Capítulo 33

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El sol se había escondido en el oeste. La luna cubría con su tenue luz el bosque de árboles altos y robustos; oscuros como las desgracias o la pérdida, excepto por un árbol rodeado por el fuego de la compañía y el entretenimiento. El fuego que alimentaba Magna. 

A causa de los meses de verano tan calurosos, el invierno sostenía su frío en mano. La nieve cuajada de hacia unos días congelaba mis manos. Siento el frío como cualquier otra persona. Magna, por el contrario, estaba protegida del gélido ambiente. Aun teniendo el fuego para calentarse, profesó al tiempo un conjuro con el que sus ropajes estuvieran calientes. A mi me dejó congelarme. No me importaba porque yo estaba allí para mantenerme en movimiento. 

-El frío es el clima que debes conservar para estar cuerda, Escarcha- dijo. 

-Tus palabras no tienen sentido. 

-No necesitan sentido- seguía sin enterarme de lo que me quería decir -. Solo necesitan ser seguidas. 

Sus palabras si tenían sentido, pero llegue a la comprensión años más tarde. Puedes elegir ser un lugar cálido y cercano. Apetecible por principios, pero peligroso, o puedes elegir ser un lugar triste y solitario, pero de gran serenidad. 

¿Y el mensaje? No confiar en esas personas que muestran su temperatura amable y cálida. Son las más peligrosas y desconfiables. No pueden controlar su fuego, hasta que te estalla. El frio en confiable. La tristeza y la soledad que muestra hace que el más mínimo roce de cariño lo acepte y lo venere. Júntate con una persona fría y comprobarás la felicidad. 


-Llegará el momento en que te acuerdes de lo que te he dicho ahora. Hasta entonces utiliza tu instinto, pero ten cuidado- echó un trozo de leña al fuego - ¡Ahora! Atiende. Vamos a entrenar tus poderes. 

-No tengo ningún poder- dije recordando la noche con Trace y mi piel reluciente. 

-No te hagas la tonta, niña. Las dos sabemos que tienes un don. 

-Si don lo llamas a iluminarse como el culo de una luciérnaga... - deje mis palabras alargarse -. Entonces sí que tengo un don. 

-Sabes muy poco de lo que puedes llegar a tener, pero para estoy yo aquí. 

Magna agarró otro tronco de leña y lo arrojó al fuego. Este se prendió al instante. 

-Ponte sobre el fuego. 

-¡¿Pero tú estás loca?!- di un paso atrás con miedo a sus intenciones. 

-¡Ponte sobre el fuego ahora!- me gritó -. Y descálzate. 

La hice caso, llevarle la contrario siempre era un error. Me descalcé con las manos temblándome y me acerqué al fuego con algún impedimento en mi andar.

-Coge esto- antes de subirme al fuego, cogió un trozo de carbón con las manos y me lo dio -. Sostenlo durante un rato. 

Así hice. Agarré el trozo de carbón. Se sentía caliente, pero no ardía como parecía estar. El rojo vivo tomó el color blanco de la nieve. El trozo de carbón se había convertido en hielo frío y escurridizo. Mis manos estaban del color del carbón. Parecía haberse parada la circulación de mi sangre, se había parado el flujo. 

-Magna, no tengo circulación- estaba a punto de marearme y caer al suelo - ¡Ayúdame y deja de reírte de mí! - había entrado en pánico. 

-Deja el trozo de carbón en el suelo- lo solté al segundo -. Respira por la nariz y exhala por la boca - seguía sus indicaciones al pie de la letra -. Mírate las manos. Igualitas que siempre. 

Era verdad. Se notaba la diferencia, el flujo de sangre había vuelto. 

-Súbete al fuego- continuó sin darme un descanso.

Volvió a ocurrir. Lo que el fuego era antes un cúmulo de cenizas y brasas, ahora era escarcha. El crepitar de las llamas se había silenciado. Se oía el suave crujido de la fina capa de hielo. Y, otra vez, mis extremidades perdían la circulación de mi sangre, dejándolas un color blanco cadáver. 

Seguía sobre la escarcha cuando me empecé a encontrar mal. La cabeza me daba tumbos y el cuerpo acompañaba a los movimientos. Estaba a punto de caerme sin darme cuenta. 

-¡Sal de ahí!- gritó Magna - ¿No ves que se te está cortando al circulación?

La piel blanca de mis pies se extendía desde mis muslos hasta el cuello, dejándome sin respiración. Caí al suelo. Me golpe contra las hojas y la nieve blanda del suelo. Magna me arrastró fuera de la escarcha. Solo podía sentir la cabeza a punto de explotar y las ganas de vomitar. 

Al minuto de estar fuera del hielo, la cabeza volvió a la normalidad. La sangre circulaba con la velocidad del aire y mi cuerpo se recomponía. 

Podía incorporarme. 

-Toda magia tiene su precio- dijo Magna. 

-Pues tú no tienes ninguno- la había visto hacer magia sin ningún problema. 

-Mi magia me arrebata minutos de vida. 

-Mientras tu puedes conjurar lo que quieres quitándote simples minutos de vida, yo me ahogo en cinco minutos- no comprendía la injusticia, ¿Por qué ella no se podía morir con un conjuro? En el futuro entendería que mi coste era menos problemático. 

-Los principios de una maga, siempre conllevan un sacrificio mayor- confirmo -. La práctica te llevará a aguantar más tiempo. 

-Tus prácticas casi me matan- respondí -. Podrías haber avisado antes de  casi provocarme la muerte. 

-Si lo hubiera hecho no me hubieras hecho caso- continuó -. El temor que hubieras tenido a morir, no hubiera activado tus poderes. 

-Por lo que, ¿Solo tengo poderes si no me consume el miedo?

-Si no te consumen los nervios, el miedo, la angustia y el poder. Debes tener la mente y el cuerpo en calma. Toda corrupción de tus sentidos no activará tus poderes, y es mejor que no ocurra con lo que nos espera en dos años.  

La duda atacó mis sentidos. 

-¿Qué pasará en dos años?

-El futuro es incierto, pero las profecías a veces se cumplen. Mas adelante las conocerás, ahora debes centrarte en entrenar conmigo y en arreglar la confianza con tu madre. 

-Entrenaré- terminé la conversación. 

La Fantasía de un SoñadorWhere stories live. Discover now