XLV. El juego

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Atención. Este capítulo puede herir la sensibilidad del lector, lee bajo tu responsabilidad.

ROBB

Pasaron el resto de la noche buscando a la reina por cada rincón que rodeaba las tierras de Invernalia, divididos en hasta diez grupos que se separaron en direcciones diferentes. Peinaron el Bosque de los Lobos palmo a palmo, alumbrándolo con la luz de antorchas bajo el oscuro manto de la noche que cubría el cielo, pero allí solo encontraron las criaturas que habitaban en él. También investigaron el Castillo de Cerwyn, Agua Bellota, Hornwood, la aldea de Crofter y la ciudadela de Torre de Torrhen, sin éxito alguno, no lograron hallar ningún indicio que les llevara al paradero de Denea. Robb empezaba a desesperarse, hacía horas que había amanecido, y no tenía intención alguna de volver a Invernalia con las manos vacías, sabía perfectamente el peligro al que estaba sometida su esposa. Una y otra vez, pasaban por su cabeza las palabras que Kaetlyn le dijo horas atrás acerca de ese maldito bastardo, atormentándolo e impidiendo que se rindiera en esa búsqueda, cada vez más difícil: "Mientras tenga a Denea no se acercará a Invernalia, por el simple hecho de que será su nuevo juguete. Cada instante que pase con ese malnacido su vida y la del bebé estarán en peligro...".

Cuando comenzó a despuntar el alba dirigió los pasos de sus hombres hacia Fuerte Terror, donde se encontraría con Roose Bolton si la misiva de su hermano había llegado correctamente a la cuidadela. Sin embargo, sus esfuerzos no sirvieron de nada. Tras horas a caballo, galopando sin descanso y apenas sin comer ni beber nada, no encontró ayuda alguna tras los muros de aquella fortaleza, a pesar de la insistencia del joven rey ante el señor del castillo. Emprendieron el camino de vuelta sin una sola pista, y Robb empezaba a pensar que había perdido a su esposa para siempre. Aún recordaba las palabras que Roose Bolton le había dirigido de forma despectiva, sin mostrar interés alguno en ayudar en la búsqueda de la reina.

"-No tengo nada que ver con vuestra desgracia.-Le había dicho Roose con gesto severo e indiferente. El lord había salido a recibirlos a las puertas de la ciudadela, ni siquiera tuvo la amabilidad de dejarles pasar ni ofrecerles algo de comida.-Hace meses que no sé nada de mi bastardo. Le privé de mi apellido y de los privilegios que éste conlleva. Si se ha metido en problemas con la corona, no es de mi incumbencia...

 Si se ha metido en problemas con la corona, no es de mi incumbencia

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-¿Estáis seguro de que no le estáis dando cobijo tras estos muros?.-Insistía Robb, manteniendo la mirada altiva que Roose le devolvía.-Ese gesto significaría traición, y por tanto, la muerte.

-No osaría atentar contra la voluntad del Rey en el Norte...-Ese tono le pareció irónico e incluso desafiante al propio Robb, pero no hizo nada al respecto. En ese momento sus prioridades eran otras.

-Vuestra reina está desaparecida, y en peligro, en manos de vuestro bastardo. Tened muy claro que si le ocurre algo, vos lo pagaréis de igual modo.

-No sería muy justo que pagara si soy inocente de ese secuestro, ¿verdad? Esa mujer os nubla el juicio. Aún estáis a tiempo de ponerle remedio a esa locura, centraos en vuestras obligaciones como rey, y el Norte prevalecerá. Si anteponéis a una mujer, solo conseguiréis perder la corona...

The Dragon of WinterWhere stories live. Discover now