Kyungsoo

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Un capítulo más para su disfrute jejeje este Kyungsoo ya va cediendo.

Normalmente me siento orgulloso de tener la cabeza en su sitio y de tomar decisiones acertadas, pero, ¿acceder a dar clases particulares a JongIn?
¿Hay algo más estúpido que eso en el mundo?
Y sigo maldiciéndome a mí mismo por ello mientras conduzco a su casa la noche siguiente. Cuando JongIn me acorraló en la fiesta de la fraternidad Sigma, toda mi intención era decirle que se fuera a la mierda y que me dejara en paz, pero entonces él me puso a Yeol delante de mi
nariz como una zanahoria, y yo caí como un tomate maduro de la rama.
Vale, guay, y ahora estoy mezclando metáforas. Y las dos de vegetales.
Creo que este es un buen momento para enfrentarme a una triste verdad: cuando se trata de Chanyeol, mi sentido común se reduce a cero. Ayer por la noche me fui de la fiesta con el único propósito de olvidarme de él, y en vez de hacer eso, dejé que Kim JongIn me llenara de la emoción más destructiva conocida por la humanidad: la esperanza.
Esperanza de que Chanyeol se fije en mí. Esperanza de que pueda querer estar conmigo. Esperanza de haber, por fin, encontrado a alguien que pueda hacerme SENTIR algo.
Me resulta vergonzoso lo absolutamente colado que estoy por ese chico.
Aparco mi coche prestado detrás del Jeep de JongIn y al lado de una pick-up negro brillante, pero dejo el motor en marcha. Me sigo preguntando qué pensaría mi antigua psicóloga si supiera el trato que he hecho con JongIn. Me gustaría decir que ella estaría en contra, pero Carole estaba totalmente a favor del empoderamiento de las personas. Y siempre me animó a tomar el control de mi vida y a aprovechar cualquier oportunidad que me permitiera superar la violación.
Así que esto es lo que sé: he salido con dos chicos después de la violación. Me acosté con ambos. Y ninguno de ellos me hizo sentir tan cachondo y lleno de deseo como Chanyeol con una sola mirada de sus ojos entrecerrados.
Carole me diría que es una oportunidad que vale la pena explorar.
El adosado de JongIn es de dos pisos, con un exterior de estuco blanco, unas escaleras en lugar de un porche y un jardín delantero que está sorprendentemente cuidado. A pesar de mi reticencia, me obligo a salir del coche y a ir hacia la puerta. Un tema de rock suena dentro de la casa. Una parte de mí desea que nadie me oiga llamar al timbre, pero unos pasos amortiguados se oyen detrás de la puerta, a continuación se abre y me encuentro mirando a un chico alto con el pelo rubio de punta y una cara cincelada que parece directamente sacada de la portada de GQ.
—Eh… ¡ey, hola! —dice arrastrando las palabras mientras me mira de arriba abajo—. Mi cumpleaños no es hasta la siguiente semana, pero si se trata de un regalo adelantado de cumple, no te preocupes, que no me quejo, muñequito.
Por supuesto. Debería haber sabido que JongIn compartiría piso con alguien tan desagradable como él.
Hundo los dedos en la correa de mi bandolera oversize, preguntándome
si podría volver a mi coche antes de que JongIn  sepa que estoy aquí, pero mi cobarde plan se frustra cuando él aparece por la puerta. Está descalzo, vestido con unos vaqueros desgastados y una raída camiseta gris; su pelo está húmedo, como si acabara de salir de la ducha.
—Ey, Soosie —dice con alegría—. Llegas tarde.
—Te dije a las ocho y cuarto. Son las ocho y cuarto. —Miro fijamente con frialdad a Míster GQ—. Y si estabas insinuando que soy un prostituto, me siento insultado.
—¿Has pensado que era un prostituto? —JongIn se gira para mirar a su amigo—. Es mi profesor particular de Ética, hermano. Muestra un poco de respeto.
—No pensé que fuera una puto, pensé que era un stripper —contesta el rubio, como si eso lo arreglara—. Joder, que va en uniforme, por Dios.
En eso puede que tenga razón. Mi uniforme de camarero no es precisamente sutil.
—Por cierto, quiero una stripper para mi cumpleaños —anuncia GQ—.
Lo acabo de decidir ahora mismo. Poneos manos a la obra.
—Voy a hacer un par de llamadas —promete JongIn,  pero al segundo que su amigo se aleja, confiesa—: No le vamos a regalar una stripper.
Hemos hecho una colecta para pillarle un iPod nuevo. El suyo se le cayó al estanque de carpas detrás de la Residencia Hartford.
Suelto una leve risilla y JongIn se precipita como una pantera.
—Joder, ¿eso ha sido una risa? No pensé que fueras capaz de mostrar diversión. ¿Puedes hacerlo otra vez y me dejas grabarlo?
—Me río todo el tiempo. —Hago una pausa—. Sobre todo de ti.
Pone gesto de dolor y hace como si le hubiera disparado en el pecho.
—Eres terrible para el ego de un chico, ¿sabes?
Resoplo, negando con la cabeza y cierro la puerta detrás de mí.
—Vamos a mi habitación —dice.
Mierda. ¿Quiere dar la clase en su dormitorio? A pesar de estar seguro de que probablemente ese es un sueño húmedo de todas las y los chicos de la universidad, me preocupa estar a solas con él.
—Ey, K, ¿es ese tu profe particular? —le grita una voz masculina cuando pasamos por lo que deduzco que es el salón—. Oye, profe, ¡ven aquí! Tenemos que tener una pequeña charla tú y yo.
Mi mirada de alarma va corriendo hacia JongIn, pero él solo sonríe y me guía hacia la puerta. El salón es el típico de «casa de soltero», con sus dos sofás de cuero en forma de L, un complejo equipo de música y vídeo y una mesa de centro llena de botellas de cerveza. Un chico de pelo oscuro con unos despiertos ojos cafes se levanta del sofá. Es tan guapo como JongIn y GQ, y por la forma en la que camina hacia donde estoy, es plenamente consciente de su atractivo.
—Escucha bien —anuncia Ojos Cafes con voz severa—. Mi chico necesita sacar un 10 en esta prueba. Será mejor que consigas que eso suceda.
Mis labios se contraen.
—¿O qué?
—O yo me enfadaré mucho, mucho. —Su mirada sensual hace un barrido lento y deliberado por mi cuerpo, deteniéndose en mi pecho antes de ir hacia arriba—. Y tú no quieres que yo me enfade, ¿verdad, precioso?
JongIn resopla.
—No pierdas el tiempo, tronco. Es inmune al flirteo. Créeme, lo he intentado. —Se gira hacia mí—. Este es Chen. Chen, Soosie.
—Kyungsoo —corrijo.
Chen se lo piensa antes de sacudir la cabeza.
—Naah. Me gusta Soosie.
—Ya has conocido a Suho en el salón y ese de ahí es Lay—añade JongIn  señalando al chico de pelo castaño rojizo tumbado en el sofá, quien, «sorpresa, sorpresa», es tan guapo como los demás.
Me pregunto si uno de los requisitos para vivir en esta casa es estar superbueno.
Y no se lo pienso preguntar nunca a JongIn. Su ego ya es suficientemente grande.
—Qué hay, Soosie —dice Lay en voz alta.
Ahogo un suspiro. Maravilloso. Supongo que soy Soosie.
—Soosie es la estrella del recital de Navidad —le dice JongIn a sus amigos.
—Concierto exhibición de invierno —me quejo.
—¿No he dicho eso? —Agita una mano restándole importancia—.
Bueno, vamos con esta mierda. Hasta ahora, chicos.
Sigo a JongIn por la estrecha escalera hasta el segundo piso. Su habitación está al fondo del pasillo, y por el tamaño y el baño privado, debe de ser el dormitorio principal.
—¿Te importa si me cambio? —pregunto con torpeza—. Tengo mi ropa en la bolsa.
Se deja caer en el borde de la gigantesca cama y se inclina hacia atrás sobre sus codos.
—Por favor, adelante. Me quedaré aquí sentado disfrutando del espectáculo.
Aprieto mis dientes.
—En el baño.
—Eso no es divertido.
—Nada de esto es divertido —respondo.
El cuarto de baño está mucho más limpio de lo que me esperaba y un débil rastro de aftershave con olor a madera flota en el aire. Me cambio rápidamente a unos pantalones de yoga y un suéter negro  y meto el uniforme en la bandolera.
JongIn sigue en la cama cuando salgo. Está absorto en su móvil y ni siquiera levanta la vista cuando le lanzo un montón de libros en la cama.
