Capítulo 28

35 2 0
                                    

Los días se me pasaban muy lentos. No salía de la cama de Trace. No tenía ganas de seguir viviendo, ¿Para qué vivir sufriendo? Sufría por todos. Era yo la causante de todo el problema. A mi familia la había deshonrado y a la de Trace la estaba condicionando, pero fue algo que no me di cuenta hasta que sucedió. 

Trace me traía siempre las comidas del día a la cama. Sabía que no estaba por la labor de mover un músculo, no por mi cabezonería sino porque mi estado me lo impedía. Estaba físicamente perfecta, pero mentalmente destrozada. Los primeros días no me pegó fuerte, pero mientras avanzaba la semana me sobrevino el ansia de dormir. Dormía tanto que ni salía a mear, no salía a comer. Esto provocó el dolor de tripa y vejiga propio de alguien que lleva semanas sin ingerir y expulsar. 

La cama era mi fortaleza, las sábanas me protegían de mis demonios. Pero eso se rompió.


La luz del sol vespertino daba paso a la luz de la luna. Seguía en la habitación cuando escuché derrumbarse una puerta. No era la de los vecinos, el sonido retumbó muy cerca. Levanté mi culo de la cama y abrí la puerta de la habitación por el susto. Desde esta había una visión perfecta a la entrada. Escuché un segundo ruido aún más fuerte. No podían ser ladrones, ellos no harían ese ruido y tampoco se escucharían metales propios de armas. La guardia real apareció en el marco de la puerta. En sus manos, Trace. 

-¿Qué he hecho?- quiso saber Trace. 

-Quedas detenido por ayudar al monstruo- el guardia supo donde dirigir la mirada. Tenía sus ojos con desgana y asco sobre mi -. Por norma del rey, cualquier relación con la bestia será condenada a muerte. 

-¡¿Qué?!- las facciones de Trace no expresaban nada en absoluto. Su piel se volvió blanca como la nieve. El impacto de aquella información la desvaneció de la realidad. 

-¡¿Qué hacéis en mi casa?!- intervino el padre -. Dejar a mi hija y marchaos. 

-Tenemos órdenes. 

-Me importa lo que a ti te importa el futuro de esta ciudad: nada- se acercó a los guardias y agarró los brazos de Trace -. Devuelva a mi hija. 

-No- empujó al padre y lo tiró. Agarró de los brazos a Trace y se dirigió a la salida -. La ejecución será el próximo lunes. Es de asistencia obligatoria. Será en la plaza central. 

La guardia se desvaneció. Encerraron a Trace en una jaula como si de un animal se tratara y se la llevaron al calabozo del castillo. Todo con la presencia de su ejecución, ¿Cómo pudo soportar el suplicio de saber el día de su muerte? ¿Cómo pude yo, no hacer nada para salvarla?

Bajé las escaleras tras el escándalo. La figura del padre se encontraba desolada sobre la alfombra del porche. Me agaché y le di un abrazo. Él quería cariño al igual que yo, pero me empujó. Caí de culo en las baldosas de la entrada. Se levantó y me agarró de la cintura, agarró para que no me pudiera deslizar. Parecía un saco de patatas. A ese saco lo tiró a la calle, golpeándolo contra el suelo arenoso de la misma.

-No vuelvas a presentarte en esta casa o llamaremos a la guardia real- se limpió una lágrima. Se podía ver que no quería hacer lo que estaba haciendo -. Has destrozado esta familia - tragó saliva -. Gracias Escarcha. 

Seguía guardándome respeto, pero ya no volvería a tener su apoyo. 

La puerta derruida se puso ante mi. La luces de la casa se apagaron y lo único que se oyó en la casa fueron los sollozos de la familia. 

Yo no tenía a donde ir, por lo que el campo fue lo más conveniente. Corrí desesperada por las calles de la ciudad. La poca gente que había situaba sus miradas sobre mi. Se escuchaban sus cuchicheos. 

La Fantasía de un SoñadorWhere stories live. Discover now