X. La justicia del rey

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KAETLYN -- DENEA

La comitiva real partió incluso antes del amanecer. El ajusticiamiento no tenía lugar en la propia ciudadela, si no en las lindes del Bosque de los lobos. Los hombres que acompañaban al rey Robb Stark no eran muchos, pero sí los suficientes para ser testigos de la justicia real. Theon Greyjoy, pupilo de Ned Stark y ahora persona de confianza del Rey del Norte, Rodrick y Jory Cassel, maestro de armas de la ciudadela y su hijo, Lord Jon Umber, recién llegado a Invernalia como invitado para el enlace real, que había insistido en acompañar al séquito real, el mayordomo de los Stark, Vayon Poole y Jon Nieve.

Esa mañana habría dos ajusticiamientos, Kaetlyn lo sabía porque no era la única que iba maniatada. A su lado, un hombre mayor con el pelo más bien largo y totalmente blanco como la nieve, con una gran barba del mismo color poblando toda su mandíbula. Kaetlyn se preguntaba qué demonios habría hecho ese hombre para recibir aquel fatal destino, aunque no le despertaba la mínima compasión, ya tenía bastante con sus problemas. Quizás fuera condenado como ella, de manera injusta y sin posibilidad de defenderse. Ella era escoltada por Jon, que llevaba el otro extremo de la cuerda que rodeaban sus muñecas. La llevaba despacio, con cuidado de no herirle aún más las muñecas enrojecidas por el contacto con el cordel. El otro prisionero no había tenido tanta suerte, era Theon quien tiraba de él y no mostraba un ápice de piedad con el anciano. 

Llegaron al punto establecido. Ya había preparado un tocón de madera allí, y un grupo de diez guardias reales ya estaban preparados, armados con lanzas, preparados para atacar si fuese necesario. Kaetlyn sentía que empezaba a temblar y no tenía manera de controlarlo, estaba empezando a ver la sombra de la muerte, nunca la había tenido tan cerca, y tenía ganas de llorar. Robb Stark llamó primero al anciano, y su caballero Theon lo arrastró hasta llevarlo ante la presencia del rey, arrodillándolo sobre el tocón.

-Sir Illis Wayne-empezó a decir el rey, que tenía la espada desenvainada, ante él, y sobre ésta reposaban sus manos. Tenía un porte elegante y seguro, su voz se mostraba fría y carente de cualquier sentimiento.-Se os acusa de alta traición al reino del Norte. Sois un espía para la casa Lannister, se os descubrió enviando una misiva a la reina Cersei revelándole información de la casa Stark.

El anciano irguió la cabeza y escupió a sus pies.

-No eres mi rey...-dijo simplemente.-Puede que yo muera aquí, pero los Lannister se alzarán con la verdadera gloria de Poniente. Matadme, si eso os hace sentir mejor por la muerte de vuestro padre-empezó a reír descaradamente. Robb escuchaba toda y cada una de sus últimas palabras, como le había enseñado su padre, sin inmutar ese rostro serio y rudo.-Ellos disfrutarán matando uno a uno al resto de vuestra familia...-su risa continuaba siendo histérica y malévola, signo de que le aterraba lo que estaba a punto de llegar.

-Yo, Robb de la Casa Stark, protector de Invernalia y Rey del Norte, os condeno a morir  por alta traición a las tierras del Norte.-Robb apretó con fuerza la empuñadura de su espada y la alzó, ejecutando con ella un corte limpio y rápido sobre el cuello del prisionero. Su cabeza empezó a rodar por la colina, mientras del cuello brotaba un chorro de sangre sin control. Se hizo el silencio entre los asistentes, Robb luchaba por no perder el control, por no dejar ver que las últimas palabras de ese hombre le habían afectado. Con los ropajes del muerto limpió el filo de su espada, y a continuación dos de los soldados retiraron el cadáver, dejando el tocón listo para la siguiente ejecución.

 Con los ropajes del muerto limpió el filo de su espada, y a continuación dos de los soldados retiraron el cadáver, dejando el tocón listo para la siguiente ejecución

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The Dragon of WinterWhere stories live. Discover now