—Citando tu desagradable frase: ¿estás listo para esta mierda? —le digo con sarcasmo.
Habla en tono distraído.
—Sí. Un segundo. —Sus largos dedos teclean un mensaje y a continuación tira el teléfono sobre el colchón—. Perdona. Ya tengo toda la atención en lo nuestro.
Mis opciones para sentarme son limitadas. Hay un escritorio bajo la ventana, pero solo una silla enterrada bajo una montaña de ropa. Lo mismo pasa con el sillón que hay en la esquina de la habitación. El suelo
es de madera y parece incómodo.
La cama. No hay más.
De mala gana me siento con las piernas cruzadas sobre el colchón.
—Bueno, creo que deberíamos repasar toda la teoría primero. Primero nos aseguraremos de que te sabes los puntos más importantes de cada filósofo y después empezamos a aplicar las teorías a la lista de conflictos y dilemas morales.
—Suena bien.
—Vamos a empezar con Kant. Su ética es bastante sencilla.
Abro la carpeta de textos que Sandara nos entregó al comienzo del curso y busco en los folios todo el material de Immanuel Kant. JongIn desliza su enorme cuerpo hasta el cabecero de la cama y descansa su cabeza en el marco de madera, dejando escapar un profundo suspiro cuando dejo caer los textos en su regazo.
—Lee —le ordeno.
—¿En voz alta?
—Exacto. Y cuando hayas terminado, quiero que me resumas lo que has leído. ¿Crees que podrás hacerlo?
Hay un silencio, y a continuación su labio inferior empieza a temblar.
—Quizá este no sea buen momento para decírtelo, pero… no sé leer.
Me quedo boquiabierta. Mierda. No puede ser verd…
JongIn suelta una carcajada.
—Tranquilo, te estoy tomando el pelo. —A continuación frunce el ceño.
—. ¡¿En serio te has creído que no sabía leer?! Joder,  Soosie…
Le ofrezco una dulce sonrisa.
—No me habría sorprendido lo más mínimo.
Pero JongIn sí que acaba sorprendiéndome. No solo lee el material con tono suave y vocalizando, si no que empieza a resumir el Imperativo Categórico de Kant casi palabra por palabra.
—¿Tienes una supermemoria fotográfica o algo así? —pregunto.
—No. Soy bueno con los datos. —Se encoge de hombros—. Es solo que me cuesta mucho aplicar la teoría a los conflictos morales.
Le doy un respiro. —¿Sabes lo que pienso? Que es una chorrada monumental. ¿Cómo podemos saber lo que estos filósofos, que llevan muertos mucho tiempo, pensarían en los hipotéticos casos que nos plantea Sandara? No lo sabemos. Quizá habrían evaluado cada caso de forma individual. Que esté bien o mal no se puede analizar como blanco y negro. Es mucho más complejo que…
El teléfono de JongIn vibra.
—Mierda, un segundo. —Mira la pantalla, frunce el ceño, y envía otro mensaje—. Perdona, ¿qué decías?
Los siguientes veinte minutos los pasamos repasando los puntos clave de la visión de la ética de Kant.
JongIn envía unos cinco mensajes más durante ese tiempo.
—Dios —exploto—. ¿Voy a tener que confiscar esa cosa?
—Lo siento —dice por enésima vez—. Lo pondré en silencio.
Algo que no arregla nada, porque deja el teléfono sobre su carpeta y el dichoso aparato se ilumina cada vez que llega un nuevo mensaje.
—Así que, básicamente, la lógica es la columna vertebral de la ética kantiana… — Me detengo cuando la pantalla del teléfono parpadea de nuevo—. Esto es ridículo. ¿Quién te está mandando mensajes sin parar?
—Nadie.
Nadie, una mierda. Cojo el teléfono y le doy al icono de mensaje. No hay ningún nombre, solo un número, pero no hace falta ser un genio para entender que los mensajes son de una chica. A menos que haya un tío por ahí que quiere «lamer a JongIn  por todas partes».
—¿Estás haciendo sexting durante tu clase particular? ¿De qué vas?
Suspira.
—Yo no estoy haciendo sexting. Es ella.
—Ajá. O sea que la culpa es suya ¿no?
—Lee mis respuestas —insiste—. No dejo de decirle que estoy ocupado.
No tengo la culpa de que no quiera darse por aludida.
Miro toda la conversación y descubro que está diciendo la verdad.
Todos los mensajes que ha enviado en los últimos treinta minutos llevaban las palabras «ocupado» y «estudiar» y «hablamos más tarde».
Con un suspiro, espero a que aparezca el teclado táctil y comienzo a escribir. JongIn protesta e intenta quitarme el móvil de la mano, pero es demasiado tarde. Ya le he dado a «enviar».
—Ya está —anuncio—. Asunto cerrado. —Juro por Dios, Soosie, que si… —calla mientras lee el mensaje.
Soy el  profesor particular de JongIn. Estás molestando. Terminamos en treinta minutos. Estoy seguro de que puedes mantener la cremallera de tus pantalones cerrada hasta entonces.
JongIn me mira a los ojos y se ríe tan fuerte que no puedo evitar sonreír.
—Debería ser más eficaz que tu vago «déjame en paz», ¿no te parece?
Se ríe de nuevo.
—No hay discusión posible.
—Esperemos que eso silencie a tu novia por un rato.
—No es mi novia. Es una conejita con la que me enrollé el año pasado y…
—¿«Conejita»? —suelto con horror—. Eres un cerdo. ¿Así es como llamáis a las mujeres?
—Cuando una mujer solo está interesada en acostarse con un jugador de hockey para poder presumir delante de todos sus amigos de que se ha tirado a un jugador de hockey… Sí, así es como las llamamos —dice con cierta amargura en su voz—. En todo caso, aquí el que está siendo usado como un objeto soy YO.
—Vale. Si eso te hace dormir mejor por las noches… —Cojo la carpeta
—. Pasemos al Utilitarismo. Por ahora, nos centraremos en Bentham.
Más tarde, le hago preguntas sobre los dos filósofos que hemos discutido esta noche y me alegro cuando veo que contesta a todo
correctamente, incluso a las preguntas trampa que le lanzo.
Vale. Igual Kim JongIn  no es tan tonto como pensaba.
Cuando nuestra hora se ha terminado, estoy convencido de que no solo se ha memorizado toda la información y me la ha soltado. Lo ha comprendido realmente, parece que las ideas filosóficas han calado en él de verdad. Es una pena que el examen de recuperación no sea tipo test, porque no me cabe ninguna duda de que lo aprobaría con nota.
—Mañana le daremos al Postmodernismo. —Suspiro—. La que, en mi humilde opinión, sea probablemente la escuela de pensamiento más enrevesada de la historia de la humanidad. Tengo ensayo hasta las seis, pero después estoy libre.
JongIn asiente.
—Yo habré terminado el entrenamiento a las siete. Así que ¿qué te parece a las ocho? —Me parece bien. —Meto los libros en mi bolso y entro en el baño a hacer pis antes de ponerme en camino. Cuando salgo, me encuentro con que JongIn está mirando lo que tengo en el iPod.
—¿Has estado cotilleando mi bolso? —exclamo—. ¿En serio?
—El iPod estaba colgando del bolsillo delantero —protesta—. Tenía curiosidad por ver lo que tenías. —Sus ojos permanecen pegados a la pantalla mientras empieza a leer los nombres en voz alta—. Etta James, Adele, Queen, Ella Fitzgerald, Aretha, Beatles… Uau, esto es la leche de ecléctico. —De repente niega con la cabeza, sorprendido—. Oye, ¿sabías que tienes aquí a One Direction?
—No, ¿en serio? —reboso sarcasmo—. Debe de haberse descargado solo.
—Creo que acabo de perder todo el respeto por ti. Se supone que te vas a licenciar en Música.
Le arranco el iPod de las manos y lo meto en el bolso.
—One Direction tiene armonías estupendas.
—Totalmente en desacuerdo. —Levanta la barbilla con decisión—. Te voy a hacer una playlist. Está claro que necesitas aprender la diferencia entre la buena música y la música de mierda.
Hablo con los dientes apretados.
—Te veo mañana.
El tono de JongIn  suena preocupado mientras se dirige al iMac de su escritorio.
—¿Qué piensas de Lynyrd Skynyrd? ¿O solo te molan los grupos en los que los chicos combinan entre ellos la ropa que llevan?
—Buenas noches, JongIn.
Cuando salgo de la habitación tengo ganas de tirarme de los pelos. No me puedo creer que haya dicho que sí a una semana y media de esto.
Dios mío, ayúdame.

Enamorarse no es opción (Kaisoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora