Capítulo 12

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Pasaban los días y Pollithios y Fillo se arropaban de amor y cariño. No era una relación de amor, sino de amistad. Un amor incondicional y necesitado por la soledad.


Días despues del secuestro, Fillo volvió a la tierra para poder hablar con su madre, pero nunca llegó hacerlo. Cuando la buscó, esta se encontraba en su cama acurrucada, y cuando fue hablarla, notó un olor a putrefacción. No lo entendía muy bien. Puede haber estado trabajando duro, provocando un olor corporal fuerte, y habrá decidido descansar y después ducharse, pensó. Fillo se sentó en la mecedora a su lado, esperaría a que se despertara y la daría una sorpresa. Pasaron horas e incluso llegó a esperar un día, pero su madre nunca despertó. En ese momento entendió el olor y la forma fetal en la que se encontraba el cuerpo. Rompió a llorar. Corría por la pradera mientras el trigo le rozaba los muslos descubiertos. Corrió sin comprender, solo ante el mundo. Buscaba la calma y la tranquilidad de aquel barranco al final de la granja rodeando el bosque, al que iba cuando tuvo que superar la muerte de su padre. En la cima encontró el sauce llorón, todavía vivía. Se apoyó contra el tronco y sintió el vació del barranco, la brisa del mar acariciar sus pies.

- ¡YA NO TENGO A NADIE! - gritó al aire del barranco. La voz se le desagarró y rompió a llorar.

Golpeó el suelo con manos y pies, una rabieta propia de un niño pequeño pidiendo que le hagan caso. Estaba frustrado y se culpabilizaba de la pérdida, de no haber estado a su lado cuando partió al cielo. Se dejó caer sobre la suave hierva. Esta le transmitía ternura, a la vez que su olor fresco y húmedo le tranquilizaba. Se durmió entre lágrimas.


Otra vez aquella luz que buscaba las almas amparadas en el limbo se hizo rumbo a los adentros de la casa. Mientras tanto, la luz del sol hizo despertar a Fillo. Con los ojos rojos y llorosos, Fillo pudo divisar la misma forma que vio cuando su padre murió.

Volvió a correr para llegar y pedir lo mismo.

La puerta se abrió y la casa se encontraba vacía. El arcángel ya había abandonado y con ello la última despedida a su madre. Otra vez le azotó el sentimiento de pérdida, agonía y culpa. Volvió a caer en lágrimas contra el suelo, pero en esta no estuvo solo. Pollithios tenía un sexto sentido. Percibía los malos momentos de los humanos. En ese entonces sintió la tristeza. No tenía duda de que era Fillo, no podía ser otra persona siendo este el único humano en el mundo en ese entonces. Pollithios conocía la muerte de la madre mucho antes de que Fillo la encontrara. Pensó que dejarle un momento para llorarla sería lo correcto, pero nunca imaginó que sería un golpe tan duro. Por el amor que le tenía, Pollithios debía estar a su lado, abrazar a aquel que imaginaba amar, aquel amigo. Al único que consideraba familia. Apoyar en todo momento, en las malas y en la buenas y hasta siempre, era el lema de Pollithios. Lo relataba en su mente cuando se sentía solo y el único apoyo que tenía era la tranquilidad de sus sábanas.


- Fillo - le susurró con afecto -. Estoy contigo, a mi nunca me perderás.

Todavía en llanto, Fillo se acercó y cogió los brazos de aquel hombre al que necesitaba. Lo agarró de la cintura y lo abrazó hasta cortarle la circulación. Las lágrimas corrían por el lagrimal, bajando por las mejillas y cayendo al suelo tras pasar por la barbillas.

Pollithios agarró la barbilla de Fillo. Pasó los dedos acariciando las mejillas al compás que limpiaba las lágrimas, y cuando tuvo fija la mirada:

- Llora todo lo que quieras - le acaricio otra lágrima que caía -. Estoy a tu lado, no estás solo

En sollozos Fillo agarró su cintura y cogió sus brazos forzando un abrazo. Ese abrazo duró horas. Las lágrimas cesaron. Los ojos de Fillo buscaron los de Pollithios, encontrando así sus pupilas con el contorno del color miel de sus ojos. Se encontró con la comisura de sus labios. Los deseaba palpar. Los acarició con el dedo y las dos bocas se juntaron en un imprevisto beso. Fillo palpaba el sabor a miel y flores. Pollithios palaba la dulzura. El dulce roce produjo la excitación de ambos. Pollithios tuvo intención de manoseos, pero Fillo lo paró al instante.

- No estoy preparado - dijo en susurro.

- Comprendo, debí preguntarte - concluyó culpable.

Desde ese momento el beso se hizo incómodo, seguía siendo dulce, pero Pollithios se sentía culpable. Aquel beso no era real. Pollithios quería besar a Fillo desde que le buscó en el bosque, pero no en un momento de sensibilidad como aquel. El besó paro.

- ¿Pasa algo? - quiso saber Fillo.

- No estas actuando racionalmente - respondió.

- Estoy haciendo lo que he querido hacer desde que te conocí - se quejó -. Estoy bien - dijo dándose cuento de que Pollithios no se refería al beso.

- Yo no pienso lo mismo - aclaró.

- Estoy... Estoy perfectamente - la voz se le rasgaba.

No pudo aguantar. Volvió a romper a llorar buscando los brazos de Pollithios.

- Vámonos a casa - le acaricio el pelo -. Tienes que descansar.

Pollithios agarró la cintura de Fillo. Abrió la alas. Unas alas blancas con trazos de oro, brillantes como los diamantes. Salieron de la cabaña y con un pequeño impulso de las piernas, alzó el vuelo. Recorrieron el cielo entre las grandes nubes suaves como el algodón. El aire rozaba sus mejillas, y les acariciaba la piel expuesta.

No tardaron en llegar.

Fillo sin soltar a Pollithios se acurrucó en sus brazos pidiendo que le llevara a la cama. Este supo sus intenciones y las cumplió. Lo soltó encima de la cama y lo dejó descansar.

La noche asomaba y el sol agachaba sus ganas de brillar escondiéndose tras la luna llena. Pollithios colocó una silla en frente de la cama y se sentó. Observar a Fillo dormir durante horas le provocó el sueño. Antes de dormirse por completo, le susurró unas palabras sin querer despertarle.

- Esperaré hasta que estés preparado. El amor no dicta los límites, se que el universo espera nuestra armonía, y espero que la profecía se convierta en realidad.

Dejó las palabras en el aire, pero lo que no sabía es que Fillo no dormía. ¿Qué es eso de la profecía? Estuvo toda la noche dándole vueltas a esas palabras hasta que se durmió por completo.

La Fantasía de un SoñadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora