XXXIV.La llama encendida

2.3K 120 5
                                    

DENEA

Denea no pudo guardarse la alegría de saber que su abuelo estaba vivo, y la compartió con Robb a pesar de las insistencias del anciano por permanecer en el anonimato tras los fríos muros del Castillo Negro. Robb le presentó sus respetos, ya que no pudo hacerlo ante su familia el día de su enlace con Denea, y le prometió que cuidaría de ella y la protegería con su vida, al igual que el hijo que esperaban.

La joven trató de convencer a su abuelo de que los acompañara a Invernalia y abandonara la Guardia de la Noche, que pasara la última etapa de su vida junto a ella, en el calor de un hogar y una familia. Pero las palabras del anciano sonaron decisivas: "La noche se avecina, ahora empieza mi guardia. No terminará hasta el día de mi muerte. Viviré y Moriré en mi puesto." De modo que Denea tuvo que resignarse a despedirse de él en ese frío patio y recóndito, sabiendo que podía ser la última vez que viera a su abuelo.

El camino hacia Invernalia se tornó mucho más rápido y ameno de lo que se esperaba. No les azotó ningún temporal de nieve, lo que permitió que avanzaran más rápido durante el día y pudieran descansar más por las noches. Sin embargo, Denea comenzaba a sufrir los síntomas del embarazo más a menudo, se sentía mareada a lomos de su yegua y la comida pocas veces le duraba en el estómago más de media hora. Por esa razón montaba a veces en el corcel de Robb, abrazada a su cintura, y cerraba los ojos tratando de reponerse y sentirse algo mejor. Otras veces cabalgaba más despacio al lado de Kaetlyn, las charlas con su amiga la ayudaban a eludirse de sus males y le sacaban una sonrisa muy a menudo.

A las dos semanas consiguieron llegar a la ciudadela, y vieron como todos los campesinos habían salido a la calle a recibir a sus reyes, vitoreando sus nombres y saludándolos con alegría. Lo acontecido más allá del muro se había extendido inesperadamente rápido, y pocos rincones en los Siete Reinos desconocían las hazañas cantadas del Dragón de Invierno y la guerra contra los Caminantes Blancos.

Catelyn y tres de sus hijos esperaban a la comitiva a los pies del castillo. Cuando Robb, Jon y Bran desmontaron, sus hermanos fueron a recibirlos, locos de alegría. Rickon se dirigió corriendo hacia Bran, era como su más fiel amigo, Arya corrió decidida hacia Jon, con el que tenía una estrecha relación, y Sansa fue a abrazar a su hermano Robb, al que adoraba.

La joven pelirroja animó a su hermano a ir a saludar a su madre, la cual lo esperaba, conteniendo la emoción, unos pasos más atrás, esperando su turno. Robb fue hacia ella, y le dijo una palabra que le llenaba el alma, saliendo de sus labios.

-Madre...

Catelyn se sintió desarmada y se lanzó a los brazos de su hijo, abrazándole con todo su amor maternal. "Familia, deber, honor", tenía grabado en su sangre el lema de los Tully, para ella, sus hijos lo eran todo.

 "Familia, deber, honor", tenía grabado en su sangre el lema de los Tully, para ella, sus hijos lo eran todo

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

-Gracias a los dioses que estáis aquí... Habéis vuelto...-Musitaba ella.

Mientras tanto, Denea contemplaba los reencuentros con una sonrisa en su rostro, a lomos de su yegua. Sir Jorah vino a recibirla y la ayudó a bajar, regalándole una cálida sonrisa. Denea suspiró aliviada cuando sintió la textura de la nieve bajo sus pies, y cuando ese olor característico de la ciudadela invadió sus fosas nasales al fin se sintió en casa.

The Dragon of WinterWhere stories live. Discover now