Kim JongIn

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Hubo un pequeño error en los capítulos, este va primero, gracias a Kharyrod que lo noto, sin más les dejo el capítulo y después aparecerá el otro.

Kyungsoo llega sobre las cinco con una parka gruesa con capucha de pelo y guantes de color rojo brillante. La última vez que miré, no había ni un copo de nieve en el suelo, pero ahora me pregunto si es posible que me haya quedado dormido y haya habido una tormenta de nieve durante mi siesta.
-¿Llegas ahora de Alaska? -pregunto mientras se baja la cremallera de la abultada parka.
-No. -Suspira-. Llevo mi abrigo de invierno porque no encontraba el otro. Pensé que quizá me lo había dejado aquí. -Analiza mi dormitorio
-. Pero, supongo que no. Puf. Espero no habérmelo dejado en el aula de música. Sé que uno de esos chicos de primero me lo robaría y me encanta ese abrigo.
Suelto una risita.
-¿Cuál es tu excusa para los guantes?
-Tenía las manos frías. -El ladea la cabeza-. ¿Cuál es tu excusa para la bolsa de hielo?
De repente caigo en que todavía sostengo una bolsa de hielo en mi costado, justo donde el gigante cuerpo de Greg Braxton se estrelló contra mí. El moratón que tengo es la hostia y Kyungsoo suelta un gritito ahogado cuando levanto mi camiseta y le enseño el círculo morado del tamaño de un puño.
-¡Oh, Dios! ¿Eso te ha pasado en el partido?
-Sí. -Me deslizo fuera de la cama y voy hacia mi escritorio para coger mis libros de Ética-. St. Anthony tiene al Increíble Hulk en su equipo. Le pirra darnos de hostias.
-No puedo creer que expongas tu cuerpo a esto de forma voluntaria - dice con asombro-. Es imposible que merezca la pena, ¿no?
-Sí que merece la pena. Créeme. Unos cuantos rasguños y moratones no son nada en comparación con la emoción de estar en el hielo. -Lo miro-. ¿Sabes patinar?
-No mucho. A ver, he patinado. Pero por lo general solo se tiene que ir en círculos por la pista. Nunca he tenido que coger un palo e ir persiguiendo un disco.
-¿Es eso lo que piensas que es el hockey? -le pregunto con una
sonrisa-. ¿Coger un palo y perseguir un disco?
-Por supuesto que no. Sé que requiere un buen número de diferentes destrezas y que es muy intenso para el espectador -admite.
-Es intenso para el jugador.
Se sienta en el borde de la cama e inclina la cabeza con curiosidad.
-¿Siempre has querido jugar? ¿O es algo a lo que te ha obligado tu padre?
Me tenso.
-¿Qué te hace pensar eso?
Kyungsoo se encoge de hombros.
-Alguien me dijo que tu padre es algo así como una superestrella del hockey. Sé que hay muchos padres por ahí que obligan a sus hijos a seguir sus pasos.
Mis hombros se ponen aún más rígidos. Me sorprende que no haya sacado el tema de mi padre antes -dudo que haya alguien en Briar que no sepa que soy hijo de Kim Seonho-, pero también estoy sorprendido de lo perspicaz que es. Nadie me ha preguntado antes si de verdad disfruto jugando al hockey. Simplemente asumen que debe encantarme porque mi padre lo jugaba.
-Él me metió en eso -confieso con voz ronca-. Llevo patinando desde antes de empezar primaria, pero seguí jugando porque me encanta.
-Eso está bien -dice en voz baja-. Creo que es importante hacer lo
que a uno le encanta. Tengo miedo de que vaya a hacer más preguntas sobre mi padre, así que me aclaro la garganta y cambio de tema.
-Y ¿con qué filósofo empezamos hoy? ¿Hobbes o Locke?
-Elige tú. Los dos son muy aburridos.
Me río.
-¡Buen método para que lo coja con ganas, Soosie!
Pero tiene razón. La siguiente hora es brutal y no solo por las teorías, abrumadoramente aburridas. Tengo un agujero enorme en el estómago porque me quedé dormido durante la hora de la comida, pero me niego a poner fin a la clase hasta que no domine los temas. La otra vez que me preparé el parcial, me centré únicamente en los puntos principales, pero Kyungsoo me hace analizar hasta el último detalle. También me obliga a reformular cada teoría, lo que, tengo que admitir, facilita mi comprensión
de toda esta mierda enrevesada que estamos estudiando.
