Capítulo 24

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Al alba era una persona nueva. La cama me arropaba con sus brazos de seda, no quería levantarme. Eso suponía hacer de nuevo la rutina. Era un diario continuo que no era interrumpido por lo interesante. Una rutina aburrida, excepto por lo conocido hace poco. 

Mis padres me esperaban en el comedor. Los sirvientes del castillo siempre hacían montones y montones de comida. Era imposible comer todo y lo que sobraba lo tiraban. Yo siempre me quejaba de la irresponsabilidad que era eso, pero eran mis padres los que mandaban sobre ellos y a estos solo les importaba tener un gran repertorio de comida para ellos, la ciudad les daba igual. 

Arcanía en esos momentos estaba muy bien. Las riquezas abundaban, pero también había muchas personas que basaban sus beneficios en el campo, el cual no daba para ganar mucho. Arcanía nunca ha sido una ciudad para cultivar, las tierras estaban poco abonadas para el crecimiento de grandes campos de cosecha. No era una tierra muy fértil, por eso los agricultores abandonaban la ciudad para dirigirse hacia el sur, donde las tierras daban los nutrientes suficientes para hacerse millonario. En la ciudad se habían quedado unos pocos que soportaban los grandes esfuerzos del trabajo. Nunca entendí como siguieron cultivando en Arcanía si lo que ganaban no les daba para llegar a fin de mes. Pero las decisiones son de cada persona y no podemos decidir sobre ellos. 


El día, en general, fue de lo más normal. Algún que otro ciudadano se acercó al castillo para quejarse de que sus ayudas no habían sido recibidas, pero la banca del castillo los siguieron mandando a sus casas a esperar. El dinero nunca llegaría. 

No vi a Trace en todo el día. La noche anterior se habría dado cuenta de que quería estar sola. Trace se esteraba de todo, yo en ese caso me hubiera presentado en su caso. Éramos tan diferentes...


Habían pasado días y no tenía la visita de Trace. Era muy raro que por aburrimiento no hubiera venido muchísimo antes. Trace era un culo inquieto, necesitaba moverse y tocarme las narices. Era extraño que no se hubiera aburrido. Me vestí con las prendas más básicas de mi armario: unos pantalones de pana marrones y una camiseta de tirantes blanca. Mi cubrí la cabeza y la cara con una capucha y así poder andar por el pueblo sin que me reconociesen. Ser el hijo del rey no era algo fácil, las miradas siempre estaban presentes y las diferencias que mostraba aumentaban aún más las miradas. 

La casa de Trace se encontraba cerca del castillo, eran como quince minutos andando. La gente en el pueblo no me reconoció. Pase desapercibida entre el tumulto de personas rodeadas en la barra de la taberna cercana a la casa de Trace. Llamé a la puerta y su madre me abrió. 

-Puedo preguntar quién es usted- dijo. 

-Vengo a ver a Trace- cuando hablé supe que me reconoció, porque me cogió del brazo y me metió adentro de su casa de un tirón. 

-No te había reconocido, Etar- me sacudió la ropa, al parecer al andar se me había acumulado polvo - ¿Cómo estás? Trace me contó que la última vez que estuvo en el castillo estabas muy apagado.

-Yo estoy bien, pero ¿Trace? No ha venido al castillo en días. 

-Está en su cama- pudo articular la madre con un tono de preocupación extrema -. Ha estado enferma estos días. Intentaba levantarse para ir, pero volvía a caer en la cama. 

-¿Cómo está? Se encuentra bien ¿No?- estaba preocupada, si había infección podría ser mortal. 

-Puede que al verte se recomponga un poco. 

La madre de Trace era la persona más amable del pueblo, todos querían su amistad. Trace siempre la sacaba en las conversaciones como la mejor madre y no se lo podía rebatir, porque así era. 

Me dio paso a su habitación. Trace estaba descansando sobre la cama de madera, rodeada con el mismo tipo de mosquiteras de mi alcoba. Su habitación no era muy grande, pero tampoco un zulo. La tenía decorada con estanterías llenas de cuadernos. Todos llenos con sus dibujos de animales y plantas del bosque. Por toda la estancia crecían plantas colgadas por una cuerda de yute. 

Pasé a la habitación y el suelo crujió. Trace abrió los ojos y se sorprendió de verme allí, pero a también se alegro de una manera que parecía haberse olvidado de su mal estar. Grandes hoyuelos se le formaron en los mofletes, la sonrisa era lo más bonito y destacable de su forma de ser. Tal como su madre, siempre sacaba una sonrisa aunque se encontrara mal. Me miró y desvaneció su mirada. Estaba sufriendo, pero no quería que yo lo notara. Intentó incorporarse consiguiendo apoyar su espalda sobre la almohada y recuperar la compostura sobre el cabecero de la cama. Hizo una mueca de dolor, pero se tapó para que no la viera. 

-¿Cómo te encuentras?- pregunté sabiendo que me iba a decir. 

-Estoy mejor- seguía escondiendo su mal estar -. Estás tu aquí, así que estoy muy bien. 

-Me alegra saber que te ilumino la existencia- me miró con asco, pero conseguí hacerla reír. 

-No seas tonto, me la oscureces- siempre quería quedar por encima de todo. 

Estuvimos toda la tarde tumbados sobre su cama. Había momentos en los que nos reíamos un buen rato y momentos en que los sentimientos se encontraban a flor de piel. Que malo era estar al lado de Trace enferma. Su carácter cambiaba de una punto a otro en medio segundo.

Abandoné la cas tras cenar con la familia. Ellos eran fantásticos, no me trataban de manera diferente como hacía la gente de la ciudad. Para ellos era su invitado, no era el descendiente al trono. Yo allí era el mejor amigo de Trace, no su "pareja" como era con mis padres. Con sus padres me podía sincerar. En ese entonces, todavía, no sabía lo que me rondaba por la cabeza, pero si tenía claro que no me sentía bien. Lo había hablado con Trace, pero no había profundizado en mis sentimientos. 


Un día estábamos en el bosque sentados sobre el tronco de un árbol y mantuvimos una conversación. 

-A veces pienso que debería haber nacido chica- comenté.

-¿Por qué piensas eso?- preguntó Trace sin alterarse de mis palabras. 

-La gente me mira raro. Soy demasiado "femenino" para ser hombre y sería demasiado "masculino" para ser mujer. 

-¡No!- gritó Trace -. No debes fijarte en lo que diga la gente. Ellos tienen la construcción social de los géneros y eso no significa que tú no puedas ser como quieras ser. 

Las palabras de Trace me transmitieron amor y confianza. Ese día comprendí que lo que le dijera, ella siempre me apoyaría, y así como ella lo haría, lo intentaría yo. Todavía, a día de hoy, me culpo de no poder haberte protegido. Me corre la culpabilidad de no haberte querido lo suficiente como para salvarte. Y me culpo del odio de personas que pensaba que iban a ser buenas. Lo siento desde el alma, hasta dónde ahora estés.   

La Fantasía de un SoñadorWhere stories live. Discover now