III. El Rey del Norte

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DENEA

Denea no habría podido explicar cómo se sintió en ese momento, ese breve pero intenso instante en el que su mirada se cruzó con la del rey, despertando en ella sentimientos contradictorios, sensaciones que nunca antes había experimentado. Los penetrantes ojos azules de Robb Stark la examinaban con cautela, fijándose cuidadosamente en cada detalle, buscando quizás algún tipo de indicio que le asegurara que estaba en lo cierto en lo que pensaba hacer. Por su parte, Denea sentía que el corazón se le iba a salir del pecho y temía que los demás se percataran de tal estado de nerviosismo. La fugaz mirada del rey le había provocado una extraña intimidación, muy diferente a la que Viserys ejercía sobre ella. No le inspiraba temor, sus claros ojos azules no la asustaban, muy al contrario, parecía como si la llamasen, como si hubiera encontrado en ella algo que ni la misma Denea conocía. 

Fue la voz de su hermano la que rompió tan tenso silencio, la mirada de Robb ya se centraba en el heredero de los Targaryen, que hablaba con su habitual prepotente tono de voz. Denea supo que si no cambiaba ese repelente acento el camino hacia el trono de hierro sería cada vez más arduo y difícil para su hermano.

-Gracias por vuestra acogida, Lord Stark-saludó Viserys con una sonrisa visiblemente irónica. De sus labios jamás saldría la palabra majestad o rey si no estaba unida a su persona-no olvidaremos este bondadoso gesto de vuestra casa.

Robb se acomodó sobre el trono, dejando bien clara su posición. En esos momentos, él era quien daba las órdenes, era superior a sus invitados, él era el rey. Y no aceptaría faltas de respeto ni falsos halagos. Llevaba días dándole vueltas a su posible alianza con los Targaryen, pero ni él mismo estaba convencido de dar el paso. Los dos herederos legítimos tenían poco que ofrecerle, no tenían ejército, dinero ni tierras, solo su apellido, aunque en muchos momentos de la historia era más que evidente el grandioso poder que podía ejercer esa casa con tan solo hacer oír su nombre. Pero Robb quería venganza. Los Lannister habían matado a su padre alegando traición, y jamás permitiría tal ofensa, cualquiera que ofendiese a los Stark, lo pagaría con sangre. Y era ese motivo por el cual había aceptado hablar con Viserys Targaryen, heredero legítimo al trono de hierro. El peor castigo para los Lannister consistía en arrebatarles el trono.

-Os ruego que seáis directo-habló Robb con autoridad-muchos asuntos requieren de mi atención y el tiempo se vuelve cada vez más preciado. Os escucho, sé a qué habéis venido, pero quiero oírlo de vuestros labios, príncipe Viserys-la elegancia de los Stark se hizo patente en el momento en que Robb llamó a Viserys príncipe. Denea sonrió por dentro, ese hombre que tenía enfrente también ejercía cierto poder sobre su hermano, y parecía que, al menos de momento, lo mantenía a raya.

-Ha llegado el momento en que los Targaryen recuperen lo que es suyo-comenzó Viserys-el trono nos fue arrebatado por traición, pero nuestra casa jamás olvida

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-Ha llegado el momento en que los Targaryen recuperen lo que es suyo-comenzó Viserys-el trono nos fue arrebatado por traición, pero nuestra casa jamás olvida. Somos de la sangre del dragón, la sangre más fuerte y resistente que ha existido sobre los Siete Reinos, y clamamos venganza.

The Dragon of WinterWhere stories live. Discover now