Capítulo 2

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Al llegar a la cocina magnitud de comida relucía sobre la mesa del comedor. Magna se situaba presidiendo la mesa con un zumo de pepino, brócoli, apio, perejil y leche por su color verde claro con tropezones. En la mesa grandes cantidades de tostadas, tortitas, huevos fritos, tocino y mucha variedad de cereales de distintos sabores, tamaños y colores. Sin faltar los zumos de sabores casi inimaginables y sobre todo leche de todos los tipos (desnatada, semidesnatada, de soja, almendra, arroz...)

Al sentarme ataqué directamente a las tortitas, cogí el sirope de caramelo y lo vertí en círculos sobre estas. Al saborear el cacho sentí mis papilas gustativas bailar. Bailaban al compás de la explosión de sabores. Se podía distinguir el sabor de todos los ingredientes, excepto uno que se esforzaba en chinchar a mi mente.  

- ¿Cómo has hecho estas tortitas...Magna? - confuso por  llamarla por su nombre. 

- Es una receta de mis ancestros - no dio importancia a mi tuteo, respondió sin detalle. 

Esa respuesta no me sirve para nada recite en mi mente. El ingrediente que me faltaba era un misterio y así se quedaría. 

Empujado por la fuerza del viento, uno de los ventanales se abrió. Una paloma entró a la velocidad de la luz, llevada por el viento como transporte. Amarrada a ella había un papel tosco, marrón y con pequeñas muestras de ceniza. Estaba un poco quemado. El sol se había desvanecido en un instante (extraño suceso pues quedaban horas para el anochecer) y la oscura noche sembró el cielo con la luna como única luz de referencia. El miedo me consumió, la casa escaseaba de iluminación. Lo único que brillaba en la sala eran las velas de decoración de la mesa. Magna por el contrario se mostraba incomoda y disparatada. Cogió la paloma, que estaba magullada por la ventisca. En su pata derecha sostenía el papel, que de cerca parecía una nota. 

Magna desenredó el nudo atado a la paloma y la nota. El papel tosco tenía un color marrón de malgasto. Los agujeros provocados por las quemaduras y la ceniza, desaparecieron cuando la anciana lo abrió y sostuvo en su mano. La cara de magna aumentaba en preocupación cada línea que leía. El miedo relucía en sus ojos y sobre todo, la angustia asomaba el surco de sus labios. Petrificada en su sitio, se dejó caer en la silla. El papel cayó de sus dedos, volando por la mesa esquivando las velas que lo podían quemar. En zigzag por la mesa, logró llegar a mi. Parecía como si el papel quisiera ser leído por mí. 

Comencé a leerla:

Mis solemnes disculpas, Magna

Se me hace la necesidad de comunicar el peligro. Las grandes montañas se están derritiendo, los bosques se ven cada vez más insólitos,. Y lo que más acontece, la reina ha sido encontrada decapitada en sus aposentos. Escarcha la encontró, cabeza paliada en estaca y cuerpo en cama enrollado entre sábanas. La ventana estaba abierta y la puerta cerrada. En el suelo había pisadas negras, como sabrá esto es una emergencia y ya sabrá de quien se trata. 

Espero que sepa que se debe hacer en estos casos. Necesitamos su ayuda. Esperamos su respuesta lo antes posible. 

Pd: debo informarle de la presencia de perturbaciones en su ciudad, debe escapar lo antes posible. 

Parleshtón, Corte de la reina de Pifel.

Sin comprender de que se trataba y de quien hablaba, solté la carta. El sentimiento de pena revolvió mi estómago. El chasquido que escuche quemó la carta en un segundo. No había pruebas del escrito. Alterada Magna hizo aparecer una pluma con su tintero y un papel. Escribió algo rápidamente, dobló la carta como un pergamino y la amarró a la pata de la paloma herida. Con otro chasquido le curó el ala desfigurada. La paloma inició el vuelo y el segundo ventanal se abrió de un golpe. El estruendo nos hizo saltar del susto. La paloma se debatía con la ventisca. Volando a contracorriente le costaba mantener la dirección, pero más fuerte que la tormenta, sus alas lograron desaparecer en el contraste con la luz lunar. 

La Fantasía de un SoñadorWhere stories live. Discover now