XIX. Arrepentida

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KAETLYN

"Iremos al Bosque de los Lobos, cazaremos juntos con la ayuda de los perros, pasaremos un buen día en la naturaleza y aprenderemos el uno del otro." Eso es lo que le había dicho Ramsay Bolton esa mañana cuando la había recogido de su alcoba y la había llevado hacia los establos, pero no se imaginaba que las cosas fueran a sucederse de esa manera. Todo lo que le decía se estaba cumpliendo, pero de un modo muy distinto al que esperaba.

Kaetlyn corría desesperada, abriéndose paso entre los matorrales y tratando de ocultar su rastro de su perseguidor, pero esconderse en la nieve era una tarea muy difícil, y más cuando dejaba sus huellas tras de sí indicando el camino por el que estaba escapando. Y lo peor de todo eran los dos perros, oía sus ladridos continuamente, sabía que estaban cerca de ella, y salivaban ansiosos por hacerse con la presa del día. Las ramas le golpeaban en la cara y le arañaban las mejillas, dejando también gotas de sangre a su paso, facilitando la tarea a aquellos que la perseguían. Al final resultó ser como Jon decía, Ramsay Bolton no era de fiar, tenía unos gustos un tanto peculiares, y ahora ella formaba parte de su nueva diversión: era la presa de caza de aquella mañana.

Lloraba asustada, deseando haber confiado en aquel que tantas veces la había ayudado a pesar de su estúpido orgullo y tozudez, aquel que había tratado de disuadirla para que se alejara del chico Bolton, pero ella no le hizo caso. Desearía que Jon estuviera con ella, que le abrazase y le dijese que todo iba bien, que la salvara de aquella situación una vez más, como había hecho otras tantas veces y ella había desagradecido por completo. Mientras huía de la muerte, se daba cuenta de todo lo que había hecho mal, de todo lo que Jon había tenido que soportar por ella, de todas las oportunidades que se habían dado y ella había malgastado... y se sentía muy culpable.

Sentía que el corazón se le iba a salir del pecho y que le fallaban las fuerzas, podía sentir más cerca que nunca a esos dos canes, estaban a punto de darle caza, y si eso ocurría, no quería ni imaginar lo que haría con ella Ramsay. Pero poco tiempo tuvo para darle vueltas a la cabeza, al tener los sentidos nublados por el miedo, no vio una rama de un árbol escondida entre la nieve y tropezó con ella, cayendo de bruces al suelo y cubriéndose entera con un manto níveo en sus ropajes. Trató de levantarse, pero el pie había quedado enredado en la raíz y no podía sacarlo por mucho que lo intentaba. Luchó y pataleó por zafarse, pero antes de que pudiera huir, los dos perros negros como el mismísimo infierno ya la rodeaban y la acechaban, con las fauces empapadas por las babas.

-Buen trabajo mis pequeños. Sin duda... os amaestré bien. No hay presa que se os resista.-Era la voz melosa y fría de Ramsay. Desde que ese dichoso juego comenzó había adquirido ese tinte siniestro en su tono, y la aterraba más que cualquier otra voz que hubiera oído. 

-¿¡Por qué haces esto?!.-gritó ella desesperada. Se había hecho daño en el tobillo y estaba rabiando de dolor. Aunque no temblaba por eso, ese hombre era el que la asustaba de esa inusual manera.

-No es de tu incumbencia... ¿desde cuándo los señores explican a los sirvientes sus estrategias?

-¡Yo no soy una sirviente!

-Eres la prisionera con privilegios del Rey, la dama de la Reina... pero ellos no están aquí, ¿cierto? De modo que eres mi prisionera ahora, sin derechos. Serás mi juguete... procura divertirme o tu vida durará muy poco...-Kaetlyn observó impotente desde el suelo cómo se acercaba a ella con un buen leño y le golpeaba en la cabeza, dejándola inconsciente. Lo último que vio fue esos ojos perversos clavados en ella, con una sonrisa malévola, casi demoníaca. Luego... todo se volvió negro.

No supo cuánto tiempo estuvo inconsciente. ¿Horas, días, semanas? No tenía ni idea, solo sabía una cosa, y era que estaba presa en un lugar oscuro, frío y húmedo, con las manos inmovilizadas por unas cadenas. Se encontraba en una especie de prisión, donde solo entraba la luz del sol por un pequeño ventanal. Por el tipo de piedras grises que formaban parte de las paredes, supo que seguía en el Norte, y posiblemente no muy lejos de Invernalia, pues era el tipo de material que usaban en los edificios allí. 

The Dragon of WinterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora