Capítulo 19

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-Primero deberás conocerte- dijo Magna desde la estantería-. Conoce tu especia.

Magna se agachó y cogió uno de los libros más estropeados que se podían ver en la estantería.

-Léetelo- extendió la mano con el libro.

-Gracias- Halia lo cogió.

Ambas se sentaron en las sillas contiguas al altar que subía al telescopio. Halia abrió el libro de portada de cuero, suaves trozos desgarrados y espina totalmente rota. Sobre el cuero había dibujado marcas de luz que brotaban de la figura de la portada.

-Sangre- objetó Magna.

-¿Cómo?- dudó Halia.

-Lo que brota de tu cuerpo es su sangre- explicó., Tu sangre.

Halia observó milimétricamente la portada, y después de una minuciosa investigación entre los detalles, pasó a la primera página. El texto llenaba la mayoría de páginas, excepto por algunas caracterizaciones de lo explicado en texto que estaban bocetados a la lápiz y desgastados por el uso exhaustivo del libro. Eran personas, estudios nocivos de salud de las personas mostradas, explotación de sus poderes y mostraban el maltrato físico y psíquico que les estaban haciendo para el escrito del libro.

En las venas de Halia se sintió la irritación, el dolor y la rabia.

-Estas jugando conmigo- habló-. No sé que pretendes.

-Pretendo enseñarte lo que hacían con tu especie- aclaró.

-¡Deja de llamarme "especie"!- gruñó -. Soy humana.

-No hija, no- se rio -. Eres medio humana medio Dios. Eres una mestiza y de entre ellas, eres una Iluminadora.

-¿Qué es eso?

-La esperanza de la ciudad- se levantó de la silla y volvió a rebuscar en las estanterías -. Tu padre oculta tu verdadero ser porque tiene miedo - paró sobre otro de los libros más estropeados-, miedo de que te mate - cogió un libro azul y volvió al centro.

-Mi padre no es consciente de lo que quiere- levantó la cabeza del libro -. Se pasa el día tumbado en la cama bebiendo como un sediento.

-Tu padre ha pasado por mucho- dijo Magna -. Y no quiere que te pase lo mismo.

Hubo un silencio entre ambas. Halia había vuelto a centrarse en las páginas del libro sin escuchar las palabras de MAgna, y esta se disponía a abrir el segundo libro que acababa de coger. Un enorme libro de color azul igual de desgastado que el primero, pero en la portada se imprimía un hombre, ese hombre que Halia encontró en el rellano del bosque, aquel que le dijo: "relaciónate con la chica de la cabaña". Todavía no entendía porque él quería que se relacionara con esa bruja, como decía su padre. Se cuestionaba, aún, porque debía entender sus palabras, pero cuando vio la figura del hombre en el libro, se le abrió otro mundo aún más confuso.

-Yo hablé con ese hombre...- se quedó en trance por segundos -Pollithios le eschuché decirme.

-Sí, Pollithios, así se hace llamar el Dios al que rezamos.

-¿Qué Dios?

-El Dios Sol.

-Según mi padre, los dioses no existen- objetó Halia.

-Tu padre es el menos indicado para decir que no existen.

-¿Por qué?

-Tu padre conoció a los tres- apuntó al libro mostrando páginas -. Estos tres dioses de aquí. Dos de ellos lo trataron mal, pero uno de ellos lo amó.

-Pollithios- habló Halia - ¿Es por eso que me alejaba de ti?

-Sí- dejó de apuntar el libro y miró a los ojos de Halia -. Tu padre amó a ese dios como el pájaro ama el viento o como las plantas aman al sol - Magna tragó saliva -. Lo amó tanto que dejó la racionalidad apartada. Pero no salió como hubiera querido, el dios le ocultaba un secreto.

-¿Qué secreto?

-La verdad de una profecía que aclaraba que el amor entre mortal e inmortal era intencionada. Un amor que no era fortuito, no como que un estrella fugaz caiga- Magna siguió mirando profundamente a Halia -. Esa profecía traería el mal y todo comenzaría con su relación. Ellos no le dieron importancia, pero la profecía siguió cumpliéndose y se separaron. Después llegaste tú, la segunda parte de la profecía.

-¿Yo soy el mal?

-El mal ya no se puede parar- dejó de mirarla -. Tu solo llevarás las riendas al siguiente nivel.

-¿Y no hay nada para cambiar la dirección del mal?

-Lo que puedes hacer es conocer quién eres.

Eso no haría nada, el mal ya crecía entre la población. Lo que antes era una ciudad sin robos, se convertía poco a poco en una sociedad llena de denuncias por hurtos llenos de violencia y poder. Un poder corrompido por el escaso mandato del rey que había dejado de hablar con su hija. Un rey que recaía en el alcohol para ahogar sus penas. El rey que odiaba la soledad, pero se veía mantenido por ella.

Halia dejó ese día la cabaña con desesperanza. Era una chica que buscaba un futuro feliz y próspero, pero la profecía la había derrotado sus esperanzas. Había roto sus esfuerzos y su vida. Una vida que se basaba en el querer ser normal, ser como cualquier persona en Arcadía. Pero nunca podría serlo, el poder de un dios recorría por sus venas.

En todo esto, ella quería la figura de su padre presente, pero tenía dudas: ¿Era magia lo que podría utilizar para curar a su padre? ¿Quería curar a su padre? ¿Qué era lo que realmente quería? Nunca se pudo responder a esas preguntas, el futuro la ató al extraño de los fortuito. Nunca supo lo que quería hacer hasta que el momento estuvo en sus pies.

La Fantasía de un SoñadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora