Kim JongIn 4/4

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La mitad de los chicos de la sala de pesas tiene una resaca de flipar. Yo, sorprendentemente, no soy uno de ellos. No. Las revelaciones de esta mañana han fulminado cualquier resquicio de dolor de cabeza o nauseas que haya podido sentir.

A Kyungsoo lo violaron.

Esas cuatro palabras han estado dando vueltas en mi cabeza desde que lo dejé en su residencia, y cada vez que aparecen, una rabia enfurecida estalla dentro de mí como una granada. Ojalá me hubiera dado el nombre de ese hijo de puta, su número de teléfono y su dirección.

Pero es mejor que no lo haya hecho, de lo contrario probablemente estaría en mi coche ahora mismo, de camino a cometer un asesinato.

Quienquiera que haya sido, solo espero que haya pagado por lo que le hizo a Kyungsoo. Espero por Dios que se esté pudriendo en una cárcel ahora mismo. O mejor aún, espero que el hijo de puta esté muerto.

—Dos más. —Chen está sobre mí mientras estoy tumbado en el press de banca—. Vamos, tío, que estás haciendo el vago.

Resoplo y hundo mis dedos en la barra. Canalizo toda mi rabia en levantar las pesas por encima de mi cabeza mientras Chen me mira desde arriba. Una vez termino la última serie de repeticiones, Chen deja caer la barra en el soporte y me ofrece la mano. Dejo que me ayude a ponerme de pie y nos cambiamos el sitio.

Joder, tengo que conseguir concentrarme. Menos mal que hoy no nos toca estar en el hielo, porque ahora mismo juro que no estoy seguro siquiera de recordar cómo se patina.

A Kyungsoo lo violaron.

Y ahora el quiere acostarse conmigo.

No, el quiere que yo lo «arregle».

Santa Madre de Dios. ¿En qué coño estaba yo pensando al comprometerme a hacer algo así? He querido desnudarlo desde ese primer beso, pero esto no me mola nada. No me mola cuando es como una especie de experimento sexual. No cuando siento tanta presión para… ¿Para qué? ¿Hacerlo bien? ¿No decepcionarlo?

—Cuando usted quiera —dice la voz burlona de Chen.

Le doy una patada a mis pensamientos estresantes y veo que mi amigo está esperando a que deje caer la barra es sus manos extendidas.

Cojo aire y me obligo a dejar de estar obsesionado con Kyungsoo y a poner toda mi atención en asegurarme de que Chen no muere por mi culpa.

—Estoy cabreado contigo, tío —me dice mientras flexiona los brazos y lleva la barra hasta su pecho. A continuación suelta un gruñido y la sube.

—¿Qué he hecho yo ahora? —pregunto con un suspiro.

—Me dijiste que no estabas interesado en Soosie.

Mi pecho se tensa, pero finjo no inmutarme mientras cuento sus repeticiones.

—No lo estaba, al menos no cuando hablamos del tema.

Chen gruñe cada vez que extiende los brazos. Ambos estamos levantando diez kilos menos de lo habitual; la gran borrachera de anoche hace que ninguno de los dos pueda rendir al cien por cien.

—Entonces qué, ¿ahora sí te interesa?

Yo trago saliva.

—Sí. Supongo que sí.

Chen no dice nada más. Mis dedos revolotean bajo la barra de las pesas mientras mi amigo termina su serie.

Observo vigilante el reloj que hay encima de la puerta de la sala de musculación. Son casi las cinco. Kyungsoo termina de trabajar a las diez; de ahí vendrá directamente a mi casa. Y nos acostaremos.

Enamorarse no es opción (Kaisoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora