Kim JongIn

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Esta noche me toca trabajar en la encimera de la cocina. Con una frustración de la hostia releo el ensayo práctico que Kyungsoo me ha «calificado» antes. Se fue de mi casa mandándome repetir la redacción, pero me está costando un huevo. La respuesta es sencilla, joder, si alguien te ordena asesinar a millones de personas, dices: «no, gracias, paso».

Excepto si se sigue el criterio establecido en esta teoría de mierda, donde hay pros y contras en ambas visiones, y no me entra en la cabeza. Supongo que se me da fatal ponerme en la piel de otro y eso es un poco decepcionante.

—Pregunta —anuncio cuando Lay entra en la cocina.

—Respuesta —responde al instante.

—Aún no he hecho la pregunta, imbécil.

Sonríe y se lava las manos en el fregadero. Después se ata un delantal rosa fucsia alrededor de la cintura. Chen, Suho y yo le regalamos esa cosa horrenda con volantes como broma para su cumpleaños con el argumento de que si iba a ser nuestra mamá gallina, también debía parecer una. Lay respondió insistiendo que es lo suficientemente masculino como para ponerse cualquier cosa que le regalemos y ahora lleva la movida esa como una medalla al honor masculino.

—Está bien, dispara —dice de camino a la nevera—. ¿Cuál es la pregunta?

—Vale. Imagina que eres un nazi.

—Y una puta mierda —interviene.

—Déjame terminar, ¿quieres? Eres un nazi y Hitler te acaba de ordenar que cometas un acto que va en contra de todo lo que tú crees. ¿Le dices: «qué guay, jefe, ahora mato a toda esta gente para ti»? ¿O le dices: «que te jodan» y asumes el riesgo de que te maten?

—Le digo que le jodan. —Hace una pausa—. La verdad es que no; le metería una bala en la cabeza. Problema resuelto.

Gruño.

—Sí, ¿verdad? Pero este cabrón —señalo el libro que hay sobre la encimera— cree que el gobierno existe por una razón, y que los ciudadanos tienen que confiar en su líder y obedecer sus órdenes por el bien de la sociedad. Así que en teoría, hay un argumento para el genocidio.

Lay saca una bandeja de muslos de pollo del congelador.

—Y una mierda.

—No estoy diciendo que yo esté de acuerdo con esa línea de pensamiento, pero tengo que defender el punto de vista de ese tío. —Paso una mano frustrada por mi cuero cabelludo—. Odio esta puta asignatura, tronco.

Lay desenvuelve la bandeja de pollo y la mete en el microondas.

—La recuperación es el viernes, ¿no?

—Sí —digo con tristeza.

Duda.

—¿Vas a jugar el partido contra Eastwood?

Mi rostro se ilumina, porque esta mañana recibí la noticia oficial del entrenador diciendo que definitivamente podré estar en el hielo el viernes.

Al parecer, las notas de los parciales no se meten en el sistema hasta el lunes siguiente, así que por el momento, mi nota media es aún la que tiene que ser.

Pero en cuanto llegue el lunes, si mi nota de Ética es un cinco o menos, me enviarán al banquillo hasta que cambien las cosas.

Al banquillo. Dios. Solo pensarlo me marea. Todo lo que quiero hacer en el mundo es llevar a mi equipo a una nueva victoria en la Frozen Four y llegar a la liga profesional. No. Yo quiero destacar entre los profesionales.

Quiero demostrar a todos que he llegado allí por mérito propio y no porque soy el hijo de un famoso jugador de hockey. Es todo lo que siempre he querido y me pone malo pensar que todas mis metas, todo lo que he trabajado dejándome la piel, corren peligro por una estúpida clase.

—El entrenador me ha dicho que juego —le digo a Lay, quien choca los cinco conmigo tan fuerte que me pica la mano.

—De puta madre —exclama.

Chen entra en la cocina con un cigarrillo apagado colgando de la comisura del labio. —Más te vale no fumar aquí —le advierte Lay—. Linda te daría p’al pelo.

—Ahora voy fuera —promete Chen, que sabe bien lo que es cabrear a nuestra casera—. Solo quería deciros que Birdie y los demás chicos vienen esta noche a ver el partido de los Bruins.

Entrecierro mis ojos.

—¿Qué chicos?

Chen parpadea con inocencia.

—Ya sabes, Birdie, Pierre, Hollis, Niko, si es capaz de dejar de ser un calzonazos durante el tiempo suficiente y deja un rato su residencia…, eh… Rogers y Danny. Connor. Ah, y Kenny también, y…

Lo detengo antes de que nombre a toda la alineación.

—Todo el equipo, quieres decir —digo con brusquedad.

—Y sus novias…, los que las tienen. —Nos mira a Lay y a mí—. Os parece bien, ¿verdad? No será toda la noche ni nada así.

—Mientras que cada uno traiga su bebida, me parece bien —contesta Lay—. Y si viene Danny, será mejor que cierres con llave el mueble bar.

—Podemos llevar las botellas a tu habitación, JongIn—dice Chen con un resoplido—. Todo el mundo sabe que no te vas a beber ni una gota.

Lay me mira con una sonrisa.

—Pobre bebé. ¿Cuándo vas a aprender a beber como un hombre?

—Oye, lo que es beber se me da bien. Es la mañana siguiente la que me deja para el arrastre. —Sonrío a mis compañeros de equipo—. Además, yo soy vuestro capitán. Alguien tiene que estar sobrio para mantener vuestros culos a raya.

—Gracias, mamá. —Chen hace una pausa y después niega con la cabeza—. En realidad, no, TÚ eres la mamá —le dice a Lay, sonriéndole a su delantal antes de girarse hacia mí—. Supongo que eso significa que el papá eres tú. Sin duda sois los dos muy hogareños.

Los dos le hacemos la peineta.

—¡Oh, no! ¿Mamá y papá se han enfadado conmigo? —Emite un gritito de burla—. ¿Os vais a divorciar?

—Vete a la mierda —dice Lay, pero se está riendo.

El microondas pita y Lay saca el pollo descongelado, luego se pone a preparar la cena mientras yo hago mis deberes en la encimera. Y sí, es una escena hogareña al mil por mil.

Un capítulo más, amo que ya sobrepasamos las 500 lecturas, mil gracias ☺️.

Comenten si hay algún error o porque si jeje y nos leemos mañana.

Enamorarse no es opción (Kaisoo)Where stories live. Discover now