XVI. No es de fiar

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DENEA

Despertó deslumbrada por los destellos del sol, que se asomaban de manera traviesa a través del cristal del ventanal de la alcoba real. Por la iluminación intensa que embargaba la estancia, diría que debía ser más de media mañana, además, se podía escuchar en el exterior las voces animadas de los ciudadanos que ya se encontraban inmersos en sus quehaceres. Denea abrió los ojos despacio, perezosa, sin saber muy bien dónde se encontraba, y se sentía aún cansada y agarrotada. De pronto sintió que no estaba sola en la cama, que había un cuerpo junto al suyo, que le irradiaba un calor reconfortante y delicado, y fue entonces cuando recordó todo lo ocurrido la noche anterior, provocando que se dibujara en su rostro una sonrisa tímida. Ella se encontraba apoyada en el pecho de su marido, que subía y bajaba de manera tranquila y pausada, y su brazo fuerte y robusto la estaba rodeando por la cintura, haciéndola sentir segura. Denea se atrevió a alzar la mirada entonces, y se encontró con los ojos azules de Robb Stark clavados en ella, y en su rostro, una sonrisa tierna.

-¿Cómo estás, mi reina? ¿Has dormido bien?.-preguntó él mientras la joven sentía cómo pasaba los dedos por su espalda, acariciándola. Aquel gesto le erizó la piel.

-Todo lo bien que puede dormir una novia en su noche de bodas.-respondió ella sonrojada. Se encontraba muy cómoda en los brazos de su marido, sintiendo su respiración acompasada, y disfrutando de la intimidad que les brindaba la alcoba.

-Me alegro de oír eso.-Robb sonrió.-Pero se nos hace tarde Denea. Hemos dormido demasiado y se nos ha venido la mañana encima.

-¿Tenemos prisa?.-quiso saber ella, fastidiada al saber que esa escena se iba a romper en pocos minutos.

-En realidad, sí. Los invitados comienzan a marcharse hoy y tenemos que bajar a despedirlos, por cortesía. Además, antes de eso tengo unos asuntos que hablar con Lord Bolton, así que en realidad, yo tengo más prisa que tú.

-No es justo que interrumpan a los reyes en una mañana tan especial como esta...-se quejó ella, con ganas de seguir junto a él en la cama.

-Si aún estoy aquí, es porque pretendía que despertaras a mi lado. Además, no quería marcharme sin comprobar cómo habías dormido esta noche.-Robb se acercó a ella y unió los labios de los dos en un tierno beso.-Te lo compensaré, de eso puedes estar segura.

-Está bien...-dijo ella liberándolo de sus brazos, dejándolo marchar del lecho. Robb se levantó y se dirigió a buscar sus ropas en el armario, dejando a Denea embelesada con su cuerpo desnudo. Tenía una espalda ancha y definida, al igual que toda su musculatura. Denea se mordió el labio reprimiendo las ganas de traerlo de vuelta a su lado, le volvía loca ese hombre que se estaba vistiendo junto a ella. Robb Stark era suyo, cada centímetro de su piel, cada rincón de su ser, le pertenecían a ella.

Cuando el joven estuvo listo se giró y la miró, aún tumbada sobre la cama, tan inocente, tan bonita, con tan solo una manta cubriendo su delicado cuerpo. Habría deseado poder pasar más tiempo con ella, pero las obligaciones como rey lo llamaban, y tenía que cumplir con ellas.

-Avisaré a tu dama para que venga a ayudarte a asearte y arreglarte para bajar. No tendrás más de una hora, así que sed rápidas, ¿de acuerdo?

-Sí, Robb. Entendido.-dijo ella con voz dócil. Él se acercó a la cama una vez más, se inclinó sobre ella y le besó en los labios.

-Te espero abajo...-de nuevo le regaló una sonrisa y se marchó de la alcoba, dejando a Denea sumida en los recuerdos del día anterior. En el fondo, había sido un día precioso, y todos los nervios y miedos que había pasado solo habían sido infundados. De pronto se sintió vacía en el lecho, se le antojaba frío y enorme para ella sola. Se acurrucó mejor bajo las mantas, pero no llegaron a brindarle el mismo calor que el cuerpo de su marido momentos atrás. A los pocos minutos escuchó la puerta, y al oír la voz de Misandei le dio permiso para pasar.

The Dragon of WinterOnde histórias criam vida. Descubra agora