XXX. El Campamento Salvaje

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KAETLYN

Desde que atravesaron el Muro, Kaetlyn había sido destinada a encabezar la comitiva, cabalgando al lado de Robb Stark. Ella era la conocedora de esas tierras, y habían depositado toda confianza posible sobre sus hombros, y eso no hacía más que empeorar la culpabilidad que sentía. Pronto descubrirían quién era y lo que había ocultado todo este tiempo, pero ya no tenía sentido confesar, la decepción y el enfado de los que ahora eran su familia sería el mismo que cuando llegaran.

La joven había decidido tomar una ruta que pocos salvajes conocían, para evitar encuentros con su pueblo antes de lo previsto. Ella siempre había sido exploradora cuando vivía allí, de modo que conocía más rutas y senderos que la mayoría de los integrantes del Pueblo Libre. Marchaban hacia Casa Austera, debido al temporal y a los peligros del invierno, sabía perfectamente que su padre habría guiado a su pueblo a ese asentamiento, debido a la localización estratégica del mismo. Se encontraba frente al mar, de modo que por ese flanco no podían ser atacados por el peligro de los Caminantes Blancos, mientras que justo a la espalda del poblado se encontraban unas formaciones montañosas de gran altura que impedían que fueran atacados a campo abierto por el enemigo. La única manera de entrar era por el portón de una poderosa muralla de troncos exquisitamente construida.

Llevaban varias jornadas de viaje y no había tenido ningún encuentro desafortunado, aunque sí habían visto escenas desalentadoras y poco halagüeñas. Se habían topado con dos asentamientos abandonados, no había ni rastro de vida, pero sí había señales de un cruento enfrentamiento, pues manchas de sangre teñían la blanca nieve de un color rojizo... y reciente. No había duda, algunos grupos de rezagados habían sido aniquilados por los Caminantes Blancos.

Kaetlyn tragó saliva, esperaba no estar guiándolos por mal camino solo por culpa de su secreto, pero a medida que avanzaban, los rastros de pelea y muerte eran cada vez más frecuentes.

-¿Estás segura de que Mance Rayder los ha guiado hasta un lugar tan peligroso?.-Le preguntó Robb, con gesto serio. Kaetlyn se percató de que miró unos instantes hacia atrás, comprobando cómo se encontraba Denea, y después volvió a mirarla con esos intensos ojos azules.

-El camino es peligroso, mi señor.-Respondió ella con seguridad.-Pero la localización es segura. Cuando lleguemos no tendremos nada que temer.

Robb pareció darse por satisfecho con esa respuesta, y continuaron el camino completamente en silencio. Cuando se cumplió una semana de viaje por esas tierras, Kaetlyn divisó al horizonte las montañas que rodeaban Casa Austera, y supo que pronto llegarían a su destino. Aligeraron la marcha cuando la joven avisó de la cercanía del emplazamiento del Pueblo Libre, en algunos rostros se dibujó una mueca de alivio, en otros, de tensión.

Caminaban en dirección recta, atravesando un camino rodeado por altas copas de árboles nevados cuando de pronto, dejó de escucharse todo tipo de ruido proveniente de la naturaleza, solo los pasos de los caballos y viajeros.

-No canta ni un pájaro, no sopla el viento, las hojas están paralizadas.-Dijo Kaetlyn conociendo demasiado bien el significado de esas palabras. Miró a todos lados, alertada, cuando de pronto, justo delante de ella y Robb, a unos veinte pasos, aparecía la figura de una niña encapuchada. Robb ordenó parar la marcha.

-¿Es una de los vuestros?.-Preguntó él extrañado. Las ropas eran completamente igual que la de los salvajes, abrigo grueso de piel, con capucha, y botas bien ceñidas y preparadas para la nieve. Kaetlyn sintió un nudo en la garganta, hacía mucho que no veía uno de ellos, tal vez desde niña, y no estaba preparada para lo que se avecinaba. Iba a responder cuando la niña destapó su rostro y dejó conmocionados a todos los presentes. Su rostro estaba completamente congelado, incluso tenía grietas en las mejillas, y sus ojos estaban invadidos por el color de la nieve.

The Dragon of WinterWhere stories live. Discover now