CAPÍTULO 3

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Narra Joe.

Ese domingo me levante muy temprano para ir a hacer ejercicios. Siempre iba al parque Griffith y en ocasiones, Winston me acompañaba. Desde que me mude solo, él ha sido mi mejor amigo. Nick vivía a dos calles de mi casa y aun así, era difícil vernos seguidamente.

Tome las llaves de mi auto, salí de casa y me monté en este. Estaba apunto de irme cuando un objeto rosa en el piso de copiloto llamó mi atención. Era un teléfono, y ya sabía quien era su dueña.

-Hoy definitivamente será un gran día –me dije mientras salía en dirección a casa de Anna. Era la excusa perfecta para verla. ¿Mejor? Imposible.

Eran casi las 11:00 de la mañana, así que supuse que estaría despierta. Al estacionar frente a su casa, me digne de valor y fui a tocar su puerta.

-¡Buenos días... señor Saldford! –dije. Su papá me había abierto la puerta. Tragué en seco. Quizás se preguntaría que hacia Joe Jonas en su casa, pero la respuesta era un poco obvia. Y él la sabía…

-¡Buen día, Joe! –me dijo esbozando una sonrisa. Su expresión había cambiado totalmente. Estaba… ¿Alegre? Era muy extraño ver al señor Saldford en ese estado. –¿Buscas a Anna? –preguntó. Asentí quedamente. Luego me hizo un gesto para que pasara.

Entré y antes de llegar al living, como me había indicado el señor Saldford, me topé con Anna. Sonreí inmediatamente al verla.

-¡Joe…! –espetó al verme. Sus ojos brillaban y su sonrisa era un poco tímida –¿Qué haces… aquí? –me preguntó.

-Te vine a traer esto –saqué su iPhone de mi bolsillo, extendiéndoselo. Automáticamente ella soltó un pequeño y agudo grito.

-¡Gracias, Joe! –exclamó lanzándose sobre mi para abrazarme.

Narra Anna.

¿Era Joe Jonas quién estaba caminando hacia la puerta de mi casa, o era mi imaginación?

¿Acaso ya me estaba volviendo loca?

Sacudí la cabeza para asegurarme de que fuera producto de mi loca cabeza, pero no, si era él.

Bajé rápidamente.

-Joe… ¿Qué… haces aquí? –le pregunté atónita al encontrármelo en el living. ¿Estaba hermoso hoy o siempre era así?

Siempre.

-Te vine a traer esto –me dijo. Inmediatamente sacó algo de su bolsillo. Mi teléfono.

-¡Gracias, Joe! –le grité emocionada, abrazándolo. Joe no supo como reaccionar al principio pero luego correspondió a mi abrazo. –Eres mi héroe –le susurré al oído. Él soltó unas cortas risas.

-Ya esto de ser tu héroe se está volviendo una costumbre –me contestó de igual manera. Ambos aún permanecíamos abrazados.

No pase por alto el detalle de cuan fuerte eran sus brazos, de su exquisito perfume… y podía continuar con la lista, si mi papá no nos hubiese interrumpido apareciendo inesperadamente.

-¡Anna, la comida ya está lista! –dijo como si nada. Luego miro a Joe –Jonas, ¿te quedas a comer? –le preguntó a este.

-Eh… no… no se preocupe, ya me iba –balbuceó él. Alcé una ceja mirándolo fijamente.

-Ah no, no, no Joseph. Quédate a comer, ¿si? –le rogué haciendo carita de cachorrito abandonado. Joe me miró con los ojos entrecerrados, y luego esbozó una sonrisa a medio lado, matadora.

-Está bien, me quedo –contestó. Mi padre asintió.

-¡En cinco minutos están en la cocina! –anunció y se fue. Antes de hacer esto último, me guiñó el ojo.

¿Qué carrizo?

-Me debes una, ¿lo sabes? –exclamó Joe agarrándome desprevenida por la cintura, acercándome él. Mucho.

Mis piernas empezaron a temblar como una hoja, y mi corazón latía a dos mil por segundo. Y mi cara… Ni se diga, seguramente estaba tan roja como las cortinas del living. Sin embargo, decidí seguirle el juego.

-¿Sólo una? Pensaba agradecerte cada uno de tus rescates –contesté como quien no quiere la cosa. Joe me miro divertido, alzando sus cejas de una forma extraña pero divertida.

Antes de que me pudiera responder, lo tome por su brazo, y lo arrastré en dirección a la cocina.

Papá había preparado lasaña, lo cual era extraño, porque estaba deliciosa.

¿Desde cuando mi papá cocinaba tan bien? O mejor dicho, ¿mi papá cocinaba?

-Y… ¿Que tal me quedó? –preguntó papá rompiendo el silencio en la mesa. Sólo estábamos Joe, él y yo. Matt, mi hermano, aún no había llegado a casa.

-¡Deliciosa!

-¡Buenísima! –exclamamos Joe y yo casi en unísono, sonando un poco gracioso. Mi padre esbozó una sonrisa, soltando unas cortas y gruesas carcajadas.

Estaba actuando extraño últimamente. Pero en el buen sentido de la palabra.

No tardamos mucho en terminar de comer.

-¿Que harás más tarde? –me preguntó Joe cuando acabamos de recoger la mesa. Papá había insistido en que él lo haría pero Joe no le permitió, y al final accedió. Cosa que también me pareció extraña.

 Joe Jonas ordenando mi cocina… Quién iba a creerlo.

-Tenía pensado conquistar el mundo –dije. Joe comenzó a reírse negando con la cabeza, dejándome como un caso perdido. –Pero nada, no haré nada –concluí.

Era domingo. Normalmente en esos días solía ir a la playa con mis amigos y mi hermano, pero esta vez todos parecieron haberse olvidado de mí.

-Entonces, ¿te gustaría conquistar el mundo conmigo mientras te invito a comer un helado? –me propuso poniendo una cara tierna, de la cual no me pude negar en lo absoluto.

-¡Me encantaría! –contesté sonriendo. Joe me devolvió el gesto. –Espérame acá, iré a mi habitación a cambiarme –le dije, mientras subía las escaleras directo a mi habitación. Él se quedó sentado en la sala, hojeando una revista.

Rápidamente me puse mis jeans blancos, una camisa color rosa viejo y me deje mi cabello lacio y suelto. Hacía un buen clima ese día en Los Angeles, era perfecto para ir a la playa. Pero no, aquellos que solían llamarse mis amigos me dejaron. Mal por ellos.

¡Pero que importaba, no me quejaba en lo absoluto de pasar una tarde con Joe!

All I Ever WantedWhere stories live. Discover now