Una vez desenmarañado todo, Kyungsoo me hace preguntas de todo lo que hemos leído en los últimos días y, cuando está satisfecho al ver que sé las cosas, cierra la carpeta y asiente con la cabeza.
-Mañana empezaremos a aplicar las teorías a dilemas éticos reales.
-Suena bien. -Mi estómago se queja a tal volumen que prácticamente sacude las paredes. Pongo una mueca de dolor.
Resopla.
-¿Tienes hambre?
-Me muero de hambre. Lay es el que cocina en casa, pero esta noche ha salido, así que iba a pedir una pizza. -Dudo-. ¿Te apetece quedarte?
¿Comemos un poco de pizza y podemos ver alguna peli o algo?
Parece sorprendido por la invitación. A mí también me sorprende pero, sinceramente, no me importaría tener compañía. Chen y los demás han salido a una fiesta, pero yo no estaba de humor para acompañarlos. He leído todos los temas de las clases que había que leerse y no tengo nada que hacer esta noche.
-¿Qué quieres ver? -pregunta con cautela.
Yo señalo con un gesto a la pila de Blu-Rays que hay junto a mi televisor.
-Suho acaba de comprar todas las temporadas de Breaking Bad. Todo el rato pienso en lo que me apetece verla, pero nunca tengo tiempo.
-¿Es esa la serie sobre el traficante de heroína?
-Fabricante de metanfetamina. He oído que es la polla.
Kyungsoo se pasa los dedos por el pelo. Parece reacio a quedarse, pero igualmente reacio a irse.
-¿Qué más tienes que hacer esta noche? -le pregunto.
-Nada -dice con tristeza-. Mi compañero de cuarto va a pasar la noche en casa de su novio, así que iba a ver la tele de igual manera.
-Pues hazlo aquí. -Cojo el móvil-. ¿De qué quieres la pizza?
-Eh... champiñón. Y cebolla. Y pimiento verde.
-Básicamente todos los ingredientes aburridos que hay, ¿no? -Niego con la cabeza-. Vamos a pedirla de bacon, salchichas y extra de queso.
-¿Por qué te molestas en preguntarme qué quiero si no vas a pedir nada de eso?
-Porque esperaba que tuvieras mejor gusto.
-Siento que las verduras te parezcan aburridas, JongIn. Pégame un toque cuando pilles escorbuto, ¿vale?
-El escorbuto es una deficiencia de vitamina C. Las pizzas no llevan luz solar ni naranjas, cariño.
Al final, cedo y pido dos pizzas, una con los superaburridos ingredientes de Kyungsooy la otra hasta arriba de carne y queso. Tapo el costado del móvil y lo miro.
-¿Coca-Cola light?
-¿Qué pasa? ¿Tengo pinta de ñoño? Coca-Cola normal, por favor.
Me río entre dientes mientras hago el pedido, y a continuación pongo el primer disco de Breaking Bad. Llevamos veinte minutos de capítulo cuando suena el timbre de la puerta.
-Uau. El repartidor de pizza más rápido de la historia -comenta Kyungsoo.
Mi estómago no protesta lo más mínimo. Voy abajo y cojo la comida.
Después paso un momento por la cocina para coger el rollo de papel de cocina y una botella de Bud Light de la nevera. En el último segundo, cojo una botella extra por si a Kyungsoo le apetece una.
Pero cuando se la ofrezco en la habitación, el niega con vehemencia con la cabeza.
-No, gracias.
-¿Qué, eres tan mojigato como para no tomarte una birra?
La incomodidad brilla en sus ojos.
-No bebo mucho, ¿vale?
Me encojo de hombros y abro mi cerveza; le doy un buen trago mientras Kyungso arranca un pedazo de papel del rollo y saca un trozo pringoso de pizza cubierto de verduras de la caja.
Nos acomodamos en la cama para comer, ninguno de nosotros habla cuando le doy al play de nuevo. El capítulo piloto es increíble y Kyungsoo no se opone cuando hago clic en el siguiente.
Hay un chico en mi habitación y ninguno de los dos está desnudo. Es extraño. Pero mola. No hablamos mucho durante el capítulo -estamos demasiado absortos por lo que sucede en la pantalla-, pero en cuanto acaba el segundo episodio, Kyungsoo se vuelve hacia mí y abre la boca.
