Capítulo 15

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Fillo llevaba dormido durante días, el golpe asistido por la caída le dejó en coma. En todo momento Pollithios vigilaba y observaba con la esperanza de verle levantar. 

Pasaban meses y FIllo seguía sin despertar. Pollithios había perdido toda la esperanza, pero un signo apareció en el sobrecielo del Olimpo. 

Una mujer bajaba con sus alas de ángel, unas alas doradas, ligeras como las plumas y brillantes como la luz del día. 

Se presentó en el centro del Olimpo. No se podían distinguir su cara, la luz que surgía de las alas impedía diferenciar los rasgos, pero esta luz posicionaba e iluminaba la hermosura de su imagen. Una piel entre la juventud de un bebé y la vejez de una anciana hacia rebotar los rayos de luz. Un cuerpo de curvas se distinguía entre los trapos blancos. Esta invitaba al pecado del amor. Un amor del cual se desprendería al alba o al anochecer. Pero la mujer no estaba para pecar.

- Hola Pollithios - formó las palabras hipnotizando con la forma de su cuerpo.

- Hola... - respondió sintiendo un mareo -. ¿Quién eres?

- ¿No te acuerdas de mí, Pollithios? - no dejó responder -. Soy tu madre.   

- ¿Mamá? - miró a todos lados -. Nos dijo papá que habías muerto. 

- Y fue el mismo día en el que desapareció, ¿Verdad?

Pollithios afirmó. No podía hablar, el abandono de su padre todavía le dolía aunque hubieran pasado cien años de ello.  La madre dejó a parte el tema del padre, y se acercó al cuerpo de Fillo.

- ¿Cuánto lleva así?

- Dos meses - se pudo sentir la preocupación en sus palabras -. ¿Qué le pasa, mamá?

- Mucho dios... Pero nada de ciencia al parecer - la madre se estaba burlando de su hijo -. Está en coma, cariño. 

- Se va a despertar, ¿Verdad?

- Quieres mucho a este humano, ¿No?

- Es el amor de mi vida - respondió observando la cara de sorpresa de la mujer -. Y aunque te moleste, no lo voy a dejar ir. 

- Tranquilo - pronunció con dulzura -. Lo despertaré.

La mujer colocó las manos sobre la cabeza de Fillo. Una luz traspasó la piel de ambos y de un segundo a otro Fillo abrió los ojos. Se sorprendió al ver una mujer a su lado, pero fijó su mirada con la de Pollithios. Quiso levantarse, pero la mujer lo paró los pies y lo tumbó.

- No deberías levantarte todavía. Descansa. 

Y volvió al sueño en el que estaba sumido anteriormente. La voz de aquella mujer le había ensoñado. 

- ¿Qué le has hecho? - Inquirió Pollithios con agresividad. 

- Estará dormido por una horas - respondió -. Tenemos que tratar un tema antes. 

Abandonaron el Olimpo dejando el cuerpo de Fillo tendido en la cama. 

Al salir alzaron las alas. Se podía saber quién era mayor. Las alas de la madre sobrepasaban la envergadura de las de Pollithios, al rededor de tres metros medirían aquellas preciosas alas. 

Volaban sobre las nubes sin preocupación. Pollithios recordó pasajes de su infancia. El primer día que su madre les enseñó a sus hermanos y él a volar. Fue un momento en el que podían oler la libertad, sentir el aire y el suave sabor relajante de las nubes. La mejor sensación era sentir los trazos de las nubes rozar sus pies descalzos (nunca iban del todo vestidos, como mucho un pequeño trapo sobre el pecho y rodeado en la cintura y, en los pies unas sandalias persikai con las que andar).  

La Fantasía de un SoñadorWhere stories live. Discover now