Capítulo 6

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CAPÍTULO 6:

Miraba las volutas de polvo que flotaban en el aire despidiendo brillos dónde la luz les alumbraba. Se había quitado la venda de los ojos, ahora la llevaba en el cuello, alerta por si Zayn volvía, no quería que la encontrase infringiendo una regla. Ese día había sido muy estresante emocionalmente. Se odiaba por una parte, pues había demostrado nuevamente su debilidad; había llorado frente al muchacho.

Había intentado ser fuerte y cooperativa al principio, pero la costumbre de contestar mal estaba tan arraigada en su cerebro que era algo natural en sí, no podía evitarlo. Y luego, como si de una niña se tratara, se había largado a llorar en sus brazos ¿¡Qué estaba pensando?!. Sin embargo, se sentía en paz. Descargar sus penas con alguien, aunque fuera un completo desconocido, resultó ser muy útil, ya no sentía esa opresión en el pecho ni tenía constantes ganas de llorar, tal vez porque sus lágrimas se habían agotado.

Se abrazó las piernas con los brazos y apoyó su cabeza sobre las rodillas. Suspiró. Las cosas estaban mejorando, al menos. El mensaje ya le había quedado claro. Ya había tenido cierta idea, pero se estaba obligando a no albergar ninguna esperanza, si la luz no era clara ella no la seguiría. Ahora sabía que el chico no iba a violarla y que intentaba ayudarla, pero también sabía que no la dejaría ir, tal vez nunca volvería a ver a su familia. Sorprendentemente, las ganas de llorar no volvieron, pero se deprimió un poco. Se dejó caer sobre la cama con los brazos extendidos sobre la cabeza y cerró los ojos. Tenía una cama, cobijas, ropa y comida, no encontraba de qué quejarse.

Miró hacia la ventana que se mantenía cerrada con un presillo. Le hubiera encantado abrirla para observar el cielo, pero se conformó con apreciar  el pedazo celeste que se veía entre una de las aperturas del postigo. Lo añoraba, añoraba la libertad de la naturaleza, de correr descalza sobre la hierba húmeda, mirar las nubes esperando encontrarle una forma definida, recibir el sol en la cara los días de frío. No era posible, ya no lo era. Ella no podía salir de allí.

Continuó mirando ese pedazo de cielo durante un tiempo. No tenía nada que hacer más que quedarse sentada a esperar que Zayn volviera y le dijera algo. La habitación donde se encontraba estaba limpia, bastante ordenada para pertenecer a un varón. Por supuesto, la suya no era ni la mitad de ordenada que esta, solía tener ropa desparramada por toda la mesa dónde estudiaba y libretas en todas partes. Se paró de un salto y comenzó a investigar el lugar. Primero se dirigió a la mesa ubicada bajo la ventana y observó los papeles que había sobre ella. Eran una buena cantidad, como pudo apreciar. En la cima había un trabajo práctico, al parecer de biología, a medio terminar y en el ángulo de la mesa, un tarrito con algunas lapiceras y un lápiz.

Tomó la hoja y la acercó a su rostro. Su vista había empeorado, o tal vez fuera lo poco que la había usado durante todo ese tiempo, sus ojos se habían desacostumbrado. Observó las preguntas garabateadas sobre el papel y leyó las respuestas que el joven había dado. Sonrió para sus adentros, a él realmente no se le daba bien esa materia. Comenzó a tachar palabras, sacar flechas y poner asteriscos para arreglar lo que él había hecho. Se sentó en la silla para estar más cómoda y continuó respondiendo las preguntas que quedaban, era una buena forma de pasar el tiempo, además de que ayudaba a Zayn, aunque fuera en algo tan superficial y nimio como eso.

Terminó después de lo que calculó seria una media hora y se paró para seguir investigando. Miró a su alrededor girando sobre sus pies y vio unas repisas de madera sobre el lado derecho de donde se encontraba la mesa.  Se acercó y pasó la mano por la más alta, para registrar si había algo. El contacto con la madera era áspero, y fue interrumpido por una superficie lisa. Ella la tomó entre dos dedos y la atrajo hacia sí. La miró entrecerrando los ojos. La luz se estaba volviendo escasa ya, debía estar pronto el ocaso. Observó, feliz de su hallazgo, que se trataba de una foto, más bien, una foto familiar, tal vez pudiera saber finalmente quién era Zayn sin que él se enterara. Observó los rostros en ella. Eran dos niñas pequeñas y una más adolescente, probablemente mayor que ella y sus dos padres se abrazaban sonriendo. Reconoció, como una bofetada, el rostro de su captor actuando como padre. Posó su dedo índice sobre la cabeza de este, era demasiado desagradable ver ese rostro después de todo lo que había sufrido. Busco cuidadosamente, pero no se veía ningún rostro adolescente que pudiera pertenecer al joven que la estaba ayudando.  Suspiró, parecía que debería dejarlo para otro día. Se puso en puntas de pie para depositar la foto en el lugar dónde la había encontrado. <<Este chico tiene hermanas- reflexionó-, tal vez por eso me ayuda>>.

Se sentó sobre la cama en el preciso instante en el que escuchó el sonido de botas contra la grava de la entrada a la casa.  Asustada, se apresuró a ponerse la venda de nuevo y acostarse en la cama. La puerta se abrió. Ella esperaba oír a Zayn hablar, o percibir su aroma, pero el olor que le llegó a los poros era diferente. Los pasos se acercaron lentamente y a ella se le erizaron los bellos de la nuca. De repente, le dieron ganas de gritar, aunque no supo porqué. ¿Qué le estaba sucediendo?, ¿estaba asustada por haber infringido una norma?. Los pasos se alejaron unos segundos y ella escuchó el *Click* de una llave al dar la vuelta en la cerradura. Eso la asustó aún más. Era lógico, en realidad, suponer que Zayn querría cerrar la puerta, pero eso no le agradaba, algo en lo profundo de su cerebro le decía que algo malo pasaba.  Los pasos volvieron a acercarse a ella y se tensó. El aroma que había percibido antes se intensificó y ella lo reconoció. Sus uñas se clavaron en el acolchado como garras. Quiso levantarse y salir corriendo, pero sería imposible, la puerta estaba cerrada.

Lagrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas. Se oyó un carraspeo y una voz masculina que murmuraba:

- ¿Pensaste que podrías librarte de mí?, ¡que tierna!-dijo, con un dejo de sarcasmo en su voz. Rió, una risa sin gracia, malévola-, no es tan fácil, jovencita.- Se sentó junto a ella y la tomó por la mandíbula.- Veo que mi hijo te ha tratado bien. No me sorprende, siempre tuvo un buen corazón. Pero no te acostumbres, esto no durará por mucho, dentro de poco serás mía de nuevo, nadie puede evitarlo.- La boca de ella se abrió levemente, liberando un sonido sordo, casi inaudible- ni te molestes en pedir ayuda, nadie va a dártela, nadie puede. – Volvió a reír- no te preocupes, vamos a pasarla muy bien hoy, muy bien…

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