Capítulo 5

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Observó las ropas sobre su cuerpo, una remera  holgada de hombre, que le llegaba por debajo de las caderas y un pantalón de jean azul, que por alguna razón le quedaba perfectamente.

Observó su rostro en el espejo que colgaba sobre el lavabo, era más delgado ahora, ya no sobresalía la papada a la que estaba acostumbrada por debajo de su pera, pero seguía siendo gorda. Tal vez un poco menos ahora, que era de esperarse, ya que  en algún momento creyó que iba a morir desnutrida, pero seguía siendo gorda.

 Inspeccionó la piel de de sus muñecas, la cual había lavado ya. Efectivamente la soga la había quemado, y tenía llagas en toda la extensión de la misma. Si volvían a atarla, estas se reventarían y seria terriblemente doloroso, más de lo que lo era en ese momento.

Tragó saliva. ¿Qué seguía ahora? Estaba segura de que no podría escapar, el campo que tenía alrededor era muy extenso, la atraparían antes de que pudiera pedir ayuda a alguien, antes incluso de que lograra salir de él. Para escapar debería hacerse con un medio de transporte, como el auto que conducía su captor cuando esa tortura había comenzado. Pero no serviría de nada, ella no sabía manejar, e incluso si supiera... *TOC,TOC, TOC* los golpes en la puerta la sobresaltaron. No había forma de que la persona que estuviera del otro lado supiera en qué había estado pensando, pero ella se sintió como si la hubieran descubierto haciendo una travesura.

-Oye, ¿ya estas lista?, porque hace mucho tiempo que estas ahí dentro- Escuchó la voz del chico más joven.

Le hubiera encantado abrir la puerta para ver cómo era él. El rostro de su padre ya lo conocía, pero el hijo era un misterio. Sacudió la cabeza y se sacó ese pensamiento de la cabeza. Él le había pedido específicamente que no quería que lo viera, y ella no iba a desobedecerle, no sabía de qué era capaz.

Además, se sentía mucho mejor estando con él que con su padre, no quería perder los privilegios que se le habían otorgado. Agregando el hecho de que el joven no parecía estar interesado en hacerle nada malo.

- Si- su voz salió como un hilillo agudo-, espera que me ponga otra vez la venda.- Tomó el pedazo de tela rasgado que había utilizado su captor como venda y se lo enrolló alrededor de los ojos, tapando su visión.- Pasa.- le dijo.

 Se sentía incómoda hablando con él. En primer lugar era un desconocido, nunca había sido buena para relacionarse con desconocidos y en segundo, la tenía cautiva ¿qué se suponía? ¿Que iba a charlar con él como si simplemente fueran amigos? Pero la necesidad de sobrevivir se impuso sobre la vergüenza y el orgullo. Si quería que su situación mejorara debía cooperar con él. <<Además- pensó-, él no tuvo nada que ver con mi secuestro, parecía sorprendido la primera vez que oí su voz>>.

La puerta se abrió con un rechinido y un aroma masculino llegó hasta su nariz, un desodorante dulce, que le recordaba a flores y a miel. Se escucharon los pasos del joven acercándose a ella y el olor se intensificó. Todo su cuerpo se tensó ¿Qué no podría dejar de hacer eso?. Sus propios nervios ya la exasperaban. Él se paró a su lado y la tomó por el codo, guiándola hacia afuera. La condujo hasta la cama, donde ella, interpretando lo que quería que hiciera se sentó. Luego alargó los brazos juntos, para que pudiera atarle y volver a su posición original.

Él la miró extrañado ¿qué estaba haciendo? ¿Quería que la atara? Miró los brazos que le extendía y vio las quemaduras que se prolongaban alrededor de toda su muñeca. La tomó delicadamente con la mano izquierda e inspeccionó las lastimaduras. Probablemente se había abierto mucho tiempo atrás, pero el constante roce de la soga no había permitido que sanaran. La tocó con su mano derecha, apenas un roce y la chica se estremeció, pero no dijo nada. Se movió rápido, buscando en los estantes que estaban del otro lado de la habitación. Sabía que por allí había un botiquín. Reviso frenéticamente hasta que vio una pequeña caja blanca con una cruz roja en la tapa.

Take Me HomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora