Capítulo 31

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Hacía un año de la muerte de Trace. Lo había "superado", ya no lloraba por ella. Pero, aun así, me culpaba por su muerte. Había cumplido lo que Magna me dijo, había dejado de doler, había dejado de llorar y había dejado de sufrir para vivir por ella. 

Aun habiendo conseguido todo eso, la melancolía no se iba. Los recuerdos eran constantes. Seguía llevando su alma sobre mi corazón. 


Los meses habían pasado, y con ello mis rasgos "masculinos". Os preguntareis cómo ocurrió, pero teniendo en cuenta que mi ayudante en todo fue una maga, alguna idea tendréis. 

Fue hace dos años, cuándo yo tenía dieciséis. Meses después de la muerte de Trace. 

-Magna, quiero dar el gran paso- le dije. 

-Si es lo que tú quieres, así será. 

Se paró frente a mi y tapó mi cara con sus manos. Empezó a recitar palabras en latín, un conjuro. Notaba mis facciones de la cara ser removidas como una ensalada siendo sazonada. Notaba un cosquilleo. No dolía. 

Destapó la cara y me dijo que me mirara al espejo. Miré y me sorprendí. La mandíbula prominente se había reducido y esculpido en una forma más picuda. El cuello había reducido su anchura, las cejas habían pasado de ser una selva ancha, a ser un bosque perfilado. Pero el cambio más significativo se situaba en mi. De alguna manera, Magna sabía lo que no me gustaba de mi cuerpo. Ahora notaba el cambio en mi, me sentía más a gusto. 

-Gracias- dije aguantando las lágrimas. 

-Acércate- siguió -. Voy hacer que te veas como quieres. 

Me acerqué y volvió a poner sus manos sobre mi, esta vez sobre mis pechos. Los latinismos eran distintos, pero la sensación era la misma. 

-Ya puedes mirarte- destapó sus manos. 

Al pasar por el espejo, pude observar los pechos que ahora estaban en mi cuerpo. Se podía decir que me gustaban, ni muy grandes ni muy pequeños, una talla media con la que estar a gusto. El tamaño no era lo importante en este caso, la importancia estaba en ser como quería ser, en quererme como siempre había querido, aunque todavía no estuviera completa. La parte que más disforia me daba era la parte más difícil de retirar ¿Estaba segura que lo quería hacer? Claramente no ¿Era importante hacerlo para conseguir la felicidad con mi cuerpo? Podía, pero no lo sabía. Tenía miedo y todavía lo tengo, pero ahora mismo he aprendido a quererme como soy y no le doy la importancia de antes. 

-Gracias Magna- le dije -¿Cómo puedo devolver el favor?

-Hay una cosa que no te he dicho- se quedo esperando a que yo reaccionara -. Este sábado viene tu madre y tú vas a estar aquí. 

-No- dije tajando la conversación -. Ella no quiere y ni quiero intentarlo. 

-Ella fue la que me propuso venir a verte. Quiere ayudarte. 

-La ayuda debería haber comenzado cuando se lo dije, no después del arrepentimiento- seguí negando su palabra. 

-Tu madre tenía y tiene miedo...

-¿De qué¿- corté sus palabras -. Mi madre es la reina. Sus privilegios la eximen del miedo. 

-De tu padre, cariño- Magna sostenía una voz dulce y calmada a todas las respuestas, yo, al contrario, subía el tono con rabia cada vez que nombraba un familiar mío.

Por unos segundos no pude contestar. El miedo que tenía mi madre se reflejaba en mi. Ser reina la eximia de todos los castigos, pero mi padre podía reducir esa ley a cenizas. Podía castigar sin consuelo a su mujer, tal como hizo conmigo. 

Sin entenderlo, las lágrimas brotaron de mis ojos, ¿Qué consuelo podía tener ahora que sabía que mi madre no quería apoyarme en público por el miedo a las consecuencias macabras de mi padre? ¿Qué haría él si se enterara que iba a visitar la cabaña de Magna? ¿Conocería ella mi paradero? Se puede comprender el amor entre padre e hijos, pero ¿Se puede comprender la conexión entre madre e hijo? Claramente es más fuerte. La madre ha dado su vientre, ha ofrecido un sacrificio para ofrecer la vida a un desconocido. Y en todo ese enlace entre desconocidos, parece como si lo conocieras de toda la vida. Es verdad que dicen que el amor verdadero no se extingue, que queda un trocito visible en las expresiones, que por mucho daño que te haga una persona tú la sigas queriendo. 

Yo quise pensar en ese pequeño trozo. Quise pensar que el día que me volviera a ver reaccionaria bien. Quise pensar en que volvería a amarme. Quise pensar en que no me hubiera dejado de querer, ¿Cumplió mis expectativas? Sí y no.  

La Fantasía de un Soñadorحيث تعيش القصص. اكتشف الآن