. Entreno seis días a la semana, juego veinte partidos al año, o más si hacemos postemporada. No tengo tiempo para novios, Taemin. Y te mereces muchísimo más de lo que yo te puedo dar.
La infelicidad nubla sus ojos.
—No quiero ser más tu rollo de un rato. Quiero ser tu novio.
Otro «¿por qué?» casi se me escapa, pero consigo morderme la lengua.
Si el hubiera mostrado algún interés por mí fuera del tema carnal, podría creerle, pero que no lo haya hecho me hace preguntarme si la única razón por la que quiere tener una relación conmigo es porque soy una especie de símbolo de estatus para el.
Me trago mi frustración y le ofrezco otra torpe disculpa.
—Lo siento. Pero estoy en ese punto, en este momento de mi vida.
Cuando me subo la cremallera de mis pantalones vaqueros, el vuelve a centrar su atención en ponerse la ropa. Aunque decir «ropa» es un poco exagerado: todo lo que lleva es ropa interior y una gabardina. Lo que explica por qué Chen y Lay sonreían como idiotas cuando llegué a casa. Cuando una chica o chico aparece en tu puerta con una gabardina, uno sabe muy bien que no hay mucho más debajo.
—No puedo enrollarme más contigo —dice el finalmente, su mirada se eleva para encontrar la mía—. Si seguimos haciendo… esto… solo voy a conseguir engancharme más.
No puedo discutir con eso, así que no lo hago.
—Nos lo hemos pasado bien, ¿verdad?
Tras un segundo de silencio, el sonríe.
—Sí, nos lo hemos pasado bien.
Reduce la distancia entre nosotros y se pone de puntillas para besarme.
Le devuelvo el beso, pero no con el mismo grado de pasión que antes. Es un beso suave. Cortés. La aventura ha seguido su curso y no pienso darle falsas esperanzas otra vez.
—Dicho esto… —Sus ojos brillan con picardía—, si cambias de opinión sobre lo de ser tu novio, dímelo.
—Serás la primera persona a la que llame —prometo.
—Guay.
Me da un beso en la mejilla y sale por la puerta. No dejo de maravillarme de lo fácil que ha sido. Me había estado preparando para una pelea, pero aparte del estallido inicial de cabreo, Taemin ha aceptado la situación como un profesional.
Si todas los chicos y chicas  fueran tan comprensivos como el.
Y sí, eso es un pulla para Kyungsoo. El sexo siempre me abre el apetito, así que voy abajo en busca de algo para comer, y estoy feliz de ver que aún hay sobras de arroz y pollo frito, cortesía de Lay, nuestro chef de la casa; y es que el resto de nosotros no puede hervir el agua sin quemarla. Lay, por su parte, creció en Texas, con una madre soltera que le enseñó a cocinar cuando todavía estaba en pañales.
Me acomodo en la encimera de la cocina y me meto un trozo de pollo en la boca mientras veo a Chen paseándose solo con unos calzoncillos a cuadros.
Levanta una ceja al verme.
—Ey. No pensé que te vería de nuevo esta noche. Supuse que estarías MOF.
—¿MOF? —le pregunto entre bocado y bocado. A Chen le gusta soltar acrónimos con la esperanza de que empecemos a utilizarlos como argot, pero lo cierto es que la mitad del tiempo no tengo ni idea de lo que está diciendo.
Sonríe.
—Muy Ocupado Follando.
Resoplo y me meto un bocado de arroz salvaje en la boca.
—En serio, ¿El rubito se ha ido ya?
—Sí. —Mastico antes de continuar—. Conoce las normas. —Las normas son: nada de novios y no quedarse a dormir en casa bajo ningún concepto.
Chen descansa sus antebrazos en la mesa, sus ojos  brillan cuando cambia de tema.
—Estoy impaciente porque llegue este puto finde contra el St. Anthony.
¿Te has enterado? La sanción de Braxton ha terminado.
