XXVI. Azor Ahai

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DENEA

"El Invierno ha llegado". Las palabras del maestre no dejaban de rebotar en su cabeza una y otra vez. El lema de los Stark se había consumado, los peligros del invierno ya se cernían sobre Poniente, y el Reino del Norte era el que más expuesto a esos peligros estaba, al ser el más próximo al Muro.

Denea se sentía sola, asfixiada por el peso de la responsabilidad que caía sobre sus hombros, indefensa ante todo lo que el invierno pudiera acarrear. Ella jamás había vivido uno, y lo único que decían sobre él en el consejo la asustaba hasta límites insospechados. No tenía a nadie en quien confiar sus miedos, y su marido seguía lejos de ella, sumido en un terrible y eterno sueño. 

-¿Despertarás algún día, mi amor?.-Le había preguntado ella, acariciando sus rizos morenos. Pero siempre recibía como respuesta su respiración débil y constante. Recordaba las últimas palabras que le dijo antes de desmayarse, "Haré lo imposible por quedarme contigo", y a esas palabras de agarraba ella, rezando a los dioses durante todas las noches para que le devolvieran a su marido.

Aquella mañana salió al encuentro de su pueblo, caminando por las calles de la ciudadela bajo el manto níveo que caía sobre Invernalia. A pesar de que le aconsejaron que no lo hiciera, Denea salió escoltada por Rodrick Cassel y diez hombres más, y visitó el mercado, el refugio de enfermos y varias posadas. Se paraba cada vez que alguien quería dirigirle unas palabras, y en todas las miradas encontraba lo mismo. El Norte ahora confiaba en ella, y había un profundo respeto y lealtad hacia su persona. Eso era lo único que la animaba a seguir con su ardua y solitaria tarea, pero el afecto que le profesaba los que ahora eran su gente le era más que suficiente para seguir dando la cara por ellos.

Para cuando se dio cuenta, comenzaba a ponerse el sol, y aún se encontraba lejos del castillo, en las lindes del Bosque de Dioses. El frío ya le había insensibilizado todo el cuerpo, pero sin el calor de los rayos del sol podría incluso congelarse durante una noche de invierno. Debía volver antes de que el cielo se quedara completamente a oscuras. De pronto en su camino se interpuso un rostro que hacía tiempo que no veía.

-Theon Greyjoy.-Dijo Denea con tono neutral.

-Mi reina...-Theon arrastraba las palabras, con tono despreciativo y aire superior a ella.

-¿A qué debo el honor?

-Me envía el maestre. Por lo visto ahora no soy aquí más que el recadero. Cuando Robb despierte os hará pagar por esto.

-No te atrevas a cuestionar mis decisiones utilizando el nombre de mi marido, ¿Queda claro?.-Reprendió ella con gesto fuerte. 

Theon no tuvo más remedio que agachar la mirada en gesto de perdón

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Theon no tuvo más remedio que agachar la mirada en gesto de perdón.

-Disculpadme alteza. El invierno nos altera a todos.

The Dragon of WinterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora