Capítulo 41

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Un pitido. Pii, silencio, pii, silencio. Una secuencia constante, alternada por la vibración de aparatos. 

Una imagen nueva, distorsionada por la confusión, por un dolor externo al de antes. Un dolor constante, no alterno. La desaparición del Perturbado. La desaparición de ese ente, el cual se convertía en uno nuevo. Uno más humano pero igual de misterioso. 

Cambiaba su físico radicalmente. Pasó de ser un hombre a una mujer. Pasó del pelo corto a un voluminoso moño recogido de forma desorientada, pero colocado con precisión sobre lo alto de su cabeza. El color oscuro de sus ojos, se alternaba con el azul radiante. La brusquedad con la que me agarraba había desaparecido, para convertirse en una suave caricia de amor. De consuelo hacia si misma. y de acuerdo con la situación. 

Pii, silencio, pii, seguía sonando con fuerza.

Con más agudeza en la vista, logré discernir el entorno confuso y borroso que había provocado la situación de sueño. Logré ver mis pies apoyados sobre una almohada de funda blanca. Un blanco destacado por su limpieza, destacada por la ausencia de manchas. No puede ser mi cama, pensé.

Logré girar la cabeza para descubrir mis manos. Los dedos tensos, de los cuales no sentía. Estaban fríos y apoyados sobre otra sábana blanca. 

A lo lejos de la extraña habitación, se postraba un hombre sobre un sillón. Un sillón de forma destacable por la utilización de los mismos en los hospitales. Fue este instante en el que me cercioré de mi situación, de mi lugar. Una habitación de hospital, donde todo era denso, pero abierto. Iluminación artificial. Y el aparato del sonido estridente, el pulso de mi estado. Lo que marcaba la vida. Una máquina que me avisaba de mi verdad. 

¿Dónde está El Perturbado?  Fue lo primero que me pregunté. ¿Qué significado le daba yo a mi situación sin la presencia de con quien había acabado todo?, ¿Dónde estaba Pifel? ¿Qué había sido de Magna o Nitte o Esarcha? Todo se resolvía con un simple: ha sido un sueño. La magia si se había confundido. Todas las visiones que tenía no eran reales, la magia no existía. 


Han pasado varias semanas desde que me incorporé en esa habitación ensombrecida por la confusión. Semanas que he dado por sentado que estoy despierto. Semanas de mi última prueba con los médicos para investigar la causa del levantamiento. Y han pasado días desde que mis padres me comentaron lo que yo no recordaba. 

He permanecido en coma durante un año. Un coma inducido por un intento de arrebatar mi vida. Un intento de terminar el sufrimiento, el cual no recuerdo verme sometido a prestar. Una sensación la cual no está arreglada del todo, pero la intento mejorar con las sesiones de mi psiquiatra. 

Llevo semanas de mejora, pero tengo mis momentos. 

El sentido de la vida que antes no imaginaba encontrar, lo sigo buscando en esa fantasía que soñé durante el año. Esa fantasía de un niño triste que quería apoyarse en algo. Aquella fantasía que ahora convierto en una larga historia que contar a mis amigos, a mis padres, y a mi mismo. 

Una fantasía de triste final, pero con un mundo en el que sostenerse uno mismo cuando el día no transcurre de la mejor manera. Una fantasía moldeable para distraer la sensación de pesadez. 

Esa fantasía de un soñador. 

  

La Fantasía de un SoñadorWhere stories live. Discover now