CAPÍTULO 24

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Narra Matt.

No podía asimilar bien lo que acababa de ocurrir.

Para cualquiera sería genial vivir en Nueva York, pero… ¿Y mi vida en Los Angeles?

Eso fue tan inesperado. Ver a Anna de esa manera me afectó bastante, así que decidí ir detrás de ella.

-Esto… Creo que debo ir a ver como está Anna… Disculpen –dije rompiendo el silencio que había quedado después de ese show. Le lancé una mirada insignificante a papá antes de salir.

Fui deprisa hasta la habitación, pero Anna había cerrado la puerta con llave. Por suerte tenía conmigo otra llave, así que pude entrar sin preocupaciones, y entonces encontré a mi hermana hecha un ovillo en su cama.

-Anna… –me acerqué poco a poco a ella. No quería fastidiarla pero necesitaba asegurarme de que se encontrara bien. –¿Quieres un poco de agua o algo? –le pregunté. Ella seguía sin responderme, hasta que finalmente decidió reincorporarse, sentándose en la cama.

-¿Crees… Crees que papá ha cambiado? –me preguntó inesperadamente con voz débil, un poco ronca.

-No Anna, él sigue siendo el mismo de siempre –le dije. Me senté a su lado para que me escuchara atentamente. –… Él nos ama, y mucho. Recuerda que él aún es joven y necesita tener a otra persona a su lado.

-Claro… –contestó irónica. –¿Y que hay de nosotros? ¿Crees que yo no soy joven? ¿Qué yo no tengo una vida en Los Angeles? Si él de verdad nos amara, nos hubiese comprendido. Pero no, arruinó nuestras vidas, queriendo arreglar la suya de esa manera. ¡Si nos amara no nos hubiese obligado a venir a vivir en esta ciudad! –exclamó alterada.

-¡Por favor, entiende, si papá no nos amara como tú dices, nos hubiese dejado solos en Los Angeles y él se hubiese venido para acá solo sin ni siquiera importarse por nosotros! –le contesté de igual manera, para que se calmara –¡Tienes que comprenderlo! Está bien, no hizo lo correcto, pero sólo dale tiempo.

-¡Tu sólo lo apoyas a él, eres igual a él! –me gritó al borde de las lagrimas. No me quedó de otra que abrazarla contra mí para que se calmara. –¿Qué crees que pasará entre Joe y yo? –me reclamó llorando abrazada en mi pecho fuertemente.

-Seguramente él entenderá todo, hermana –le susurré en voz baja, a medida que ella desahogaba todas sus lagrimas en mi. –Todo estará bien, yo estaré contigo siempre. Es cuestión del tiempo –dije, mientras que acariciaba su cabello.

Poco a poco, Anna se fue calmando, hasta que sin darme cuenta se había quedado dormida en mis brazos. Como ocurrió una vez cuando era pequeña…

En ese momento, tocaron la puerta de la habitación y rápidamente fui a abrir, encontrándome con papá.

-¿Puedo pasar? –Estaba serio, sin embargo se veía apenado.

-Claro… Anna está dormida, en caso de que vinieras a hablar con ella –le dije, apartándome para dejarlo pasar. Lo seguí hasta la sala de estar en la habitación.

-Sí… Es que últimamente he tenido varias discusiones con ella y temo que piense que estoy siendo brusco con ella o algo parecido. No es mi intensión, es sólo que… –se quedó callado por un momento  –… Estoy muy entusiasmado por todo esto y la felicidad de Anna me interesa mucho –dijo.

Toda razón tiene el dicho que dice que los padres siempre saben lo que les sucede a sus hijos.

-Yo creo que eso lo deberías de hablar con ella cuando se despierte. Seguramente tiene muchas cosas que contarte, sólo trata de no ser rudo con ella esta vez –le contesté. Papá sonrió un poco más relajado, y me dio un corto abrazo antes de ponerse de pie nuevamente.

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