I. Dos extrañas princesas

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DENEA

"La princesa sin reino"

Denea de la Tormenta, sangre del dragón, solían llamarla. La casa Targaryen, a la que pertenece, había tenido su momento de esplendor veinte años atrás. Sus padres, Aerys y Rhaella Targaryen gobernaban Poniente desde la capital, Desembarco del Rey, y poseían el ejército más grande del mundo, las criaturas más poderosas, los dragones,   además del arma más letal, el fuego Valyrio. Sin embargo, ésta última acabo haciendo enloquecer a su padre, que se ganó el apodo de "El Rey Loco", pues quemaba vivo a cualquiera que se le antojara, fuera rival o aliado. "¡Quemadlos a todos!" era la orden que salía de sus labios como si fuera su propio oxígeno. La locura del rey Targaryen provocó la rebelión del pueblo, las casas más poderosas se aliaron para derrocarle, y lo consiguieron...  Aerys Targaryen fue traicionado, perdiendo así el trono de hierro, y murió asesinado por el comandante de la guarida real, Jaime Lannister. 

Denea había oído esa historia cientos de veces, pero jamás ponía rostros a sus protagonistas, no los conocía. Ella ni siquiera había nacido cuando todo ocurrió. Su madre consiguió escapar de la masacre, pero murió meses después dando a luz a su pequeña hija, y desde entonces ella y su hermano fueron condenados al exilio para salvar su vida, lejos de las tierras de Poniente, observando desde la distancia y entre las sombras, esperando el mejor momento para regresar a casa.

Su hermano mayor, Viserys, estaba obsesionado con su condición de rey legítimo. Ya llevaba meses intentando encontrar la manera de volver a Poniente, decía que ya habían pasado demasiado tiempo lejos de sus tierras y que era el momento de regresar y recuperar lo que era suyo. Quería que un Targaryen volviera a sentarse sobre el tono de hierro. Y ya había encontrado la manera.

"-He encontrado unos aliados inmejorables, necesitamos apoyo en Poniente, y si negociamos bien, podremos obtener su valiosa ayuda... No me importa perdonarlos ahora, si me ayudan a conquistar Desembarco del Rey-le había contado a Denea durante una de sus conversaciones.

-Pero los Stark apoyaron al usurpador durante la guerra, son unos traidores-replicaba ella, repitiendo las enseñanzas que su hermano le había repetido durante toda su infancia. Era algo que estaba grabado a fuego en su mente, los Stark eran malos.

-Lo sé, tonta-respondió Viserys con impaciencia- pero tienen un motivo importante por el que levantarse contra los Lannister... El usurpador Robert Baratheon ha muerto, y su hijo, ese inmaduro mini-usurpador Joffrey mandó cortarle la cabeza a Lord Stark... En Invernalia están furiosos con los Lannister, me apoyarán como nuevo rey, si llegamos a una negociación adecuada.

-Sigo pensando que no es buena idea, nadie nos conoce en Poniente, hermano... ¿Crees que...?

Viserys la agarró fuertemente del brazo, apretándole, y haciéndola callar de inmediato.

-¿Quieres que me enfade? ¿Quieres despertar al dragón hermanita?

-No...

-Entonces tan solo calla, y haz lo que te digo. Ahora, y cuando lleguemos a Poniente".

Denea miraba al horizonte apoyada en la barandilla del barco, soplaba una brisa suave y fresca, que le acariciaban con delicadeza el rostro. Cerró los ojos, deleitada por el pequeño placer de aquella situación, cuando se vio interrumpida por una voz femenina que la llamaba con educación.

-Princesa Denea-ella se giró y se encontró con los ojos pardos de Misandei, su sirvienta personal. Viserys la compró en Pentos antes de partir, pensaba que sería buena idea que llevara siempre una dama que la cuidara y velara por sus deseos y necesidades, pero Denea estaba convencida de que lo hacía para mantenerla controlada. Sin embargo, esa joven de tez morena despertaba ternura en ella, y habían llegado a convertirse en buenas amigas.

The Dragon of WinterWhere stories live. Discover now