CAPÍTULO 21

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Narra Anna.

¿Un zoológico?

Eso se quedaba pequeño con lo que yo sentí dentro de mi en ese momento, era casi que toda la isla de Madagascar de fiesta. Podía asegurar con certeza que era la chica más feliz del mundo justamente.

-¡Si! –contesté sonriendo pletórica. –¡Claro que si, Joe! –y entonces me lancé sobre él para llenarlo de cortos besos, cayendo a su lado en la arena.

-Si hubiese sabido que reaccionarias de esta manera, hace tiempo que te lo hubiese dicho –dijo entre risas.

-Que tonto eres –repliqué fingiendo estar molesta.

¿Pero a quien engañaba? Era feliz, jodidamente feliz.

Joe me abrazó nuevamente acercándome mucho a él, dejándome indefensa.

-No creas que será muy fácil escaparte de mí, ahora me tendrás solo para ti –me dijo en voz baja. Apenas pude asentir brevemente, estaba encantada por él.

Repentinamente, una gota cayó en la nariz de Joe haciendo que él diera un respingo. Me reí fuertemente por su reacción. Pero luego, otras gotas comenzaron a caer, y otras, y muchas más, hasta que empezó a llover fuertemente.

-Al parecer la naturaleza esta en contra de nosotros –exclamé mientras intentaba ponerme de pie.

-Por mi podría venir un huracán ahora mismo, podría acabarse el mundo si es posible pero ahora nada podrá tratar de separarnos –dijo él. Me quedé de pie mirándolo fijamente mientras que él se sacudía la arena de su ropa.

¿Podía ser mi novio (sí, que bien se escuchaba) más adorable?

-Joe, si el mundo se llega a acabar ahora mismo, dejaremos de estar juntos –dije, sin evitar reírme en mis adentros. Sabía que él podía llegar a ser un poco tonto.

-Lo sé, sólo quería dejar eso claro –contestó. Y bruscamente me atrajo a él para darme el beso más apasionado y perfecto de todos.

Nada más increíble que un beso bajo la lluvia.

Me había dejado fuera de combate. Con suerte y podía mantenerme de pie por mi propia cuenta.

-Joe… Creo que, que deberíamos irnos ya. Nos podemos enfermar –balbuceé como tonta, separándome de él. Joe levantó sus cejas de manera divertida. Algo loco tenía en mente.

-¿Piensas irte de la playa sin siquiera haberte metido en ella? –espetó irónicamente. No pretendía…

No…

-Joseph, ni se te ocurra… –apresuré en decirle mientras me alejaba lentamente de él. Sí, pretendía tirarme en la playa. Pero era una misión imposible escaparme de eso estando con Joe. Velozmente me tomó entre sus brazos, cargándome. –¡Bájame, salvaje! ¡Puede haber tiburones! –le dije. Él comenzó a reírse escandalosamente, sin embargo, no me bajó.

-¿Tiburones en Santa Mónica? Buen chiste, amor.

-¡Joe, por favor, bájame! Vámonos, tengo que empacar mis cosas para mañana –le rogué. Y finalmente cedió, dando media vuelta en dirección al estacionamiento.

Y sí, aún me llevaba cargada y no fue hasta que llegamos a su auto que me bajó.

-¡Estoy empapada, y el frío es terrible! –exclamé, enrollando mis brazos contra mi para darme calor. Joe estaba conduciendo camino a mi casa y aunque la calefacción del auto estuviese encendida, había frio.

-Es mejor que me digas directamente: "oh Joe, tengo mucho frío. Ven y abrázame, me muero por estar a tu lado" –espetó él divertido, imitando una voz aguda de mujer. Lo miré de reojo, fingiendo estar ofendida.

-¡Eres increíble, Joe. Tus dotes de adivino te están resultando efectivos! –contesté sarcástica, como quien no quiere la cosa. En realidad un abrazo de él me caería de maravilla.

-¿Sabes qué? Yo tengo calor, de repente se me quito el frío –dijo, al mismo tiempo que empezó a quitarse la camisa mojada, dejando sus perfectos músculos al aire.

Todo con tal de verme sufrir.

Mierda.

Gracias a Dios que poco faltaba para llegar a mi casa y pude mantener mi mente en blanco.

-¿Quieres quedarte un rato en casa? Por favor –le pregunté en cuanto llegamos. Él por supuesto, asintió sin más.

-Claro. Quiero hablar también con tu hermano un momento –contestó mientras nos bajábamos.

¿Que cosa quería hablar con Matt?

-¡Matt, llegamos! –grité al entrar a casa. Joe se había puesto su camisa nuevamente, si Matt lo llegaba a ver así, pensaría lo peor de los dos.

-¡Que bueno, justamente estaba haciendo algo para cenar! –contestó cuando entramos a la cocina. Luego sonrió al ver a Joe  –… ¡Vaya, están mojados y sucios! ¿Los escupió una ballena? –preguntó sarcástico entre risas. Alcé una ceja, indignada.

-No precisamente –contestó Joe, dándome una pequeña palmada en el hombro. Rodé los ojos.

-Eh, bueno… Iré a ducharme rápido y bajo enseguida –les dije a ambos, saliendo disparada hacia mi habitación.

-"Joe, ¿quieres que te preste una camisa? Si quieres ve a ducharte en mi habitación… Siéntete como en casa, amigo" –escuché como Matt le decía a Joe.

Sin más por que preocuparme, entré a la ducha, relajándome completamente.

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