-Oh, Dios, ¿te imaginas no saber que tu marido fabrica metanfetamina? Pobre Skylar.
-Sin duda acabará descubriéndolo. Kyungsoo resopla.
-Oye. ¡Spoilers no!
-No es un spoiler -protesto-. Es una suposición.
Se relaja.
-Vale, vale.
Coge su lata de Coca-Cola y toma un buen trago. Ya me he zampado mi pizza, pero Kyungsoo solo lleva la mitad, así que le robo un trozo y le doy un bocado.
-Ohhhh, ¡mira quién se está comiendo mi aburrida pizza! A eso lo llamo yo ser un hipócrita.
-Yo no tengo la culpa de que comas como un pájaro, Soosie. No puedo permitir que la comida se eche a perder.
-¡Me he comido cuatro trozos!
-Sí, la verdad es que eso te convierte en un cerdo total en comparación con los chicos que conozco. Lo máximo que comen es la mitad de un plato de ensalada -admito.
-Eso es porque necesitan mantenerse delgados como palos para que tipos como tú los encuentren atractivos.
-No hay nada atractivo en una chico que es solo piel y huesos.
-Ya, claro, estoy segura de que a ti no te ponen nada los y las chicas delgadas.
Miro hacia arriba y niego con la cabeza.
-Solo digo que yo los y las prefiero con curvas. -Me trago el último bocado antes de coger el siguiente trozo-. A un hombre le gusta tener algo a lo que agarrarse cuando está..., ya sabes. -Arqueo las cejas en su dirección-. Esto funciona en ambos sentidos. A ver, ¿tú no prefieres acostarte con un tío con músculos que con un tirillas?
Resopla.
-¿Es este el momento en que te felicito por estar buenísimo?
-¿Piensas que estoy buenísimo? Gracias, amor.
-No, TÚ piensas que estás buenísimo. -El frunce los labios-. Pero supongo que tienes razón. No me siento atraído por chicos escuálidos.
-Entonces supongo que es positivo que tu Loverboy esté mazado como Van Damme.
El suspira.
-¿Podrías dejar de llamarlo así?
-No. -Mastico pensativo-. Voy a ser honesto. No sé qué ves en él.
-¿Por qué? ¿Porque no es el «superhombre del campus»? ¿Porque es serio e inteligente y no es un puto empedernido?
Mierda, supongo que se ha tragado el personaje que se ha creado Yeol.
Si tuviera un sombrero, probablemente lo inclinaría a su paso por haber creado con éxito un personaje que hace que las y los chicos se vuelvan locos: el deportista empollón.
-Yeok no es lo que parece -le digo con brusquedad-. Sé que aparenta ser un deportista inteligente y misterioso, pero hay algo... zalamero en él.
-No creo que él sea zalamero en absoluto -me contradice.
-Claro, lo dices porque has tenido un montón de conversaciones profundas e intensas con él. -Me río-. Créeme. Lo que él hace es teatro.
-Tenemos opiniones distintas. -Sonríe-. Además, no estás en posición de juzgar quién me interesa o no. Por lo que yo sé, solo sales con cabezas huecas.
Le devuelvo la sonrisa.
-Te equivocas.
-¿Sí?
-Sí. Yo solo ME ACUESTO con cabezas huecas. No salgo con ellos o ellas.
-Putón. -Hace una pausa, la curiosidad está grabada en su rostro-.
¿Cómo es que no sales con ellos o ellas? Estoy seguro de que todas las y los chicos de esta universidad matarían por ser tu novio (a).
-No estoy buscando una relación.
Eso le deja perplejo.
-¿Por qué no? Las relaciones pueden ser muy gratificantes.
-Dice el chico que está solo...
-Estoy solo porque no he encontrado a nadie con quien conecte bien, no porque sea antirelaciones. Es guay tener a alguien con quien pasar el tiempo. Ya sabes, hablar, darse cariño, todas esas cosas pastelosas. ¿No quieres eso?
-En algún momento. Pero no ahora. -Suelto una sonrisa arrogante-.
Si tengo la necesidad de hablar con alguien, te tengo a ti.
-¿Así que tus cabezas huecas son las que pillan el sexo y yo soy el que tiene que escuchar tus chorradas? -Niega con la cabeza-. Siento que me estoy llevando la parte chunga del acuerdo.
Muevo mis cejas.
-Uau, ¿Quieres también el sexo, Soosie? Por mí encantado de dártelo.
Sus mejillas se vuelven del rojo más intenso que he visto en mi vida y me echo a reír.
-Tranqui. Estoy de coña. No soy tan imbécil como para tirarme a mi profe particular. Te rompería el corazón y para vengarte me enseñarías cosas que están mal y acabaría suspendiendo el parcial.
-Otra vez -me corrige con una sonrisa-. Suspenderías el parcial
OTRA VEZ.
Giro mi dedo anular, pero sonrío mientras lo hago.
-¿Tienes que irte ya o le doy al capítulo tres?
-Capítulo tres. Sin duda.
Nos ponemos cómodos en la cama otra vez: yo sentado, con la cabeza en tres almohadas, y Kyungsoo sobre su estómago a los pies de la cama. El siguiente capítulo es intenso y, una vez que se acaba, los dos estamos ansiosos por ver el siguiente. Antes de darme cuenta hemos terminado con el primer disco y metemos el segundo. Entre final y final, hablamos de lo que acabamos de ver y especulamos con lo que va a pasar y, honestamente, no me lo he pasado así de bien en plan amigos con un chico desde...,
bueno, desde NUNCA.
-Creo que su cuñado sabe que es él -reflexiona Kyungsoo.
-¿Estás de coña? Apuesto a que se lo guardan y hasta el final no lo desvelan. No obstante, creo que Skylar va a averiguarlo pronto.
-Espero que se divorcie. Walter White es el diablo. En serio. Lo odio.
Me río.
-Es un antihéroe. Está ahí para que lo odies.
El siguiente capítulo empieza y nos callamos de inmediato porque este
es el tipo de serie que requiere toda la atención. Cuando me quiero dar cuenta, hemos llegado al final de la temporada, que termina con una escena que nos deja con los ojos como platos.
-Mierda -exclamo-. Hemos terminado la primera temporada. Kyungsoo se muerde el labio y le echa un vistazo al reloj despertador. Son casi las diez. Hemos visto siete episodios sin ni siquiera ir al baño.
Presupongo que va a anunciar que es hora de irse, pero en vez de eso, suspira. -¿Tienes la segunda temporada?
No puedo controlar mi risa.
-¿Quieres seguir viéndola?
-¿Después de ese final? ¿Cómo no?
Tiene razón.
-Por lo menos el primero -dice-. ¿No quieres ver lo que pasa?
Por supuesto que quiero y por eso no me opongo cuando se levanta y mete el disco siguiente.
-¿Quieres picar algo? -ofrezco.
-Claro.
-Voy a ver qué hay.
Encuentro dos bolsas de palomitas para microondas en el armario de la
cocina, caliento las dos y subo al piso de arriba con dos cuencos de palomitas en mis manos.
Kyungsoo me ha robado mi sitio; su pelo oscuro se expande por mi pila de almohadas y tiene las piernas estiradas. Sus calcetines de lunares rojos y negros me hacen sonreír. Me he dado cuenta de que no lleva nunca ropa de diseño, ni looks pijos como la mayoría de los chicos de esta uni, ni la ropa de fiesta cutre que veo en las casas de las fraternidades o en los bares del campus los fines de semana. A Kyungsoo le van los vaqueros skinny, los leggings y los jerséis ajustados, algo que podría parecer elegante si no le diera por mezclarlo siempre con cosas de algún color brillante. Como los calcetines, o los guantes, o esas horquillas extravagantes que lleva.
-¿Es uno de esos para mí? -hace un gesto hacia los cuencos que sostengo.
-Sí.
Le entrego uno, se sienta y mete la mano dentro; a continuación, suelta una risita.
-No puedo comer palomitas sin pensar en Napoleón.
Parpadeo.
-¿El emperador?
Se ríe aún más fuerte.
-No, mi perro. Bueno, el perro de mi familia. Está en Indiana con mis padres.
-¿Qué tipo de perro es?
-Un enorme chucho mezcla de tropecientas razas, pero que sobre todo
se parece a un pastor alemán -¿A Napoleón le gustan las palomitas? -pregunto educadamente.
El sonríe.
-Le encantan. Lo tenemos desde que era un cachorro. Una vez, yo tendría unos diez años, mis padres me llevaron al cine y mientras estábamos fuera, él entró en la despensa y consiguió romper una caja llena de paquetes de palomitas de maíz para microondas. Habría unas cincuenta
o así ahí dentro. A mi madre le flipan las ofertas, así que si hay un buen descuento en el supermercado, ella va y compra toda la estantería de cualquier producto que esté rebajado. Supongo que ese mes le tocaba a las palomitas Orville Redenbacher. Increíble, el perro se comió todos y cada uno de los paquetes, embalaje incluido. Estuvo cagando granos de maíz enteros y trozos de papel durante días.
Me río.
-Mi padre estaba de los nervios -continúa-. Pensó que Napoleón tendría una intoxicación alimentaria o algo así, m pero el veterinario dijo que no pasaba nada y que todo saldría con el tiempo. -Hace una pausa-.
¿Tienes alguna mascota?
-No, pero mis abuelos tenían una gata cuando yo era un crío. Su nombre era Peaches y estaba como una puta cabra. -Me meto un puñado de palomitas en la boca y río mientras mastico-. Era muy cariñosa conmigo y con mi madre, pero detestaba profundamente a mi padre. Algo que no es sorprendente, supongo. Mis abuelos también le detestaban, así que debía simplemente seguir su ejemplo. Pero, joder, la gata tenía aterrorizado al cabrón. Kyungsoo sonríe.
-¿Qué hizo?
-Le arañaba siempre que podía, se meaba en sus zapatos..., ese tipo de cosas. -De repente me echo a reír-. Ah, ¿sabes lo mejor que hizo una vez? Era la noche de Acción de Gracias y estábamos en la casa de mis abuelos en Buffalo; todos estamos reunidos en la mesa a punto de cenar cuando Peaches entra por la gatera. Justo detrás de la casa había un barranco por el que solía dar vueltas. Bueno, la cuestión es que la gata entra en la casa con algo en la boca, pero ninguno de nosotros puede ver qué es.
-Ay, Dios. No me gusta a dónde va esto.
Sonrío tan fuerte que me duele.
-Peaches salta sobre la mesa como si fuera la reina del castillo oalguna mierda así, se da un paseo por todo el mantel y vuelca un conejo muerto en el plato de mi padre. Kyungsoo pega un grito ahogado
-¿En serio? ¡Qué asco!
-Mi abuelo casi se mea de la risa ahí mismo y mi abuela se vuelve loca porque piensa que toda la comida de la mesa se ha contaminado y mi padre... -Mi buen humor se desvanece cuando recuerdo la expresión de la cara de mi viejo-. Lo dejaré en que no le gustó mucho.
Ahí va el eufemismo del año. Un escalofrío recorre mi columna vertebral cuando recuerdo lo que pasó cuando regresamos a Boston a los pocos días. Lo que le hizo a mi madre como castigo por «avergonzarle», tal y como le escuché acusarla durante su estallido de ira.
Lo único piadoso que ocurrió es que mamá murió un año después. Ya no estaba allí para presenciar cómo empezó a volcar su rabia en mí, y doy gracias por ello todos los días de mi vida.
A mi lado, Kyungsoo también está melancólico.
-No voy a ver a mis padres por Acción de Gracias.
Lo observo y analizo su rostro. Resulta evidente que está disgustado y su confesión en voz baja me distrae de los demoledores recuerdos que me aprietan el pecho.
-¿Normalmente vas a tu casa?
-No, vamos a casa de mi tía para todas las fiestas, pero este año mis padres no se lo pueden permitir y yo... no me puedo permitir ir con ellos.
Noto un punto falso en lo último que dice, pero no se me ocurre sobre qué puede estar mintiendo.
-No pasa nada -murmura cuando ve compasión en mi gesto-.
Siempre está la Navidad, ¿verdad?
Asiento con la cabeza, aunque para mí, no hay fiestas. Prefiero cortarme las venas antes que ir a casa y pasar las fiestas con mi padre.
Pongo el cuenco de mis palomitas en la mesita de noche y cojo el mando a distancia.
-¿Lista para la segunda temporada? -pregunto en tono casual. La conversación se ha vuelto demasiado profunda y me muero de ganas de salir de ahí.
-¡Dale!
Esta vez me siento a su lado, pero hay medio metro entre nosotros. Es increíble lo mucho que estoy disfrutando de esta situación. Estar con un chico sin tener que preocuparme de cómo voy a deshacerme de su compañía o de que empiece a hacer exigencias que no quiero conceder.
