Kyungsoo 3/4

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—No me gusta esto —declaro—. Lo digo en serio, cariño, me están empezando a doler las piernas. Ya te lo he dicho, no soy flexible.

La risa de JongIn vibra a través de mi cuerpo. Mi cuerpo desnudo, debo añadir, porque estamos en medio de un polvo. Y acabo de confesar que no me gusta.

Quizá es verdad que soy un cortarrollos.

¿Pero sabes qué? No me importa. Voy a vetar esta postura. JongIn está de rodillas delante de mí y mis tobillos están apoyados en sus hombros.

Y quizá si él no fuera un corpulento jugador de hockey, mis piernas no se sentirían como si estuvieran descansando en la parte superior del puto Empire State, ni me estarían dando unos calambres brutales.

Sin dejar de reír, JongIn se inclina hacia adelante y mis músculos respiran con alivio cuando bajo las piernas y rodeo su culo con ellas. De inmediato, el ángulo cambia y un gemido sale de mi boca.

—¿Mejor? —dice con voz ronca.

—Oh, Dios. Sí. Haz eso otra vez.

—No sé qué he hecho.

—Has girado las caderas, como… ooohhh… sí, sí, así.

Cada vez que me llena, mi interior se abraza en su erección. Cada vez que sale me siento vacío, lleno de deseo, desesperado. Soy adicto a este hombre. A sus besos y a cómo sabe, a la sensación de su pelo corto bajo mis dedos y al suave músculo de su espalda cuando le clavo mis uñas.

Sus caderas se flexionan y su respiración se acelera, y empuja más fuerte, más dentro, haciendo que mi vista mude a una neblina blanca.

Después agarra mi peno con su mano y empieza a bombear seriamente. Y nos corremos. Él lo hace primero, pero sigue bombeando dentro de mí cuando, temblando, se libera.

Su clímax provoca mi orgasmo y yo tiemblo aún más fuerte, mordiéndome el labio para no gritar y no avisar así a sus compañeros de las deliciosas sensaciones que recorren mi cuerpo en este instante.

Después, se gira hasta ponerse de espaldas en la cama y yo me tumbo encima de él, escalando sobre su cuerpo como un mono mientras le doy pequeños besitos en la cara y el cuello.

—¿Por qué tienes siempre tantísima energía después del sexo? —refunfuña.

—No lo sé. No importa. —Le doy besos por todo el cuerpo hasta que se ríe de placer. Sé que le gusta la atención, y está genial porque yo no puedo dejar de dársela. No sé por qué, pero cuando estoy cerca de él, me convierto en un monstruo de mimos.

La vida es maravillosa otra vez. Ha pasado una semana desde Acción de Gracias, y JongIn y yo seguimos muy bien. Eso sí, hemos estado muy ocupados.

Tenemos que entregar todos los proyectos finales pronto, incluyendo el de la clase de Sandara, para el que le he estado ayudando.

Su agenda de entrenamientos está tan a tope como siempre, y también la mía con los ensayos de preparación para el concierto. Pero bueno, al menos vuelvo a estar emocionado sobre el tema otra vez.

Jae y yo hemos hecho un arreglo que me encanta, y confío en que nuestra interpretación sea la caña. Pero todavía no he perdonado a Mark y a Seulgi  por lo que hicieron.

Seulgi me ha enviado varios mensajes de texto preguntando si nos podíamos reunir y hablar, pero la he estado ignorando, y dado que Fiona me consiguió mi propio local de ensayo en una de las salas del coro de alumnos de cuarto, no me he topado con Seulgi o Mark desde que me dejaron tirado.

Y… ¿la guinda de mi pastel con la frase «me encanta mi vida» pintada en chocolate? Mi padre me llamó la semana pasada con buenas noticias: podremos reunirnos todos en casa de la tía Nicole en Navidad. Ya he reservado mi billete y me muero de ganas de verlos; no obstante, estoy un poco decepcionado de que JongIn no pueda venir conmigo.

Enamorarse no es opción (Kaisoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora