Capítulo 4

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Un eco de trompetas sonaba en los alrededores de la casa. Acompañados de chillidos inentendibles, Magna entró en mi habitación. 

- Vístete y baja al jardín.

Se notaba gran felicidad en sus palabras a la vez que un tono sarcástico, pues en la comisura de su boca se veía una gran sonrisa y un gesto de malicia. En la cama depositó una capa color azul marino y a su lado un libro del mismo color, tapa dura y sin ninguna perturbación rara que destacara, excepto el título:

NIVEL 1. HECHICERÍA PARA PRINCIPIANTES

No me sorprendió en ningún momento, pues ya no distinguía el mundo real de lo ficticio, en el caso de que el mundo real existiese en sí. Cogí la bata y el libro y bajé al jardín, allí Magna se encontraba vestida por una capa de color blanco y pespuntes de oro brillante que si mirabas fijamente se te quemaría la retina al instante. 

- Bueno novato, ¿Estás preparado? - dijo con voz dulce

- No del todo - tragué saliva

- Antes de empezar debes conocer que tenemos ocho niveles de magia: niveles 1 y 2, hechicería; niveles 3 y 4, manipulación de la materia; niveles 5 y 6, magia lunar;  los últimos y a los que ningún mago común ha logrado llegar, 7y 8, magia solar u oscura - me retocó la bata -. Depende de tu alma. Como verás yo tengo una bata blanca y dorada y tú tienes una azul marina. Esto evoluciona según tu nivel, el primero y el segundo es azul marino, los dos siguientes dependerán de la materia manipulada (agua, azul claro; tierra, será verde; aire, blanco; y fuego, será rojo). Los otros dos nivele siguientes, el color cambiará a una mezcla de negros y grises lunares, y por último dependerá del alma. Si es un alma tranquila y sin odio, obtendrás la mezcla de dorado y blanco, pero si tu alma se consume por la oscuridad y el odio, obtendrás el negro carbón - descansó por el aire expulsado -. Tus batas no servirán para el poder que puedes albergar, el poder al que puedes lograr llegar no tiene una bata, pero ahora tenemos que comenzar por los básicos. 

Tiró de su bata para recolocársela

- Así que empecemos que el Perturbado se acerca más a su encomienda final.


Las mañanas, tardes y noches pasaban y todavía no sabía ni recitar bien las palabras necesarias para completar un mísero hechizo. Magna sacada de sus casillas intentaba animar, pero conseguía todo lo contrario. Me releía el mismo libro una y otra vez, pero aun así los hechizos no salían. El libro estaba arrugado de tanto uso que le había dado. Había brotes de magia que lograban escupir mis dedos, pero aun así nada que pudiera acercarse a lo estudiado. Al cabo de la semana no paraba de imaginar mi retirada, pero una pesadilla lo cambió todo. 

Desde pequeño me he encontrado solo, excepto por la figura de mi madre. En aquel entonces, mi madre se situaba frente a mi, vestía una de mis blusas favoritas, estampado de flores y colores vivos. Intentaba comunicarme algo:

- Si no encuentras la magia, el Perturbado me encontrará a mí. 

Al instante el Perturbado se encontraba al costado de mi madre. En la mano sostenía un puñal alargado y afilado que sin remordimiento clavaba en la yugular de mi madre. La sangre brotaba a chorros, creando una poza de sangre. El único sonido que retumbaba en la habitación eran risas sin compasión. El Perturbado observaba la atrocidad cometida y mi madre buscaba mi mirada. Yo buscaba su mirada, pero la sangre me cubría hasta el cuello, me hundía en la poza de sangre. Cuando la sangre me llego a la boca la respiración se me cortó. Entre sonidos guturales la sangre se metía en mis pulmones, me ahogaba poco a poco y mis ojos quedaron paralizados. Antes de que mi cuerpo entero se cubriera de rojo, me desperté. 

A mi lado estaba Magna, me había visto aspear los brazos y había oído mis gritos de auxilio. 

- He tenido una pesadilla - le dije con la respiración entrecortada. 

- Lo que acabas de ver no ha sido una pesadilla. Es tu futuro - aclamó Magna cogiéndome de las manos. 

- No puede ser - la voz me temblaba, estaba atemorizado. 

- Siento mucho tus predicciones, pero la magia nunca se confunde - aclaró Magna -. Vamos a seguir intentándolo - me animó. 

Al haber presenciado estas imágenes la magia brotó de las manos con la facilidad que los peces nadan en el agua. Recitaba y recordaba cada uno de los hechizos de aquel estúpido libro.  Al final va a ser verdad que los sentimientos elevan el poder, pensé. Fue un pensamiento que se quedó en mi repertorio, pero el sueño no era ningún futuro, fue la forma de Magna para hacer impulsar mi magia. Atacó mi miedo y lo retorció para aterrorizarme y romper la pared que me impedía llegar a la magia. 

A los tres días ya me encontraba estudiando el segundo libro, y sobre todo perfeccionando los hechizos del primero. En el segundo libro aprendí a leer mentes, dormir creando sueños o pesadillas a cualquier ser vivo, mover objetos con la mente y levitar. Había conseguido interiorizar tanto la magia que me suponía fácil y normal, excepto cuando avancé de nivel. 

Todavía vestía mi bata azul marino, pero a las semanas ya empezaba con la primera parte del tercer libro (manipulación de la materia), siendo el primer elemento el agua pues abunda en tierras y cuerpos. 


La Fantasía de un SoñadorWhere stories live. Discover now