Eso hace que mi atención se centre en lo que dice.
—No me jodas. ¿Juega el sábado?
—Claro que sí. —La expresión de Chen se vuelve superalegre—. Voy a disfrutar de lo lindo rompiéndole la cara a ese imbécil contra la valla.
Greg Braxton es el extremo estrella del St. Anthony y una auténtica escoria de ser humano. El tío tiene una vena sádica que no tiene miedo de airear en el hielo y, cuando nuestros equipos se enfrentaron en la pretemporada, envió a uno de nuestros defensores de segundo curso a urgencias con un brazo roto. De ahí su sanción de tres partidos de suspensión, aunque si fuera por mí, habría mandado al puto psicópata a casa suspendiéndole de por vida del hockey universitario.
—Si necesitas machacar a ese cabrón, yo estaré ahí contigo —prometo.
—Te tomo la palabra. Ah, y la semana que viene tenemos a Eastwood en casa.
Realmente debería prestar más atención a nuestra agenda. Eastwood College va segundo en nuestra liga —después de nosotros, por supuesto —, y nuestros duelos son siempre de morderse las uñas.
Y, mierda, de repente recuerdo que si no saco una muy buena nota en Ética, no estaré en el hielo en el partido contra Eastwood.
—Joder —murmuro.
Chen  roba un pedazo de pollo de mi plato y se lo mete en la boca.
—¿Qué?
Aún no les he contado a mis compañeros de equipo lo de mi problema con las notas, porque no esperaba que mi nota media fuera tan mala.
Ahora parece que es inevitable admitirlo.
Así que, con un suspiro, le cuanto a Chen lo de mi suspenso en Ética y lo que podría significar para el equipo.
—Deja el curso —dice al instante.
—No puedo. Se ha pasado la fecha límite.
—Mierda.
—Exacto.
Intercambiamos una mirada sombría y después Chen se deja caer en el taburete de al lado mientras se pasa una mano por el pelo.
—Entonces tienes que currártelo, tronco. Estudia hasta que se te caigan los huevos y saca un 10 en ese puto examen. Te necesitamos, K.
—Lo sé. —Agarro mi tenedor con frustración y después lo suelto. Mi apetito se ha esfumado. Este es mi primer año como capitán, algo que es un gran honor teniendo en cuenta que solo estoy en tercero. Se supone que debo seguir los pasos de mi predecesor y llevar a mi equipo a otro
campeonato nacional, pero ¿cómo coño puedo hacer eso si no estoy en el
hielo con ellos?
—Tengo un profesor particular en mente —le digo a mi compañero de equipo—. Es un puto genio.
—Guay. Paga lo que te pida. Yo si quieres pongo pasta.
No puedo evitar sonreír.
—Guau. ¿Estás ofreciendo compartir tu dinerito? Sí que quieres que juegue, ¿eh? —Ahí le has dao. Todo por nuestro sueño, tío. Tú y yo con las camisetas de Bruins, ¿recuerdas?
Tengo que admitir que es un sueño la hostia de chulo. Chen y yo no hemos parado de hablar de eso desde que nos asignaron como compañeros de cuarto en el primer año. No hay ninguna duda de que después de la graduación me iré a la liga profesional. Tampoco hay ninguna duda de que seleccionarán a Chen. El tío se mueve más rápido que un rayo y es una absoluta bestia en el hielo.
—Sube ese puta nota, K —me ordena—. Si no, te voy a patear el culo.
—El entrenador me dará más fuerte. —Logro esbozar una sonrisa—.
No te preocupes, estoy en ello.
—Bien. —Chen me roba otra trozo de pollo antes de salir de la cocina.
Engullo el resto de mi comida, luego vuelvo al piso de arriba para coger mi teléfono. Es el momento de ejercer presión sobre Kyungsoo—sin M.

Enamorarse no es opción (Kaisoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora