Capítulo 29

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Coger el valor y mostrarme en la ejecución, tuve las narices de ir. Error. 

Días antes de la ejecución los pasé llorando en el hombro de Magna. Todo era mi culpa. Mi arrogancia y egoísmo lo habían provocado. 

Los llantos eran algo que Magna no soportaba. Le ponían nerviosa, la irritaban. Por lo que cada vez que soltaba una lágrima me asestaba una torta. Era muy bruta en ese sentido, pero me hizo superar mi culpabilidad rápidamente. Eran ostias físicas que se igualaban a las que daba la vida. 

El alivio no duró mucho tiempo. 


Era el día de la ejecución. Magna corría por la cabaña buscando una cazadora ancha y larga con la que poder cubrirme. Cuando llegó a la entrada, la tenía en las manos. Era una enorme cazadora negra carbón que me llegaba hasta los tobillos y la capucha cosida en la espalda cubría las facciones de mi cara. Aun siendo verano y pasando por los días más calurosos del mes en el reino Pifel, la capa tenía que ponérmela. Me cubriría de las miradas de cualquier persona de Arcanía. Con ella nadie sabría de mi existencia. Y os preguntareis, ¿Para qué quieres ir a la ejecución de tu mejor amiga? No tenía otra opción. Mi amiga merecía mi apoyo. Sí, lo necesitaba incluso más cuando iba a morir. Aunque no lo aceptara, yo estaría allí pasara lo que pasara. Eso nos prometimos. 

Las calles rebosaban de transeúntes. Ninguno con expresión alegre. Ningún vitoreo, solo abucheos al castillo y a la familia real. Gritaban mi nombre, bueno, como me tenían retratado en esa ciudad retrógrada: monstruo transformista. No me llamaban por mi ser, yo seguía siendo ese "chico" que aclamaba atención. Un niño de alta cuna, que solo quería llamar la atención. 

Por un tiempo me lo creí. 

En la plaza habían montado un escenario de madera de roble. En este, estaba de pie un hombre sin camiseta mostrando su masculinidad, su torso y sus músculos. No mostraba su cara, la cubría con una bolsa de tela negra. Solo asomaban sus ojos azules como el mar. A su lado, apostada sobre un palo de madera, atada de pies y manos y rodeada de paja de granja estaba Trace. Cubierta con una tela en los ojos, solo escuchaba el barullo de la gente. Giraba la cabeza de lado a lado, se retorcía sobre el palo intentado zafarse de las ataduras. 

No lo consiguió. 

Se podría decir que comprendía como se sentía en ese momento, atada en frente de millones de aldeanos sin manera de salir de esa encrucijada. Pero no era así, no podía conseguir comprender el nivel al que se sentía atrapada. Yo me sentía atrapada todos los días del año, pero no estaba a punto de morir. Y eso no me excusaba a sentirme culpable. Nunca podría haberme igualado a su nivel. Nunca llegaría a comprender como se sentía, el miedo que debería estar pasando y la ansiedad que le corría por las venas. 

El terror estaba presente. Convulsionaba. Trace siempre se había mostrado fuerte, pero no era el momento de mostrarlo. Esa fuerza que desprendía se había esfumado. Se había volatilizado por mi culpa. 

Ese terror que presentaba se traspasó a la gente, que empezaron a retirarse. Sabían lo que se venía. Una hoguera en la que la pieza que iba a ser quemada, estaba viva. ¿Quién había culpado a esa persona? La gente de Arcanía no sabía nada. Ellos habían sido obligados a asistir a allí. 

-¿Desde cuándo quemamos a las personas?- quiso saber un ciudadano cercano al escenario. 

Nadie contestó, pero el pueblo no calló. La pregunta del hombre hizo alborotar a la muchedumbre. 

-Exacto- comentó una mujer - ¿Quién sabe por lo que ha sido culpada esta chica?

El pueblo contestó. 

-Escuché por los callejones que es bruja- dijo un pequeño hombre. 

-Yo escuché que había robado- dijo la mujer acostada a su lado. 

-Traicionó vuestra confianza- mi padre había subido al escenario -. Estuvo ayudando a la criatura que muchos odiáis y otros pocos callan por miedo a mostrar su apoyo - las tablas crujían cada vez que daba un paso hacia el borde de la madera -. Apoyó a Etar. 

Mi antiguo nombre resonó en mi cabeza. 

La acusación de mi padre hizo cambiar las caras de disgusto y terror en la ciudad, para pasar a caras de odio y orgullo.  En un suspiro de palabras, mi padre, había conseguido cambiar la actitud de un pueblo lleno de odio. Ahora se sentían orgullosos y felices por quemar a alguien que solo quería ayudar. 

-Quemadla entonces- dijo ahora el hombre del principio. Las dudas del miedo e incomprensión habían desaparecido. Ahora quería que mi amiga ardiera por protegerme. 

-¡Eso, quemadla!- respondió la mayor parte de la gente agrupada. 

Muy pocos abandonaron el lugar. Si lo hacían se expondrían y la asistencia era obligatoria. Si les pillaban serían los siguientes en subir al escenario. 

Una de estas personas chocó conmigo antes de salir. Pudo ver mi rostro, pero no dijo nada. Miró hacia delante y pude leer en sus labios: lo siento, Escarcha. Su sentimiento depresivo se pudo transmitir muy rápido a mi cuerpo. 

-Destapar los ojos de la traidora- dictó el rey -. Dejar que vea sus últimos segundos. 

Nafa más desatar el nudo de la bandana pude sentir los ojos de Trace posar sobre mi mirada. No comprendía como podía sentirme allí. No podía ser posible, pero sí lo era y eso no era un sueño. Le hice un gesto con mis ojos y ella me respondió con sus labios. "Lo siento mucho", se podía leer en la forma que articulaba su boca. Mi respuesta: una gota de llanto sobre mi mejillas. Una simple lágrima. Podía haberme esforzado un poco más, mover alguna articulación, pero no lo hice. 

-Tus última palabras, traidora- mi padre le dijo a trace mientras cogía una antorcha encendida y se la entregaba al verdugo. 

-Te quiero, Escarcha- tuvo que tragar saliva. El dolor obstruía sus cuerdas vocales -. Os quiero mamá y papá. Prometedme una cosa - los padres que estaban en primera fila, asintieron - Sentiros orgullosos por haber ayudado un alma a encontrarse como me siento yo...

-Se acabó- interrumpió el rey. 

-Y usted, también debería estar orgulloso de su HIJA- calló. Trace no dijo nada más, solo sostuvo su mirada con la mía.

Sostuvo su mirada con la mía mientras el verdugo acercaba la llama a la paja. Sostuvo su mirada sobre la mía cuando las llamas empezaron a crecer. Sostuvo su mirada sobre la mía cuando las llamas comenzaron a quemar su piel, cuando las llamas empezaron a consumir su ser y cuando las llamas cubrieron su cuerpo por completo. 

- ¡AAJJJ!- se pudo escuchar en la plaza. La madre de Trace se retorcía en el suelo. A su lado su padre, abrazaba en el intento de consolarla, pero el consuelo no podía conseguirse si los dos sufrían lo mismo. 

En cambio, yo no sufría. La mirada de Trace todavía estaban presentes en mis ojos mientras las llamas rujían, mientras las llamas consumían el palo de madera en el que el cuerpo humano Trace había estado. Ahora ni los huesos de un cuerpo humano estaban presentes. 

Una ráfaga de aire se levantó en la ciudad. Esta volatizó las cenizas de Trace. Sus cenizas bailaron en el aire, no era una ráfaga de viento normal. Era un movimiento mágico. De un abrir y cerrar de ojos, el viento había transportado las cenizas a un jarrón y las había depositado en los pies de los padres de Trace. En el jarrón se podía apreciar cómo se bordaba el nombre de su hija. 

Pude ver desde lejos quien había hecho eso. Era imposible que un viento normal llevara a la transformación de un jarrón. Y allí estaba Magna, sobre uno de los tejados de una casa. Agazapada, movía los labios y las manos al compás.

Fue entonces cuando supe a ciencia cierta que Magna era una maga.  


La Fantasía de un SoñadorWhere stories live. Discover now