XX. El plan de Ramsay

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DENEA (I)

Robb la había enviado a su alcoba después de que la situación con Viserys se hubiese descontrolado. Su hermano había faltado el respeto al Rey del Norte y se negaba a colaborar con la casa Stark, ya que alegaba que no habían cumplido su parte del trato de proporcionarle un ejército para conquistar el Trono de Hierro y tampoco le habían entregado a los dragones, que sin duda estaban destinados a ser suyos.

Robb no quiso que ella presenciara el resto de la conversación, que sin duda sería mucho menos amistosa que hasta entonces, de manera que Denea obedeció y dejó a ambos hombres a solas, no quería entorpecer las negociaciones de su marido. De modo que se dirigió a su alcoba. El sol estaba poniéndose y pronto caería la noche sobre Invernalia. Odiaba las noches, hacía más frío de lo habitual, y aunque la chimenea siempre estaba encendida, apenas conseguía que entrara en calor. Solo el cuerpo de Robb al lado del suyo lograba reconfortarla en las frías noches norteñas.

Al llegar a sus aposentos, Denea se dispuso a continuar tejiendo una capa para Robb. Se trataba de un regalo que quería hacerle a su marido, una sorpresa. Pero pocas veces podía dedicarse a tejer, pues debía hacerlo a escondidas para que Robb no la descubriera. Y esta era una de esas ocasiones en las que podría adelantarla un poco.

Se encontraba inmersa en la prenda cuando sonaron dos golpecitos en la puerta, y ella elevó la mirada para averiguar de quién se trataba. Su dama, Misandei, abrió con el rostro pálido.

-Tenéis visita mi señora.-Dijo ella.-Se trata de Lord Nieve. ¿Queréis que pase?

-Por supuesto, que no espere.-Respondió Denea dejando la capa a su lado en la cama. Misandei se apartó y dejó entrar al medio hermano del rey, cerrando la puerta tras de él y dejándolos solos. 

Denea pudo ver que traía algo entre sus brazos, parecía ser un vestido, de color azul claro. Se levantó por inercia en ese instante y se acercó con cautela al joven, que parecía abatido y ausente. Tenía un moratón en el ojo y su aspecto era descuidado y demacrado, más aún que cuando lo vio antes. Cuanto más se iba acercando, más se cercioraba de que conocía ese vestido que llevaba entre sus brazos. Era de ella, pero se lo había prestado a Kaetlyn para que vistiera con él durante su estancia en Invernalia. Pero no era el vestido lo que la inquietaba, era lo sucio y destrozado que estaba, y además... tenía manchas de sangre. Denea ahogó un grito de horror y se llevó las manos a la boca, reprimiendo el dolor que en su pecho se estaba sucediendo en ese instante.

-No llegué a tiempo...-balbuceaba Jon con un nudo en la garganta. Apenas podía hablar.-Es lo único que quedaba de ella cuando lo encontré...

Los ojos de Denea se empañaron y las primeras lágrimas comenzaron a brotar de ellos, recorriendo sus sonrosadas mejillas. Ella tampoco podía hablar, no sabía que decir, no sabía cómo reaccionar ante aquello. Kaetlyn había jurado serle fiel y servirla, se había convertido en una amiga muy preciada para ella, y ahora... estaba muerta. Haciendo acopio de valor, Denea se retiró la mano de la boca y la depositó en el lamentable vestido, como si pudiera sentir los últimos momentos de su amiga a través de la tela, pero nada de eso pasó.

-Llévatelo de aquí...-sollozó entonces dándose media vuelta y ocultando sus lágrimas.-Vete... Quiero estar sola...

Jon quiso replicar. Había confiado en que Denea le apoyaría para descubrir quién estaba detrás de todo lo ocurrido, ahora solo podía pensar en la venganza. Pero parecía que la joven no estaba en condiciones de escuchar sus palabras, en ella solo había tristeza.

The Dragon of WinterWhere stories live. Discover now