Vemos el primer episodio de la segunda temporada, y después el siguiente, y el siguiente... y lo siguiente que sé es que son las tres de lamañana.
-Mierda, ¿es ya esa hora? -suelta Kyungsoo. Mientras hace la pregunta,
un enorme bostezo abarca toda su cara.
Me froto mis cansados ojos, incapaz de comprender cómo se ha hecho tan tarde sin que ninguno de los dos se diera cuenta. Hemos visto, ni más ni menos, una temporada y media de una serie en una sola sesión.
-Mierda -murmuro.
-No me puedo creer que sea tan tarde. -Bosteza de nuevo, lo que provoca que yo a su vez bostece también. Estamos los dos ahí sentados a oscuras en mi habitación (no recuerdo haber apagado la luz), bostezando como dos personas que no han dormido en meses.
-Me tengo que ir. -Se levanta con brusquedad de la cama y se pasa las
manos entre el pelo-. ¿Dónde está mi móvil? Voy a llamar a un taxi.
Mi siguiente bostezo casi me parte la mandíbula.
-Puedo llevarte yo -digo somnoliento mientras dejo el colchón.
-Ni de coña. Te has tomado dos cervezas.
-Hace horas -objeto-. Puedo conducir perfectamente.
-No.
La exasperación me invade.
-No voy a permitir que te cojas un puto taxi y que andes por el campus a las tres de la mañana. O te llevo yo, o te quedas aquí.
Se sobresalta.
-No pienso quedarme aquí.
-Entonces te llevo. Fin de la discusión.
Su mirada se dirige a las dos botellas de Bud de la mesilla. Puedo ver su reticencia, pero también veo su agotamiento en la expresión de su cara.
Tras un instante, sus hombros caen y deja salir un suspiro.
-Vale, me quedo en el sofá.
Rápidamente niego con la cabeza.
-No. Es mejor que duermas aquí.
He dicho algo inapropiado, porque su cuerpo se tensa como una cuerda.
-No pienso dormir en tu habitación.
-Vivo con tres jugadores de hockey, Soosie, quienes por cierto, aún no han vuelto a casa después de una noche de fiesta. NO estoy diciendo que vaya a ocurrir, pero hay una posibilidad de que entren dando tumbos al salón borrachos como cubas y te metan mano o algo si te ven en el sofá.
Yo, por otro lado, no tengo ningún interés en meterte mano. -Hago un gesto con la cabeza hacia mi cama-. En este bicho pueden dormir siete personas. Ni te enterarás de que estoy aquí.
-¿Sabes qué? Que un caballero se ofrecería a dormir en el suelo.
-¿Tengo yo pinta de ser un caballero?
Se ríe de esto último.
-No. -Hay un instante de silencio-. Vale, dormiré aquí. Pero solo porque prácticamente no puedo mantener los ojos abiertos y no tengo ninguna gana de esperar un taxi.
Voy hacia mi cómoda.
-¿Quieres algo para dormir? ¿Una camiseta? ¿Un pantalón de chándal?
-Una camiseta estaría guay. -Incluso en la oscuridad, puedo ver el rubor en sus mejillas-. ¿Tienes un cepillo de dientes de sobra?
-Sí. En el armario bajo el lavabo. -Le doy una de mis camisetas viejas y desaparece en el baño.
Me quito la camiseta y los vaqueros y trepo a mi cama en calzoncillos.
Mientras me pongo cómodo, oigo cómo tira de la cadena y cómo abre y cierra el grifo. Después Kyungsoo regresa a la habitación; sus pies desnudos golpean con suavidad el suelo de madera.
-¿Te quieres meter en la cama de una vez por todas? -gruño-. No muerdo. E incluso si lo hiciera, estoy medio dormido. Así que deja de mirarme como un friki y métete dentro.
El colchón se hunde levemente cuando sube a la cama. Noto un tirón en el edredón, un susurro y un suspiro y por fin está tumbado junto a mí.
Bueno, no exactamente; está en la otra punta de la cama, sin duda agarrándose al borde del colchón para no caerse.
Estoy demasiado cansado como para soltar un comentario sarcástico, así que antes de volver a cerrar los ojos, solo balbuceo:
-Buenas noches.
-Buenas noches -responde con otro balbuceo.
Unos segundos más tarde, el mundo ha desaparecido para mí.

Enamorarse no es opción (Kaisoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora