Capítulo 35

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La niebla se estaba disipando. Dejaba verse su figura. Al hombre. Bastón en mano, daba pasos al frente arrastrando su ancha capa negra. Intimidando a los de su alrededor, desprendía terror. No tenía presencia de aspecto, le faltaban las facciones de la cara. Solo era negro. Oscuridad. 

Dejaba un rastro negro al caminar. Al pasar por la mesa, quedó la comida podrida. Todo lo que tocaba o aspiraba se volvía mugriento, mortecino. Oscuro. 

La neblina había dejado aterrorizada a las familias. Uno de los padres se encontraba tumbado sobre el suelo. Con las rodillas sobre el pecho, lloraba. La figura sobre pasó su cuerpo. La capa lo envolvió, y al desprenderse, no era un hombre lo que había. Huesos vacíos. El cadáver del hombre estaba vacío. Negro y podrido. 

La madre y los tres hijos de la familia lo contemplaron todo. Sin pestañear vieron como su padre abandonaba la orilla de la peor manera posible. 

Yo solo podía quedarme quieta en donde estaba. No entendía que estaba pasando. ¿Cómo podía una capa de tela acabar con la vida de alguien de tal forma?

Cada vez estaba más cerca. Y de un pestañeo se le podían ver las facciones de su rostro. Ojos sin sentimiento, blancos completamente. Lo único blanco en su cuerpo. Solo tenía ojos y boca. No una boca normal, una raja de mejilla a mejilla cosida con un hilo negro del que colgaban sus dientes podridos y partidos. 

-¿Y mi invitación?- pronunció retóricamente. Me estaba mirando directamente -. No esperaba esta falta de respeto, majestad. 

-Sea bienvenido... - estaba aterrada y no quería ningún problema. Ya había causado una muerte -. Sea bienvenido...

-Puede dirigirse hacia mi como El Perturbado- pudo notar mi confusión y miedo. 

-Le diré señor. 

-¡NO!- me amenazó con el bastón -. Sigamos con mi entrada triunfal - cambió el tema -. Debe saber porque mi presencia, ¿No?

-No es así... ¿Perturbado?

-¿No conoce la profecía?- vio mi confusión - No conoce la profecía - les habló al pueblo - ¿Y esta es vuestra reina? O debería decir... un hombre transformista. 

-Ella es una mujer, y si, es nuestra reina - tuvo el valor de responder uno de los niños, un canijo sin vergüenza. 

-Aww, que mono el niñito ¿No crees?- se dirigió hacia mi -. No sabe lo que le espera y al parecer tu tampoco. 

-Al niño ni lo toques- amenacé. 

El perturbado se descojonó. No podía aguantar su risa maligna. 

-Tocarlo ¿Para qué? En un año Pifel quedará devastado por mi oscuridad. 

-¿Qué estás diciendo?

-La profecía, cariño. 

-¿Entonces a que has venido? ¿Para tu supuesta devastación no quedan años?

-Necesitaba conocer de antemano a quien tendré que matar- aplaudió de alegría -. Venga animaros un poco, dentro de nada tendréis otro funeral, ¿No es divertido?- se mofó de los ciudadanos. 

Se percató del hombre que había matado y de la familia arrastrada sobre el cadáver. 

-Lo siento, el hombre en medio- con una risa nerviosa habló a su mujer. 

Volvió a mirarme. 

-Mi presencia aquí acaba. Nos volveremos a ver en un año.

Cogió de su capa la esquina inferior y la revoloteó, haciendo así cubrir su cuerpo entero en una nube negra, igualita a la de su entrada. Con el soplido de la nube, el cuerpo desapareció. Había dejado una humareda impenetrable para el ojo humano. Cuando se desvaneció di un reconocimiento completo al salón. El cadáver del hombre había desparecido y con él, la familia completa. Ya no estaban por ninguna parte. 

El Perturbado nos había dejado con cinco familias y la incertidumbre de si estos estarán vivos o muertos en alguna parte. Todos estábamos aterrados, pero mi función me impedía demostrarlo. 

-¿Qué es lo de la profecía?- pregunté. 

-Hace mucho tiempo nació la hija de un dios y un humano. Esta sería el comienzo de todo. Halia se llamaba...

-Tu abuela- dijo  mi madre. 

-Halia sería el comienzo de la profecía - continuó la señora -. En su crecimiento no ocurriría nada. Moriría y daría la vida a tu padre. Después nacerías tu, una de las elegidas. 

-¿Y el otro?

-Un desconocido. Un chico destrozado por la soledad interna y los complejos. Un desgraciado, dirían los incompetentes - tragó saliva -. El chico tiene que encontrar la felicidad para que la profecía no se cumpla. Tiene que elegir el buen camino para vencer al Perturbado. Si no lo hace, él ganará. 

-¿En todo eso que papel tomo yo?

-Tu eres luz, Escarcha. Tus poderes pueden derrotar al Perturbado, pero tienes que ayudar a este chico a quererse. Has pasado por esto antes, tu sabes el esfuerzo que conlleva el amor propio. Eres la única que puede ayudarle. En conjunto, sois los únicos que pueden salvar nuestra ciudad y el mundo Pifel. 

La profecía me había dejado vacía. Pobre chico, pensé. ¿Qué o quién le ha hecho llegar a ese punto de odio interior? Estaba claro que le iba a ayudar, aunque por el camino me costara la vida. Debía salvar mi reino y debía proteger a aquel chico.

Esperaría un año de ataques del Perturbado para conocer de su presencia. En la ciudad solo quedaríamos mi madre y yo. Mi madre duraría menos.   

La Fantasía de un SoñadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora